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TOMÁS G. YEBRA
Sábado, 12 de abril 2008, 03:41
El Museo del Prado se suma al aniversario de los 200 años de la Guerra de la Independencia con una muestra -cerca de doscientas obras- en las que se exhibe la cara más ácida, amarga y desencantada de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746-1828). «No es exactamente una crítica sino un espejo de la época», dijo Manuela Mena, una de las máximas expertas en la obra del pintor y comisaria de la exposición 'Goya en tiempos de guerra', que estará abierta en la pinacoteca madrileña hasta el 13 de julio.
90 pinturas (de las que más de 65 pertenecen a coleccionistas privados o a instituciones ajenas del Prado), dibujos, aguafuertes y litografías forman el grueso de una muestra que se articula en torno a dos obras: 'El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha contra los mamelucos' y 'El 3 mayo de 1808: los fusilamientos de la montaña del Príncipe Pío'. Las dos obras han sido «modélicamente restauradas», aseguró el director adjunto de conservación e investigación del museo, Gabriele Finaldi. «Además de devolver a los óleos el lustre inicial hemos recuperado partes del lienzo de 'los fusilamientos' que estaban dañados». En 1938, relató Finaldi, el camión que trasladaba estas pinturas a uno de los refugios republicanos chocó en la localidad castellonense de Benicarló. «Querían salvarlas y la fatalidad obró en su contra».
Los dos cuadros constituyen «la expresión más nítida del pensamiento crítico e independiente de Goya», según palabras de Manuela Mena. «Un hecho real se transforma, merced al genio del artista, en un símbolo inmortal, en una metáfora imperecedera».
Cuatro 'escenas'
Dividida en cuatro 'escenas' o secciones, la muestra abarca los 25 últimos años de la vida del artista aragonés. La primera comienza en 1794 -año en que Goya se queda sordo- y concluye en 1800. De esta etapa son los 'Caprichos' y 'La familia de Carlos IV'. «Alternaba los encargos oficiales con otras piezas en las que comienza a soltar la mano y a liberar sus demonios interiores».
La segunda 'escena' comprende desde 1800 hasta 1808. La tercera se sumerge en los años de la guerra (1808-1814) y la cuarta y última (1814-1819) plasma las consecuencias de la brutal contienda. «Entre 1794 y 1819 la vida y el arte de Goya evolucionaron desde una ambición cortesana, plenamente alcanzada con su nombramiento de primer pintor de cámara en octubre de 1799, hasta la libertad e independencia de sus años posteriores, interesado fundamentalmente en el estudio de la naturaleza humana y sus conflictos», precisó la comisaria.
Después de la Guerra de la Independencia, Goya se centró, sobre todo, en sus dibujos y en los aguafuertes, con series como los 'Desastres de la guerra', la 'Tauromaquia' y los 'Disparates''. La Inquisición, la represión, la mala educación, el engaño, la locura, la ignorancia, la brutalidad de las pasiones, quedaron reflejados en unas imágenes «de una fuerza sobrecogedora».
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Javier Menéndez Llamazares
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