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CÉSAR COCA
Miércoles, 26 de septiembre 2007, 03:21
Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) ha abandonado la novela para escribir un libro de viajes ('Corazón mestizo. El delirio de Cuba', Ed. Planeta) que es lo contrario a una guía turística y que está repleto de personajes que podrían habitar su 'Trilogía sucia de La Habana' o cualquiera de sus textos anteriores. Gutiérrez, el escritor cubano más leído del momento, es un autor ajeno a la moda de lo políticamente correcto. Tanto como para decir que la literatura europea de hoy es sumamente aburrida y que las mesas de novedades de las librerías españolas están llenas de porquería. De literatura y de vida ha hablado durante una estancia en España.
-Ha escrito un libro de viajes que, si no fuera por los datos concretos sobre algunos lugares, parecería una más de sus novelas.
-La idea era esa: hacer un libro completamente antiturístico. Lo de menos son los datos, que están en cualquier guía. Yo conozco la isla de punta a cabo desde hace muchos años y eso me ha servido para recuperar historias de tiempo atrás que ahora he incluido en el libro junto a cosas que me pasaban mientras recorría el país hace unos meses. El registro del libro es muy parecido al de mis novelas, es cierto.
-Eso dará pábulo a quienes sostienen que sus novelas son autobiográficas, porque lo que cuenta aquí es muy parecido a lo que se lee en aquéllas.
-Sí, eso me han dicho. Algunos me han preguntado si lo que cuento me trae problemas con mi mujer... (risas). Yo tengo que reducir la realidad, tengo que suprimir de mis relatos cosas que realmente han sucedido, para hacerlos creíbles.
-Varios episodios que cuenta tienen que llamar la atención de quienes han ido como turistas: la delincuencia bastante salvaje en algunos lugares, los hoteles rodeados de vallas y policías...
-Son cosas que pasan, y que suceden también en otros lugares, como Santo Domingo o Jamaica. Y cada día va a pasar más. Eso de que hay delincuentes que abren el maletero y se llevan las maletas es así, están en carreteras que van al aeropuerto. A mí me ha sucedido. La mentalidad del país está cambiando también en eso. Yo vivo en Centro Habana y veo escenas muy fuertes cada día.
-Las cosas cambian, pero ¿no da la impresión al leer su libro de que el país y sus gentes están detenidos en el tiempo?
-Hay algo de eso. La gente del país tiene la impresión de que está a la espera, de que vive en un impás, un mirar a ver qué pasa. Yo lo percibo así, al menos.
-¿Llega a ser asfixiante vivir así, en un país a la espera?
-Esto lleva ya años, y hay gente que se va del país; no sólo los más jóvenes. Van a probar suerte. Hay unos tres millones de cubanos fuera, frente a once millones en la isla. Es mucha gente la que está fuera. Hay un momento en que la gente dice 'ya' y se va definitivamente.
-No es su caso.
-No, desde luego. Yo siempre he dicho que quiero seguir viviendo allí. A veces pienso que soy un poco masoquista.
-¿Cómo lleva un escritor vivir en un país que es permanente objeto de atención en todo el mundo y a cuyos autores se lee siempre entre líneas?
-Uno se siente muy observado, quizá demasiado. A mí no me había afectado hasta ahora, pero estoy empezando a sentirme muy observado. Por eso, este año no voy a escribir nada. Estaré por aquí unos meses, escribiré unos poemas... No es bueno sentirse observado para la creación. Para trabajar, uno se encierra y se pone a trabajar y eso es difícil cuando se es objeto de una cierta atención.
-¿El lugar en el que uno vive determina la literatura que hace o es posible encerrarse en una casita como Kafka y hacer una literatura ajena a los materiales que están en la calle?
-El mundo está hoy tan comunicado que es difícil sustraerse a la realidad. Prácticamente todo el mundo escribe a partir de experiencias fuertes, propias o ajenas. Pero todavía es posible una literatura más interior. Yo conozco a algunos de esos escritores. Es posible hacerlo. Depende de la visión que tú tengas de qué es literatura; de si la quieres hacer más interior o más exterior, más intensa.
-Antes hablaba de un país a la espera. ¿También lo está la literatura?
-Desde los noventa hay sobre todo gente joven que está escribiendo muy intensamente, pero les es difícil publicar. Hay una necesidad de escribir sobre lo que está pasando en este momento. Pero su obra apenas se conoce en el interior de Cuba y nada fuera de allí.
