La Residencia Cantabria

En estos tiempos en que estamos ocupados y preocupados por el desarrollo y culminación del Plan Director de Valdecilla y viendo a diario los escombros de los edificios derruidos, he tenido la oportunidad de comprobar la realidad del Hospital Cantabria, más conocido por todos como 'La Residencia'. Éste podría ser el título de una película de Alex de la Iglesia o bien de una serie de ficción española de escaso éxito retirada de la parrilla en su tercer capítulo. La percepción que me llevé del mencionado hospital que se erige dominante sobre una colina como la casa de Norman Bates en 'Psicosis', no dista mucho de las sensaciones que generó en mí el visionado de esta cinta.

Sabido es de la polémica suscitada entre los trabajadores de este hospital a causa de los supuestos malos olores, falta de salubridad y otros riesgos más propios de un dispensario de refugiados en Sierra Leona que de un hospital europeo. Cuando uno cruza el vestíbulo, de aspecto decadente y jalonado de máquinas expendedoras que no funcionan en su mayoría, por no hablar del mobiliario más propio de un decorado de 'Historias para no dormir'" o en el mejor de los casos del 'Un, dos, tres', ambos recordados programas de los Ibáñez Serrador, y se aventura a tomar uno de los ascensores que datan de 1966, lo primero que le viene a uno a la pituitaria es un olor rancio mezcla de humanidad y suciedad.

Llegados a la planta de neonatos, afortunadamente la única que visité, compruebo el estado de las paredes, desconchadas y despintadas, ilustradas con posters y fotografías deterioradas por el paso del tiempo. Sorteando obstáculos a modo de centros florales, personal sanitario, visitantes y cunas rodantes, logro alcanzar la habitación donde se supone que madres, padres e hijos deben disfrutar de una atmósfera de sosiego y comodidad. Y compruebo perplejo que en ese espacio tan reducido esto es totalmente imposible.

* GESTOR CULTURAL