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DANIEL ROIZ DE LA PARRA
Lunes, 25 de febrero 2008, 01:54
Desde que Alfonso XIII colocase la primera piedra del Barrio del Rey el lunes 24 de agosto de 1925, las 144 viviendas que componen este barrio santanderino siguen con el mismo aspecto que hace ocho décadas, y es que, en todo este tiempo, solamente ha habido dos reformas.
La primera fue en los años 70, cuando el Ayuntamiento de Santander concedió un millón de pesetas de la época para dotarles de alumbrado, a cambio de que la comunidad concediera parte de sus tierras al Ayuntamiento, con el fin de hacer la carretera de la actual calle Simancas. «Les dimos lo que nos pidieron y recibimos una subvención, pero consideramos que aún nos deben y les hemos solicitado que nos vuelva a ayudar con mejoras en los servicios del barrio y el mantenimiento», comenta Lucas González, quien es a sus 79 años la persona más veterana del barrio.
Sobre este asunto el Ayuntamiento argumenta que, debido a que se trata de una comunidad privada, no es responsabilidad del estado en el que se encuentra el barrio. «Cuando se hizo la conexión a Simancas se pactó que su beneficio sería tener edificaciones en sus fincas», dice el concejal de Barrios, Santiago Recio.
En 1990 se realizó la última reforma, cuando se mejoraron las fachadas de los edificios. Llevan dieciocho años esperando algún tipo de ayuda institucional.
Todavía es evidente el aspecto de cuartel que tiene un barrio que estuvo «toda la vida» controlado por un sereno.
Bombardeados en el 36
De los acontecimientos que han tenido como escenario a este barrio uno destaca por encima del resto: el bombardeo que se produjo el domingo 27 de diciembre de 1936, en plena Guerra Civil. Durante algo más de un cuarto de hora la aviación franquista atacó el barrio. 'Chenchi' lo vivió en los brazos de su madre, quien la llevó a un refugio, justo debajo de donde actualmente se ubica el patio de La Salle, allí permanecieron junto al resto de vecinos mientras «los militares hacían su trabajo», ironiza.
El drama dejó a 24 personas sin vida. La mayoría niños que habían salido al Alta, lo que actualmente es el Paseo de General Dávila, para ver pasar a los aviones. Desde las instituciones franquistas comunicaron que todo había sido un error, pero gran parte de los vecinos que lo vivieron siguen sin creer sus palabras.
Dentro del barrio sólo cayó una bomba, que afortunadamente no explotó. Un golpe de suerte dentro de una jornada nefasta.
Ricardo Gutiérrez comentaba a sus 76 años que cuando era pequeño el barrio estaba «invadido por chavales, hasta el punto de haber tres escuelas llenas». Poco a poco se fueron cerrando, hasta que hace cosa de veinte años desaparecieron todas.
Uno de los vecinos ilustres de esta comunidad obrera es el navegante Vital Alsar, quien nació en una de estas 'casas baratas'.
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Javier Menéndez Llamazares
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