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MARIÑA ÁLVAREZ
Domingo, 24 de febrero 2008, 01:56
Ayer se inauguró la sede de la Asociación de Ecuatorianos Residentes en Cantabria. Hubo discursos, himno, entrega de regalos a las autoridades de aquí, música y poesía de allá y todo el boato que requería un acto del tal solemnidad, a pesar de las exiguas medidas de la que a partir de ahora será la casa de los 7.000 ecuatorianos que viven en Cantabria (1.500 de ellos en Santander), que ya tienen su punto de encuentro en la calle Luis Hoyos Sáinz.
A la fiesta no faltó casi nadie. Había representantes de otras asociaciones latinoamericanas, del Ayuntamiento y del Gobierno regional. El anfitrión, Sócrates Tarira -presidente del colectivo- expresó la importancia del acto, que convierte en realidad «un proyecto iniciado hace cinco años» y que servirá para «que los pueblos estemos unidos». Cedió la palabra al alcalde, Íñigo de la Serna, que habló sobre el Pacto Local por la Inmigración, «que en breve será una realidad», y que tiene como objetivo coordinar todas las actuaciones en la materia entre Ayuntamiento y Ejecutivo autonómico. Invitó a los presentes a visitar el centro municipal de Atención al Inmigrante, en la calle San José, donde se presta apoyo jurídico, información sobre ayudas y se facilitan trámites administrativos.
El consejero de Presidencia, Vicente Mediavilla, habló del carácter emigrante de los cántabros, de las 23 Casas de Cantabria repartidas por el mundo y de la acogida «con los brazos abiertos» que ahora se brinda a los extranjeros que llegan. «Como dice Revilla, es tan cántabro el que nace, como el que vive y trabaja en Cantabria».
El auténtico protagonista del acto fue el poeta ecuatoriano Diógenes Cuero, que agradeció a las autoridades «que lejos de invisibilizarnos, con vuestra real presencia nos reconocen». Clamó, micrófono en mano, «para que los derechos de los inmigrantes, a la vida, al trabajo, al libre tránsito y de expresión, no sean vulnerados» y, emulando a otro escritor de su país, dijo: «Vinimos 'pa' trabajar, 'pa' eso fue». Él fue el encargado de repartir regalos, folclóricas figuritas de mujeres afroecuatorianas: «Para el doctor Serna, una negrita; para la doctora Martín otra negrita -lástima que no hay negrito-; Revilla como no vino, no se lleva negrita (...)».
Un toque de marimba y cununo, la canción «Ay, caderona, caderona...», el brindis con cava y el himno de Ecuador, completaron la velada.
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