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PILAR CHATO
Domingo, 3 de febrero 2008, 11:50
Dieciséis años en política pueden ser muchos o pocos, todo es relativo. Jesús López-Medel (Santander, 1959) lo deja ahora porque cree que es tiempo suficiente para «dar por concluida una etapa» y porque la vida «tiene sin duda más cosas», entre ellas la familia. Y lo hace con «memoria histórica», dice, de lo bueno y de lo malo pero con el «honor y la fortuna» de haber sido diputado nacional durante 12 años y cuatro concejal de Santander, y de haber podido representar al PP y a los españoles. Consciente de que a veces ha provocado la polémica, reivindica su deseo de no pasar a la historia simplemente por sus declaraciones sobre Irak o el 11-M y enumera una larga lista de iniciativas en el Congreso y su trabajo en organizaciones internacionales en favor de los derechos humanos y la cooperación. En esta reflexión López Medel se vale de Neruda porque No es hacia abajo y hacia atrás la vida.
-¿El balance de estos años deja más sabores que sinsabores?
-Hay muy buenos sabores y también momentos que merecen dejarse a un lado y mirar hacia delante. Recuerdo con entusiasmo la etapa como concejal de Servicios Sociales porque abrí mucho los ojos a otras realidades. Luego, como diputado, los ocho primeros años fueron muy buenos, sobre todo la primera legislatura, porque no teníamos mayoría absoluta y había que negociarlo todo y yo tenía el perfil adecuado. La segunda legislatura fue más institucional. En cambio en ésta que ahora acaba quien ha dirigido el grupo parlamentario, Eduardo Zaplana y el grupo en torno a él, me marginaron. Eso hizo que yo me buscara otro tipo de actividades, concretamente en el ámbito internacional y en unas áreas en las que siempre me he sentido muy comprometido como las de derechos humanos, democracia y ayuda humanitaria. Ha sido un gran honor como español y miembro del PP haber sido elegido para dos relevantes cargos en la OSCE por acuerdo unánime de 56 países y todas las tendencias políticas.
-¿Cómo se explica esta situación?
-Fui en las listas por Madrid porque desde la dirección de Cantabria, a pesar de haber encabezado la candidatura dos legislaturas, se decidió no contar conmigo hace cuatro años. Aún a fecha de hoy nadie me ha llamado para comunicármelo. Después fue un honor ir, a propuesta de Mariano Rajoy, en la candidatura de Madrid.
-¿Su rechazo a la guerra de Irak o cuando planteó pasar página tras el 11-M han influido en ello?
-Sin duda. Lo de Irak fue un punto de inflexión. Eso hizo que con el perfil de los dirigentes más relevantes -continuadores del pasado- ese tipo de desahogos de conciencia, como yo le llamo, fueran particularmente mal vistos. Igual que en la dirección de Cantabria se reaccionó con nula elegancia y respeto. Lamentablemente quienes estos cuatro últimos años han dirigido el grupo parlamentario y tienen cargos muy importantes en Génova eran del núcleo duro de quienes habían defendido con más ardor guerrero, incluso públicamente, la guerra, por lo que mi posición les era imperdonable.
-¿No le entendieron en el partido y sí en la calle...?
-En un partido político debe haber unidad, pero no puede sustituirse ésta por la uniformidad, ni confundirse la lealtad con la sumisión. Cuando el pensamiento único, en cualquier partido que representa a millones de ciudadanos, quiere ahogar la conciencia en determinados asuntos que afectan a las convicciones íntimas, eso será un ejército, pero no un partido político cercano a la sociedad. Porque la sociedad es plural y dentro de los votantes del PP o del PSOE hay también matices y yo he reivindicado públicamente que se respeten los matices porque mejoran la percepción global y plural de la sociedad. Y eso hay personas que no lo admiten. En el caso de Irak, la percepción contraria de la sociedad, incluidos muchos votantes del PP, era muy clara y, lamentablemente, los hechos nos han dado la razón. En estos cuatro años, he recibido cientos de felicitaciones por mi actitud. La coherencia y la conciencia tienen mucho valor.
-¿Cómo ha visto Cantabria desde Madrid?
-Cantabria sigue progresando, lo hace desde unos cuantos años y me gustaría que aquí prevaleciesen los debates sobre el modelo de región más allá de los personalismos y las fobias que se tienen.
-¿A dónde quiere llegar?
-Que se prime el interés general, el respeto y el diálogo. No es acertado hacer una política basada en la confrontación permanente y el odio que determinadas personas (algunas afortunadamente desaparecidas de la escena política cántabra) han generado. Por eso, celebro que se haya recuperado el diálogo entre el Ayuntamiento de Santander y el Gobierno.
-¿Cree que el PP puede volver a gobernar den Cantabria?
-Deseo que lo haga pero tendría que haber un cambio muy importante de actitudes y de planteamientos, además de una mayor apertura. Sólo desde la mano tendida a la colaboración y el sentido constructivo es posible recuperar el Gobierno. En Cantabria se padeció el mismo defecto que en los dos últimos años del Gobierno del PP nacional: la prepotencia. El PP puede recuperar el Gobierno autonómico pero hay que hacerlo desde la humildad y el diálogo, no desde el insulto y la crispación que algunas personas reflejan constantemente. No debe confundirse la discrepancia (legítima y necesaria) con el enfrentamiento sistemático y la descalificación.
-¿A través de pactos ?
-Sí, es la historia de nuestra comunidad. El PP no ha tenido nunca mayoría absoluta en Cantabria. Yo deseo los mejores resultados para mi partido pero hay que ser realistas. Cuando hemos gobernado lo hemos hecho en coalición con otros o con apoyos puntuales. Por eso mi reflexión es desde la experiencia de nuestra historia. Además, creo que un gobierno de coalición evita tentaciones de prepotencias.
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