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Carmenchu posa junto a su hermana y su sobrino a la entrada de la tienda en la que siempre ha trabajado. / P. G.
El edificio más viejo de la plaza mayor de Potes será demolido
LIEBANA

El edificio más viejo de la plaza mayor de Potes será demolido

Bajo los soportales, dos de los comercios más antiguos de la villa deberán cerrar sus puertas por pimera vez en muchas décadas

P. G. BAHAMONTE

Martes, 15 de abril 2008, 03:34

Sí. Tan categórico como suena, el único edificio que quedó en pie y no fue presa de las llamas en la plaza Capitán Palacios de Potes tras la Guerra Civil, tiene sus días contados. El inmueble, declarado en ruina, acoge dos de los establecimientos más emblemáticos de la villa y de la comarca. De un lado la pastelería Wences, 40 años de un negocio familiar muy querido por todos los lebaniegos, regentado en la actualidad por Javier Wences; de otro lado la tiendita de Carmenchu. Ambos serán demolidos junto con el resto del edificio para levantar otro con las nuevas características de un inmueble de hoy día, respetuoso con el conjunto de la capital de comarca y en el que comenzarán de nuevo su actividad.

Así lo explica Javier Wenceslao, quien en sí mismo condensa a toda una saga familiar de pasteleros y reposteros desde 1929. Javi, como le llaman quienes lo conocen, es la tercera generación al frente del establecimiento del que mana un delicioso y dulce aroma al despuntar el día, ubicado en los conocidos soportales. «Me da pena por lo histórico de esta construcción, mi abuelo siempre decía que fue lo único que quedó, pero no puedo negar que voy a salir ganando porque trabajaré con comodidad y el servicio al cliente será mejor», señala.

Este joven empresario lebaniego tiene un montón de proyectos para el lapso de tiempo en que no pueda abrir la pastelería, incluso «ofrecer mis propias tacitas de chocolate recién hecho», apostilló. Y ante la duda de quién va a elaborar los próximos roscos de reyes para los lebaniegos, Javi responde sin dilación: «¿Espero que yo! Según parece todo apunta a que la obra podría acometerse en dos tiempos y la parte delantera se haría en primer lugar!».

Las primeras pipas

En cuanto a Carmen Cortés Bores, más conocida como Carmenchu por todos los lebaniegos y más foráneos de los que uno pueda llegar a pensar, verá cerradas las puertas de su pequeña tienda en los soportales de la plaza por primera vez en su vida. No cabe duda de que Carmenchu tendrá su local en la futura construcción, pero lo cierto es que la melancolía puede con ella. Y es que esta lebaniega, hija, nieta y biznieta de vendedoras, ya abrió los ojos a este mundo entre frutas, repinaldas, te del puerto, avellanas y quesucos. Son los suyos, 78 años de vigor, garra y mucha raza. «Es que tengo mezcla de sangre vasca, lebaniega y gallega», puntualiza sonriendo mientras termina de acomodar unos manojos de te del puerto que unos turistas franceses acaban de descolocarle.

Su rostro rezuma conocimiento, de ese que se conoce como picardía, sagacidad y astucia; porque en sí misma tiene condensada la experiencia de toda una vida vendiendo cara al público y las de sus antepasadas, todas mujeres, todas con algo que ofrecer al que pasase delante de ellas. «Yo fui la primera en traer pipas a esti pueblu», remarca con vehemencia y prosigue: «Las traje desde Bilbao, de la Colmena, y he pasado muchos inviernos de nieve y frío aquí, donde me ves» y señala la porción de acera que se cobija bajo los soportales, justo delante de su pequeña tienda. Ahora me habla de su madre y sus ojos súbitamente llenos de agua se tornan tiernos: «Mi madre con un abriguco venía a traerme una botella de agua caliente y una lata de brasas para los pies yo le decía, ¿mamina no cojas frío!».

Espíritu pionero

Como siempre, Carmen es pionera en sus propósitos y actividades, y ahora vende junto a su sobrino Martín Corvalán, quien es por cierto, el primer hombre vendedor en su familia, ya que el abuelo de Carmen, el señor Gabino, había sido capataz de las minas de Ándara, allá arriba, en las cumbres de los Picos de Europa. Como decía, esta lebaniega es, una vez más, pionera entre los de su gremio. Es la única que vende unas pastas denominadas 'Cojones del Anticristo'. Ni que decir tiene que el nombre resulta reclamo suficiente sin ni siquiera probar el dulzor de las mismas para provocar sonrisas y carcajadas.

Esta frase fue pronunciada por Beato de Liébana allá por el siglo VIII contra Elipando, arzobispo de Toledo, sólo que, en riguroso latín, por supuesto. «Testiculum anticristi» fue el paliativo utilizado por el abad lebaniego morador de Santo Toribio en su guerra dialéctica contra el toledano. Carmenchu sabe que «en la tierra de Beato hay que vender cosas de Beato » y por tanto tiene la exclusividad de este artículo que hace las delicias de todo turista que se detiene en los soportales de la plaza mayor de Potes.

Preguntada por lo que hará hasta que el nuevo edificio esté listo, Carmenchu no lo tiene claro: «Pues no lo sé, de verdad que no sé. ¿Cómo voy a esperar yo sin dedicarme a lo que he dedicado toda mi vida? Tengo miedo a que esto me cause a mí una enfermedad ».

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