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ARANTZA PRÁDANOS
Miércoles, 3 de octubre 2007, 02:21
Las ciudades españolas soportan unos niveles medios de contaminación atmosférica semejantes a los de otras urbes europeas y unas consecuencias en salud y costes económicos también parecidos. Los responsables son los mismos, el tráfico sobre todo, pero también las industrias o las calefacciones domésticas. Esta homologación con Europa no sirve de consuelo cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en 16.000 el número de muertes prematuras al cabo del año en España debido a la polución ambiental. La contaminación atmosférica es responsable del 1,4% de las muertes en todo el mundo.
A estos números drásticos, ya conocidos, se suman ahora otros destilados en un estudio del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) que apuntan en la misma dirección. El trabajo, difundido ayer, calcula que la mala calidad del aire puede acortar entre unos meses y dos años la expectativa de vida de los ciudadanos más expuestos, los urbanitas, que en España suponen tres cuartas partes de la población total.
El estudio, el segundo de este organismo auspiciado por el Ministerio de Medio Ambiente y la Universidad del Alcalá de Henares, examina el aire que respiraron entre 2001 y 2005 los vecinos de 56 ciudades españolas de más de 100.000 habitantes. La conclusión es que «importantes capas de la población» se ven sometidas a diario a altos niveles de contaminación debida al tráfico o a industrias cercanas.
Sustancias
Los contaminantes analizados son los más problemáticos para la salud: las partículas en suspensión menores de diez micras (PM10) y menores de 2,5 (PM2,5), el dióxido de azufre (SO2), dióxido de nitrógeno (NO2), monóxido de carbono (CO), compuestos orgánicos volátiles (VOCs) y ozono troposférico (O3). Se trata de sustancias emitidas por los motores de combustión de los vehículos, en especial los modelos diesel - entre un 40 y un 60% de la contaminación urbana se debe al tráfico-, de gases derivados de los procesos industriales, de centrales térmicas, estufas y cocinas de gas, de gasolineras e incluso del humo del tabaco.
Su presencia en las ciudades más pobladas o con mayor densidad industrial guarda relación directa con un buen número de enfermedades: ataques de asma, bronquitis, ataques cardiacos y otras afecciones pulmonares y cardiovasculares crónicas. Los colectivos más vulnerables son, como siempre, los niños y los mayores de 65 años, enfermos cardiopulmonares y las mujeres embarazadas, recuerdan los autores.
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