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TEODORO SAN JOSÉ
Viernes, 8 de febrero 2008, 14:01
Una mañana cualquiera de hace no más de una semana, el tramo de Las Hoces de Bárcena era un continuo ir y venir de vehículos, colas de coches tras un camión en sentido descendente y tufo de frenos en el ambiente. El miércoles, entre las once y doce de la mañana, ese mismo trecho de la N-611 aparecía desangelado, huérfano de automóviles y sólo atravesado por una fría brisa con olor a pino. El trajín ha dado paso a la tranquilidad, y de imprescindible ha pasado a carretera olvidada y, si acaso, pintoresca. Es el sino que le aguarda a esta carretera.
Fomento tenía controlado el paso de una media de 11.820 vehículos diarios por Las Hoces, lo que venía a equivaler a unos 500 a la hora. El miércoles no llegarían a treinta los que, de once a doce del mediodía, subieron y bajaron por aquella revirada calzada.
«Esto es una gozada». Camino de Reinosa pedaleaba Miguel Ángel Fernández al tiempo que disfrutaba de un territorio casi vedado a los ciclistas. Su figura solitaria reinaba sobre el asfalto y dibujaba una imagen casi irreal. Inimaginable hace tan solo unas pocas jornadas. «Me apetecía entrenar por esta carretera sin tráfico», se le escuchaba entre el resuello de un ritmo acompasado y planificado para aguantar los 110 kilómetros que pensaba rodar.
Sin tráfico
Desde que a la salida del túnel de Bárcena le pasaran un par de coches, el ciclista subió Las Hoces sin que le adelantara ningún otro vehículo justo hasta cuando la angostura se abre en Pesquera, donde le alcanzaron un coche y una furgoneta. De frente sólo se había cruzado con un camión y un coche de prácticas de una autoescuela, dos camionetas y otras dos furgonetas de reparto.
Eso fue todo en quince minutos. La otrora carretera imprescindible y vital para las comunicaciones de Cantabria con el exterior, ha perdido toda su capacidad e importancia. Una obra, la inauguración del tramo Molledo-Pesquera de la A-67, ha acabado por quitar a esta carretera los galones de nacional para rebajarla definitivamente a vía de carácter comarcal aunque mantenga su anterior consideración.
«Ahora los cuatro pueblos por los que pasa esta carretera vamos a tener nuestra particular autopista», señalaba con cierta sorna un vecino de Pesquera. «Quedará como alternativa a la A-67, que afortunadamente ya es un hecho para esta parte de Cantabria», indicaba satisfecho un industrial reinosano en animada charla cerca de una gasolinera. «Es una maravilla que en menos de tres cuartos de hora podamos presentarnos en Santander. Antes nunca sabías lo que ibas a tardar, sobre todo bajando; ahora hasta te puedes permitir el lujo de concertar una cita y llegar a tiempo», seguía indicando el industrial.
El destino último de la N-611 estaba ya anunciado. Tenía escrito el epílogo desde mayo de 2003, aunque a falta por poner la fecha. Primero fue el trecho entre Cartes y Somahoz con la apertura en aquella fecha del tramo Torrelavega-Los Corrales norte; luego el trayecto hasta Molledo y por último hasta Lantueno.
Efectos colaterales
La nacional se fue convirtiendo en carretera de escape, en vía de servicio. Ahora son 45 kilómetros -22 kilómetros, si nos atenemos al tramo entre Molledo y Reinosa- en los que predominan los utilitarios y furgonetas habituales en una vía de comunicación comarcal. Los turismos, camiones y grandes transportes han desaparecido.
«¿Que si lo hemos notado? Vivíamos de los menús para los obreros de la autovía entre semana y para la gente de paso en fines de semana. Ahora todo eso se acabó», señalaba Eusebio desde el otro lado de la barra del restaurante El Ventorrillo, en Pesquera. Desde la cocina, María del Carmen anunciaba la receta: «Habrá que buscar otra salida al negocio, y el primer reto es que nos conozcan». El paliativo al ostracismo al que les ha enviado la apertura del tramo de la autovía puede ser «especializarse en comida casera y hacer cosas para que la gente tenga ganas de venirse hasta acá a comer. Esperamos que la autovía que nos ha quitado la clientela nos la devuelva poco a poco».
A los camioneros (se calcula que el tráfico pesado representa el 15 por ciento de la circulación por ese tramo) la autovía les ha quitado, sobre todo, muchas curvas. «No se puede comparar, por Dios», espeta Valeriano Ruiz nada más bajarse de la cabina para referirse al cambio de la autovía por Las Hoces. «Se tarda parecido; quizá se ganen dos o tres minutos subiendo, pero lo importante es lo que hemos ganado en seguridad y comodidad». 'El Mami', como se le conoce entre los profesionales del volante, asegura que los mejor será «no habrá los problemas que se vivían casi a diario en Las Hoces con mal tiempo».
Otros usuarios, sin embargo, ven las cosas de otra manera. Alba Pérez, que acude desde Santander a Reinosa todos los días laborables, quizás recurra a Las Hoces los días de viento y niebla, aunque reconoce que se nota mucho la mejora de la seguridad en la autovía. «Las Hoces son ahora una carretera fantasma. Después de la inauguración puedes hacer el recorrido sin cruzarte con ningún coche», asegura.
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