-Este es un momento de literatura muy ligera. La suya va muy a contracorriente. ¿Cómo se ve en ese horizonte, con librerías llenas de libros sobre templarios?
-Llegué a finales de mayo a España y creo que es patético lo que está pasando. Las mesas están llenas de esa porquería que es puro producto de consumo. Se escriben libros como otros hacen camisas o zapatos, sólo que los zapatos y las camisas son más útiles. Cuando tienes un concepto de la literatura como un medio de reflexión sobre tu tiempo, quieres dejar para cuando te mueras un testimonio elaborado sobre eso. Eso ha sido siempre la buena literatura, desde 'La Iliada' y 'La Odisea'. Quiero trabajar en esa misma línea.
-'La Iliada' y la Biblia. Llama la atención que un escritor como usted cite la Biblia en su libro.
-La Biblia es un libro con tremendas y grandes historias. Hay de todo: amor, odio, rencores, asesinatos... Es un compendio de la raza humana. La leo por trozos muchas veces.
-Curioso en un escritor que creció en un país que hizo del ateísmo su divisa.
-Eso son banderas de los políticos, pero luego está el ser humano, que hace lo que le da la gana.
-En el libro hace una referencia al mestizaje y habla del resultado de un cruce de herencias que produce tipos duros. ¿Su literatura se identifica con eso?
-Sí, es uno de los dos ejes vertebrales de mi literatura. El mestizaje genera un lenguaje, una forma de jugar con el sexo, de ser muy intenso. Es la esencia del ser cubano. El otro eje es la pobreza, que es un círculo vicioso del que es muy difícil evadirse. A veces me dicen que el protagonista de mis libros es La Habana y yo digo que es la pobreza. Y de eso en alguna medida nos salva el mestizaje.
-Es usted un escritor muy cubano, pero viaja con frecuencia y conoce bien Europa. ¿La literatura europea refleja la vida en el continente igual que la cubana radiografía su isla?
-La literatura cubana refleja muy bien lo que es Cuba. Pero la europea está pasando una etapa de mucho aburrimiento, y no lo digo yo solo. Después de algunos grandes momentos en los siglos XIX y XX hay muy poco que leer en Europa. A veces se quejan de que no pueden entrar en EE UU, pero cómo lo van a hacer siendo tan aburridos. Por supuesto hay algunas excepciones. Imagino que los editores de toda Europa tendrán dificultades para encontrar buenos libros cada año.
-Tras la gran influencia del boom, ¿qué peso tiene la novela latinoamericana en la literatura en español?
-No estoy muy al día, pero hay gente interesante: Guillermo Arriaga, Rubén Fonseca... hay gente haciendo cosas muy fuertes. Reconozco que no me interesa la literatura intimista. A estas alturas he leído tanto que lo que hago más bien son relecturas. Ahora estoy releyendo los cuentos de Hemingway.
-¿No se siente para nada heredero del 'boom'?
-¿Horror! (risas). Se pueden salvar algunas cosas. Todo Cortázar, por ejemplo. Y luego un par de libros de Vargas Llosa, otros dos de Fuentes... Y nada más. Tendría que pensar pero me parece que nada más.
-¿Le une algo a los escritores cubanos 'exiliados', de Cabrera Infante a Zoe Valdés?
-Hay algunos libros de Cabrera Infante que yo admiro: 'Tres tristes tigres', por ejemplo, es una pequeña obra maestra. Como algún libro de Severo Sarduy y Gastón Vaquero. Me ha parecido interesante un libro de Guillermo Rosales. Pero en un sentido amplio no me une nada a ellos. Realmente mi literatura tiene poco que ver con la literatura cubana anterior, en general. Hay quien dice que hay dos Habanas en la literatura. Antes estaba la de 'La ciudad de las columnas' de Carpentier, y luego la mía, con la 'Trilogía sucia de La Habana', que presenta una ciudad arruinada, llena de escombros.
-Es curioso que cite a Carpentier, un gran dominador del idioma, pero también un escritor muy criticado por el panfletarismo de algunas de sus obras.
-Yo aprecio mucho a Carpentier. Su obra, como la de Lezama Lima, es imprescindible en la literatura cubana. A Alejo Carpentier se le puede salvar completo. La suya es una literatura muy hermosa, aunque esté a veces lastrada por una ideología que él defendía a capa y espada.
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