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Los gorilas son una de las principales atracciones de Cabárceno. / CELEDONIO
La trastienda de Cabárceno
CANTABRIA

La trastienda de Cabárceno

Los animales del parque, en su mayoría en peligro de extinción, suelen pasar por malos momentos hasta que se adaptan a su nuevo hábitat

MARIANA CORES

Lunes, 15 de octubre 2007, 11:32

Quién podría imaginar que un corriente trébol podría llegar a ser venenoso. En el Parque de la Naturaleza de Cabárceno lo descubrieron tras la triste muerte de siete jirafas hace varios años. Todas fueron halladas muertas la misma mañana.

Ésta es tan sólo una muestra de las numerosas complicaciones a las que se enfrentan cada día los trabajadores de este parque en el que conviven 800 animales.

La trastienda de Cabárceno es todo un laberinto de cuidados, mimos y saber hacer en el que no está permitido ni un solo descuido, ya que o bien puede llevar a la muerte del animal o bien a la de su cuidador.

Pero no conformes con el gran trabajo de engranaje que tienen que realizar cada día para que todo marche a la perfección, desde hace algún tiempo Cabárceno está experimentando un «cambio cualitativo», explicó Santiago Borragán, jefe de los Servicios Veterinarios. Paulatinamente se están «mejorando las características de las especies». Esto es, se están introduciendo animales en peligro de extinción (que ni se venden ni se compran, sino que se ceden), lo que da mucha más categoría al parque. En este momento suponen el 60 por ciento de los mamíferos.

Actualmente, este espacio verde de 750 hectáreas se rige por la Ley Reguladora de Zoológicos de 2005 de la Unión Europea, que también específica el modo en el que se adquieren los animales.

En Europa existe la EAZA (Asociación Europea de zoos y Acuarios), de quien depende la EEP (Programa de Asociaciones de Animales en Peligro de Extinción), organismo encargado del control y movimiento de los animales en peligro de extinción. Son los únicos que pueden proporcionar uno de estos animales a través de la cesión y para ello se ha de cumplir una serie de estrictas condiciones. «Saben todo lo que ocurre en cada zoo», aseguró Borragán. Todo Zoológico que se precio, agrega el veterinario, debe contar con la EEP.

Un duro trance por el que deben pasar los animales y cuidadores es el periodo de adaptación. A simple vista, las personas que se acercan hasta Cabárceno sólo ven grupos de animales que conviven en armonía y semilibertad. Pero para llegar hasta este punto, aseguró Borragán, detrás hay muchos meses de trabajo.

«Si soltáramos, por ejemplo, un tigre o un elefante recién llegado en el recinto de sus iguales, lo más probable es que terminaran matándole». Por ello, hay que hacer toda una tarea de sociabilización para que el resto de la manada se vaya acostumbrado al nuevo especimen. El veterinario explica lo complicado que fue para la pareja de licaones, perro cazador y salvaje africano. Caza a su presa mediante la táctica del cansancio, ya que casi no tienen fuerza en sus mandíbulas. Es perseguida por grupos de hasta veinte de estos perros, que se van tomando el relevo a medida que se van cansando de correr. Cuando la presa no puede más, cae agotada, y en ese momento la devoran.

Llevan en el parque un año, pero medio lo han pasado adaptándose el uno a la otra. «Les metimos en unos boxes continuos, separados por metacrilato, que les permitía verse y olerse. Además iban rotando de celda».

Pero también son complicados los osos o los tigres. El secreto, apuntó Borragán está, además de en el trabajo del equipo, «en los grandes espacios que tienen. Es casi como si vivieran en libertad. Los osos tienen 35 hectáreas para ellos solos».

Recuerda el mal momento que vivieron cuando murieron las jirafas. Al parecer, los tréboles, cuando crecen en abundancia y notan con fuerza algún elemento exterior que les ataca (bien una rebaño de vacas o una helada o granizada), producen una sustancia llamada glucóxido cianogénico, es decir cianuro, que fue lo que envenenó a las jirafas.

En los 15 años que lleva este veterinario en Cabárceno «nunca hemos tenido ningún suceso que lamentar, en cuanto a agresiones por parte de los animales». Pero cree que la gente, a veces, es algo imprudente y no mantiene la distancia de seguridad adecuada. «Nadie se acerca demasiado a un tigre o a un león. Saben que les pueden atacar. Pero cuando ven a un elefante o a un hipopótamo se ablandan y piensan que son inofensivos, cuando es todo lo contrario».

Recomienda que se mantenga una distancia del elefante, al menos, de cuatro metros, ya que «su trompa mide tres y ante el menor descuido te puede agarrar». Además, llega a alcanzar los 40 kilómetros corriendo, al igual que el hipopótamo, «que es el que más muertes causa».

El jefe de los Servicios Veterinarios se mostró muy orgulloso del parque «que es el más grande del mundo. Sólo el de San Diego (EE UU) se equipara a nosotros en tamaño».

De los animales que viven en zoos, los de Cabárceno «viven como pocos en el mundo», afirmó. «Aquí están en semilibertad. Su grado de humanización es menor que el otros animales. Si tuvieran que volver a su hábitat, muchos lo harían sin demasiados problemas. Incluso viven en grupos iguales a los de su entorno natural».

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