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Lines Vejo aún toca la pandereta en su casa. / PILAR G. BAHAMONDE
«No me gusta cambiar el folclore porque un mandil remendado es viejo»
ANGELINES VEJO PANDERETERA DE CALOCA

«No me gusta cambiar el folclore porque un mandil remendado es viejo»

Es una mujer serena, austera, dotada de una inteligencia natural. Ella se adelantó a su tiempo en un mundo rural anclado en el pasado.

MAXI DE LA PEÑA

Domingo, 2 de marzo 2008, 02:26

Es como un nido de águilas. El pueblo lebaniego de Caloca, en el municipio de Pesaguero, situado a 1.108 metros de altitud en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, forma ya parte del imaginario de aquellas poblaciones que permanecían hasta varias semanas incomunicadas por los temporales de nieve. Entonces el invierno era invierno. Y Lines atendía el teléfono público y daba el parte del tiempo y se comunicaba con Protección Civil por si se producía alguna emergencia. Durante sus 76 años de existencia esta mujer del campo, espigada, de profundos ojos verdes y que aserta con certeros dichos, ha acumulado todo el saber popular en romances, tonadas ('tonás', como dice ella) cuentos y refranes. Su figura de leyenda la hace inseparable de una pandereta. Lines ha servido como referencia a los investigadores o amantes de la tradición oral viva. Es Angelines Vejo, la panderetera de Caloca, prácticamente el único testigo del saber tradicional lebaniego y un mito viviente del folclore de esta región.

-Ya apenas nieva, Lines.

-Ahora te encuentras extraña en Caloca. Antes sabías que era primavera porque llovía y salía el sol; en verano, lucía el sol; en otoño volvía a llover, y en invierno empezaba a nevar por la Inmaculada.

-¿Tiene alguna respuesta?

-Culpo a la naturaleza que es capaz de hacer lo que no podemos las personas, pero también a la contaminación y malos hábitos de los seres humanos. Cuando era joven se envasaba el azúcar, los garbanzos o las lentejas en pequeños sacos de tela. Ahora se vende en bolsas de plástico, y el plástico se desecha y se quema, y es difícil que la atmósfera pueda respirar.

-El invierno era tiempo de cantar junto a la lumbre con la familia.

-Eso también se ha terminado desde la llegada de la televisión y los medios tecnológicos a los pueblos. Mire, antes no había panadero porque se amasaba en cada casa. Si en plena nevada te quedabas sin pan, ibas donde una vecina y te arreglabas. Como dice el refrán, 'si quieres amigos, en la miseria, pero nunca los tendrás en la opulencia'. Hoy en día creemos que ya no necesitamos nada de nadie. Los tiempos de hilar, cantar y reir en casa ya pasaron a mejor vida.

-¿A qué edad tuvo la primera pandereta?

-A los cinco años. Mi tía María me regaló una pequeñita en la feria de Todos los Santos en Potes. Era de madera y piel y la tengo colgada en una pared de mi casa como si se tratara de una reliquia.

-Hubo un largo paréntesis

-Es que con la guerra civil se desmoronó todo. Durante la posguerra apenas quedaban panderetas. Yo empecé a tocar tarde fuera de Caloca. Con motivo del 150 aniversario de la muerte de Jesús de Monasterio, en el año 1986, se organizó un homenaje en Potes.

-¿Ya tenía 55 años!

-Sí, pero en mi pueblo no había dejado de tocar y de recopilar romances y otras canciones. En aquel tiempo, en Caloca sólo había un teléfono, el público, que estaba en mi vivienda. Y una señora de Extensión Agraria llamó para preguntar si alguien tocaba la pandereta en el pueblo. Y la contesté que yo sabía tocar algo.

-¿Algo? Siempre con su proverbial sentido del humor.

-No sé, me salió así. Fui a tocar a Potes y fue un exitazo. A partir de aquel día me empezaron a llamar desde Cóbreces, Cabezón de la Sal y otros sitios.

-¿Hay varias formas de tocar la pandereta?

-Hay varias formas. Mi tía María me enseñó de pequeña, y mi tía Benjamina, de más mayor. La música se baila igual, pero la forma de hacer la percusión con la mano es diferente.

-¿Los romances y los cuentos los aprendió por transmisión oral o escrita?

-Por transmisión oral. De mi tía aprendí muchas canciones. Algunos refranes están apuntados en una libreta como 'quien mucho se escurre es porque no llega'. A mí me enseñaron a coser, a hilar. Cuando se me arrancaba un hilo me enfadaba mucho. Así que mi tía me dijo que cuando no se me arrancara me cantaría un romance. Ese fue un método de conocimiento que me ayudó mucho.

