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J. JAVIER ESPARZA
Viernes, 28 de septiembre 2007, 02:48
El éxito más sorprendente del año (del último año y medio, más bien) es el culebrón de Telecinco 'Yo soy Bea', libre adaptación española de 'Betty la fea'. Nunca ha habido un culebrón que mantenga durante tanto tiempo unas audiencias tan altas. Y lo más impresionante es que eso ocurre en con una historia que ya sabemos cómo terminará, o sea, con la transformación de Bea la fea en la hermosa Beatriz. Hace muchos meses que ''Yo soy Bea' está enroscándose sobre sí misma: el relato avanza en círculos, en espiral, luego traza tirabuzones, dibuja un laberinto y en él vuelve a perderse el hilo de la narración. Así ha llegado hasta los 300 episodios y dicen que el ejercicio se prolongará hasta la primavera. Pero tanta longitud empieza a descorazonar a mucha gente. No sólo a unos espectadores que, pese a todo, siguen viendo el producto, sino especialmente a unos actores que ya no pueden con su alma. Lo decía hace poco Alejandro Tous, el protagonista masculino: «Creo que esta historia tiene un principio y un final, no puede tardar mucho en llegar. Estamos encantados con el éxito de la serie pero ya es una cuestión física, estamos completamente agotados. Si fuese semanal sería otra cosa, pero siendo diaria es una locura. No se puede alargar tanto la historia porque llega un punto que al espectador no puedes aguantarle más».
Hay un viejo sueño de la desmesura humana que es el del 'perpetuum mobile': crear una máquina que no pare de funcionar jamás. En cierto modo sería como crear el infinito, esto es, divinizarse. La historia de la técnica está llena de ese género de ensoñaciones. Pero los físicos saben, al menos desde Galileo, que el 'perpetuum mobile' es imposible porque las máquinas no crean fuerza, sino que sólo la transforman, y toda la mecánica reposa sobre ese principio. Una máquina autogeneradora que no recurra a ninguna fuerza externa, sino sólo a la que ella misma produce, es algo que no puede existir jamás. Algunos productores de televisión, por el contrario, parecen pensar que ellos pueden conseguir la historia eterna, el movimiento infinito, la narración efectivamente interminable, donde el relato produce su propia fuente de alimentación. Al fin y al cabo, aquí todo se alimenta de una energía interior que es la fantasía, la imaginación. Algunos músicos cayeron en ese pecado. Strauss, por ejemplo, tiene un vals que se llama así: 'perpetuum mobile', una brillante pieza que, por su estructura, podría durar infinitamente, pero el problema es que a los músicos se les cansan los brazos y los pulmones. Pues bien, lo mismo pasa con 'Yo soy Bea' aunque la imaginación no se agote, se agota todo lo demás. Por ejemplo, Alejandro Tous. Lo decía Leonardo: «Buscadores del movimiento perpetuo, ¿cuántas ideas frívolas habéis arrojado al mundo!».
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