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JAVIER LAVILLA
Sábado, 29 de diciembre 2007, 01:37
Los alimentos y los líquidos que ingerimos descienden por la faringe hacia el esófago, a través del cual llega finalmente al estómago. El esófago desciende por la cavidad torácica a través del mediastino. Está cerca de importantes estructuras vasculares y nerviosas. Su aspecto es membranoso, con una superficie brillante pero con estriaciones longitudinales. Está constituido por diversos estratos, con una mucosa interna, otra capa de haces musculares y finalmente otra fibrosa.
Esta parte del sistema digestivo no permanece pasiva sino que facilita el paso de líquidos y sólidos mediante contracciones de su pared muscular. Son una serie de ondas que impulsan el contenido hacia abajo. Se denominan 'contracciones peristálticas' y son generadas en el músculo liso, que se producen de forma refleja e involuntaria -a diferencia del estriado, presente en los músculos y responsable de los movimientos voluntarios-. Comienzan en la parte superior y recorren todo el esófago hasta acabar en la parte inferior, junto al estómago, donde se abre la válvula o esfínter gastroesofágico, encargado de impedir el retroceso del contenido gástrico.
La acalasia
Habitualmente, estas contracciones esofágicas son involuntarias y pasan desapercibidas. Ahora bien, a veces su funcionamiento sufre anomalías provocadas por una contracción excesiva que provoca incluso la oclusión de la luz del esófago. También pueden aparecer contracciones anárquicas que impidan el correcto desplazamiento del contenido del esófago hacia el estómago. Estos problemas aparecen incluso sin que haya ninguna lesión que las provoque. Son trastornos de características neuromusculares, de los que muchas veces no se conocen las causas.
Estos problemas pueden ser leves y transitorios, pero otras veces se manifiestan de forma importante. Entre los de este segundo tipo destaca la acalasia. Se trata de un problema esofágico ocasionado por contracciones anómalas del esófago. Se da una incapacidad notable para la relajación de la pared esofágica. Además, aparecen contracciones -no persitálticas- de forma irregular que ocasionan espasmos en la capa muscular. Estas pequeñas sacudidas interrumpen todavía más el tránsito del contenido esofágico y provocan un parón e incluso el reflujo hacia arriba -con el consiguiente riesgo de aspiración-.
En general, los espasmos esofágicos suelen manifestarse con molestias de tipo opresivo en la zona precordial. Por su localización y características, con frecuencia se confunden con un cuadro cardiológico. Y su aparición imprevista aumenta la sensación de inquietud. Aun así, hay algunas diferencias. Los espasmos no suelen estar relacionados con el esfuerzo físico y, además, la zona del dolor no suele desplazarse hacia otras localizaciones -si bien incluso en la forma como se irradia puede asemejarse al dolor precordial-. También pueden tener relación con la ingesta de alimentos y líquidos, especialmente los muy calientes o fríos.
Peor con los líquidos
Aunque parezca contradictorio, es la ingesta de líquidos la que suele provocar más problemas. Los sólidos se degluten habitualmente con mayor facilidad, al formar un bolo que transita con menores problemas por el esófago y se adapta mejor a las contracciones peristálticas. En situaciones de especial dificultad se puede producir el vómito o incluso la aspiración. Este problema se observa con frecuencia en procesos neuromusculares o que afectan al nivel de conciencia.
A la hora de realizar el diagnóstico, se recurre a diversas pruebas. Aunque la endoscopia puede tener utilidad, son convenientes las que permiten evaluar la contracción del esófago. Por ejemplo, para la prueba radiológica se hace al paciente deglutir una papilla con contraste, que permite apreciar imágenes sobre el tránsito de ese contenido y el comportamiento del esófago.
Por otro lado, la manometría esofágica consiste en introducir una sonda por la nariz hacia el estómago. Una vez colocada en su lugar, el paciente debe tragar. Así se efectúan mediciones sobre cambios de presión generados por las contracciones musculares.
Los espasmos esofágicos pueden tener tratamiento. Hay medicaciones que ayudan a evitar esa contracción espástica, ya que relajan la musculatura. Pero también conviene actuar sobre cualquier aspecto que afecte a esa porción del sistema digestivo, como el reflujo u otras anomalías.
Si el problema es muy grave, en ocasiones se recurre a la cirugía o a técnicas endoscópicas que eviten esa contracción, o incluso a intentar dilatar el esófago mediante instrumentos o la inyección de sustancias relajantes.
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