-Hay que tener una buena memoria.

-Todo las canciones que grabé en el CD-libro, publicado por Cantabria Tradicional, las canta ahora mismo de la primera a la última.

-Sé que no le gustan los nuevos arreglos en la música tradicional. ¿Por qué?

-No, no me gusta cambiar el folclore porque un mandil remendado es viejo. Si se hacen composiciones nuevas, no tengo nada que decir, incluso las hay 'guapas'. Y ahora le voy a cantar la toná 'Callejuca, callejuca', que es quizás la más vieja de la Montaña.

-Qué bien modula la voz. ¿Conoce a la Señora Carmen, que es gallega y se ha convertido en un fenómeno mediático con 82 años?

-No la he escuchado cantar, pero la he visto hablar en un programa de televisión.

-¿Cómo le gusta cantar, con voz fuerte o con más sentimiento?

-Me gustar cantar con más sentimiento. Los romances y las tonás se deben interpretar de forma ceremoniosa. No todo el mundo es capaz de cantar las canciones montañesas, en cambio las de Bustamante, sí. Hoy en día se adapta la tonada a lo que cada uno puede dar de sí. Es fundamental tener una buena voz y calcular hasta donde puedes llegar.

-Sólo falta que me hable de octavas, del vibrato y del diafragma, y estaríamos en una clase de canto.

-No es para tanto, es algo más natural, más del corazón.

-¿Cómo toca la pendereta la nueva generación del folclore cántabro?

-La pandereta es un instrumento para tocar un baile y los jóvenes tocan seguido, no marcan el paso para bailar.

-¿Hay diferencias según la comarca?

-Sí que hay diferencias. Liébana y Campoo estaban aislados por carretera, y cada comarca tiene su identidad, la distingues nada más escuchar los 'toques'. En Caloca tenemos similitud con los pueblos altos de Palencia.

-¿Cree que reponde al perfil de la Unesco de 'tesoro vivo humano'?

-¿Y qué requisitos se deben reunir?

-Ser personas que encarnen las destrezas necesarias para la manifestación de aspectos de la vida cultural de un pueblo y la perdurabilidad de su patrimonio.

-¿Por qué no? Tanto valor puede tener la cultura que conserven personas de otros pueblos del mundo para nosotros, como la nuestra para ellos. En Tresviso, Bejes, Dobres y Caloca, los pueblos altos de Liébana, se preservan unas tradiciones y unas costumbres de un valor incalculable, y no hablo sólo de música.

-Dígame tres grandes nombres del folclore de Cantabria.

-Benito Díaz, 'el Sarruján de Carmona', ex componete del dúo Cantabria, porque nadie canta algunas de las canciones montañesas mejor que él; el fallecido Pedro Madrid, rabelista purriego que llevaba al instrumento donde el quería, y la que para mí ha sido la mejor panderetera que ha habido en Cantabria, mí tía Benjamina que falleció hace pocos años. Permítame un cuarto nombre: Chema Puente. Me gusta como toca el rabel porque lo hace muy nuestro. Es de Santander, pero ha subido mucho a Polaciones. Ya se sabe que para ser arriero hay que estar cerca del burro.

-En lo personal, usted ha sido una mujer solidaria y abierta.

-Yo creo que sí. Mi marido Benigno me dejaba mucho espacio de libertad. Fue una gran marido porque me respetó siempre.

-¿Qué le hizo más ilusión, el homenaje en el Parlamento de Cantabria o la publicación del libro-CD 'Cantares de Lines Vejo'?

-Las dos cosas me hicieron mucha ilusión. En el caso del Parlamento no por el hecho de sentirme importante, sino por un reconocimiento a los viejos folcloristas que han estado muy abandonados en esta región hasta hace pocos años. Pero bien, creo que siempre es más provechoso para la gente la publicación de un disco, como la de un libro para un escritor. Tuvo repercusión hasta en Andalucía. Me enviaron una hoja de un periódico de Jerez. Ya era hora de sacar las patatas que durante tanto tiempo he sombrado ¿no le parece?

-¿Cuáles han sido los sitios más lejanos donde ha viajado?

-En 1994 actué en un festival en la Bretaña, en Francia y me lo pasé de miedo. Hace dos años fui a Londres para estar cuatro días con mi nieta que estudia allí.

-Su casa de Caloca siempre está abierta.

-Siempre estará abierta a la gente. No entiendo a la gente que es reacia a conocer a otras personas.

-¿Volveremos a comer unas alubias rojas?

-Claro que sí. Aquí está su casa, pero no tarde otros diez años.

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