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FEDERICO YSART
Jueves, 18 de octubre 2007, 02:44
El día 13 de julio de 1977 entró en el hemiciclo del entonces llamado Palacio de las Cortes Españolas una anciana, 81 años, enlutada y con aspecto frágil. Iba nimbada por la emoción que parecía sentir al volver a pisar aquel suelo, bajo la misma bóveda que veía 41 años atrás, el 13 de julio del 36, cuando tomó aire en medio de su acerada réplica a Gil Robles y también a Calvo Sotelo, el diputado conservador que había proclamado enfáticamente aquello de "Ya sabemos lo que sería una España roja . Pero una España rota no se reharía nunca".
Dolores Ibarruri Gómez ascendió hasta un escaño de las filas superiores del que al poco descendería solemne dando el brazo a Rafael Alberti, el poeta gaditano que semanas antes regresaba del exilio diciendo "Me fui con el puño cerrado y he vuelto con la mano abierta en señal de concordia".
Los dos comunistas bajaban al estrado de la cámara para ocupar las vicepresidencias de la mesa de edad que iba a abrir la constitución del primer Congreso de los Diputados de la democracia española. Atrás dejaban muchas cosas selladas en su memoria, muchas historias de sangre y lágrimas, y años de añoranza de la patria perdida por una insensata guerra civil.
A la semana siguiente los dos compartieron esperanzas y temores ante un futuro incierto con el titular de la Corona. También Don Juan Carlos sabía de exilio, donde nació y de donde su padre había regresado un año antes.
Personajes de tan diversos orígenes y ejercicios enfrentados como Santiago Carrillo y Blas Piñar, elegidos ambos en Madrid, o López Raimundo y López Rodó, por Barcelona, conferían un plus de solemnidad a aquella sesión inaugural de Cortes Constituyentes.
Con mimbres así y un Gobierno con la cabeza y el corazón puestos también en la construcción del futuro, en sólo tres meses se aprobó la Ley de Amnistía y se firmaron los Pactos de la Moncloa.
Hoy, una clase política desnortada y un gobierno que sacrifica lo que haga falta para mantener el poder, están arruinando aquello por lo que Pasionaria y tantos otros juntaron sus manos hace cuarenta años. ¿De qué memoria histórica hablan ahora estos insensatos?
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