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Los bomberos, durante el trabajo de desescombro en la Cuesta del Hospital. / EFE
Una mujer muerta y dos desaparecidos al desplomarse un edificio en Santander
TRAGEDIA EN EL CABILDO DE ARRIBA

Una mujer muerta y dos desaparecidos al desplomarse un edificio en Santander

Los bomberos rastreaban anoche con perros los escombros del número 14 de la Cuesta del Hospital. La causa probable del derrumbe son los trabajos de rehabilitación en el inmueble colindante

C. DE LA P.

Domingo, 9 de diciembre 2007, 10:52

Miembros de Protección Civil y Bomberos Municipales y otros efectivos de socorro continuaron de madrugada la búsqueda de los desaparecidos, apoyados por perros adiestrados de Santander, Burgos y Asturias.

Al poco de producirse el siniestro, las autoridades municipales procedieron al desalojo de los edificios colindantes, los números 10, 16 y 18. Un total de 39 personas se vieron obligadas a abandonar sus domicilios como medida preventiva. De ellas, 32 fueron realojadas en pensiones y residencias, y siete se acomodaron en casas familiares.

El derrumbre se produjo a las 18.10 horas. Un ruido ensordecedor,--«parecía una bomba», recordaba un vecino-, sorprendió a todo el barrio. De repente, una nube de polvo blanco cubrió la calle y zonas próximas. Los vecinos se echaron literalmente a la calle, en bata, en pijama, en chandal, en zapatillas... el miedo se apoderó del arrabal. Después llegaron las ambulancias, los vehículos de bomberos y policiales, y las autoridades: la corporación en pleno (el alcalde Íñigo de la Serna se incorporó a las 10 de la noche tras regresar de viaje), el delegado del Gobierno y el consejero de Presidencia y de Justicia, además de los técnicos municipales.

El número 14 de la calle Cuesta cedió ante el vacío dejado por el edificio en el que se apoyaba, el número 12, un inmueble que había sido derribado en las últimas semanas con una simple licencia para obra menor y apuntalado con dos vigas de pared a pared, sin más protección en los muros que habían quedado al aire. Estas construcciones apenas tienen cimentación y se sustentan en muros de descarga unos sobre otros, lo que las hace más frágiles.

El edificio siniestrado, que constaba de cuatro plantas más buhardilla, cayó sobre el solar ya desnudo, en el que en los últimos días la empresa constructora estaban realizando ya obras de excavación.

El alcalde Íñigo de la Serna confirmó a las once de la noche lo que en el barrio era un puro clamor: que la causa del desplome del número 14 han sido las obras en el número 12 de la misma calle, que han ido «más allá de lo permitido en la autorización municipal».

De hecho, la constructora había llegado a un acuerdo con los vecinos del inmueble siniestrado para su realojo en la 'Residencia Aránzazu', según confirmó el alcalde. Los vecinos disponían de 15 días de hospedaje en dicha residencia. Tal es así que la noche anterior al desplome los afectados habían dormido en ese hotel. Pero la fatalidad, como la suerte, es azarosa. Ayer, un partido de fútbol, el encuentro Real Madrid con el Athletic de Bilbao, llevó a 'Chuchi', como llaman sus amigos a Jesús Cadelo, a su casa. «Quería ver el fútbol en su piso y allí estaba con un vecino cuando sobrevino la desgracia», contaban los vecinos. Su madre Gumersinda, acostumbrada al cuidado de los hijos aunque sean mayores, se fue también a la calle Cuesta para prepararle la cena. Y en esas estaba cuando la tragedia terminó con su vida. Su hermano Francisco sorteó la muerte, y salió vivo y por su propio pie entre los escombros. Iracundo, fuera de sí, sin saber todavía el triste final de su madre, 'Paco' se enfrentaba a los policías y a un concejal con amenazas de muerte. «Sí mi madre se ha muerto, os mato, juro que os mato», repetía desorientado. La familia Cadelo Colmenero es propietaria de dos pisos, uno en el segundo piso, y una buhardilla, donde se encontraba la fallecida. Y también muy conocida en la zona.

Una propietaria de un portal próximo relataba a los periodistas que los bajos y un primer piso del inmueble siniestrado habían sido vendidos y rehabilitados hace escasas fechas. La suerte tampoco jugó a su favor.

Mientras los perros, aturdidos por el polvo, rastreaban entre los escombros, el barrio se convirtió en puro lamento. «Esto se veía venir», era la frase más repetida entre las gentes, arracimadas en bares y aceras, que observan impotentes el deterioro progresivo de este arrabal. Francisco Javier Serna, abogado de dos comunidades de la calle Alta, sentenciaba: «Esta muerte será un punto de inflexión. La gente y las autoridades deben tomar conciencia de que éste es un problema de todos».

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