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CARLOS ALCORTA
Sábado, 21 de junio 2008, 04:11
Alejandro Céspedes, nacido en Gijón en el año 1958, publicó su primer libro, 'La noche y sus consejos' (Premio de Poesía Villa de Lanjarón) en la colección Genil de Granada en 1986. 'James Dean, amor que me prohíbes' (Premio Arga) fue publicado en la editorial Pamiela en el mismo año. En la colección de plaquettes Scriptum publicó el año 1988 el cuaderno 'Muchacho que surgiste'. Otra plaquette, esta vez en la colección malagueña Plaza de la Marina, titulada 'Tú, mi secreta isla' fue publicada en el año 1990.
En 1994 obtiene el Premio de Poesía Hiperión, uno de los más prestigiosos en la pasada década, con el libro 'Las palomas mensajeras sólo saben volver'. Posteriormente, y en la misma editorial, publicó en 1998 'Hay un ciego bailando en el andén', su último libro.
Han pasado pues diez años de silencio editorial hasta encontrarnos con el libro que nos ocupa, titulado 'Sobre andamios de humo' que recoge toda su obra poética publicada hasta la fecha, con la inclusión de 'Y con esto termino de hablar sobre el amor', permitiendo así al lector que no lo hubiera leído antes, apreciar la voz de uno de los poetas más hondos, lúcidos y fiel a sus convicciones de la actual poesía de nuestro país.
Durante muchos años ha simultaneado su dedicación a la literatura con una labor profesional dentro de la gestión cultural, especialmente centrada en la dirección y gestión de espacios escénicos. Como director de escena y de producción sus últimos trabajos han sido las óperas 'Mefistofele', de Arrigo Boito; 'Julio Cesare', De Haendel; 'Madame Butterfly', de Puccini y 'Dido y Eneas', de Purcell, además de un buen número de zarzuelas con la Ópera Cómica de Madrid, en la cual ha ejercido durante varias temporadas de asesor literario.
Sirva preámbulo de carácter enumerativo para dar al lector unas referencias, que por ser generales pecan de incompletas, necesarias, sino para apreciar el excepcional calado de su poesía, sí para establecer una taxonomía individual de orden didáctico que nos permitirá ensayar unos apuntes de índole generacional.
Existen al menos dos posibilidades cuando se trata de presentar al lector un recuento poético. La primera de ellas sería acumular cronológicamente todo lo publicado hasta la fecha sin intervención posterior alguna sobre los textos, es decir, trasladando fielmente a esa obra completa en construcción, la travesía editorial concluida hasta la fecha.
Reestructuración
La segunda es la que nos interesa en este momento, porque el libro 'Sobre andamios de humo' recoge, sí, toda la obra de Alejandro Céspedes y al mismo tiempo, esta afirmación es engañosa, porque dicha recopilación ha sufrido una reestructuración, digamos argumental -se muestran ahora los libros publicados agrupados en un solo título- y su contenido ha soportado la enmienda de una nueva lectura por parte del autor, que se ha puesto en la piel de lo que Steiner denomina un 'arqueólogo de la conciencia'.
Con esta labor de poda pretende Céspedes arrojar por la borda el lastre de aquella parte de su escritura en la que ya no se reconoce, con la que su actual disposición emocional no se siente de acuerdo, con el objeto de mostrar al lector 'la vida de un hombre', tal y como el poeta desea recordarla.
Cualquiera de las posibilidades antes mencionadas resulta lícita, puesto que sólo el autor puede decidir cuál es la más recomendable, la más personal, sin embargo esta revisitación del pasado no está exenta de unos riesgos que, afortunadamente, Alejandro Céspedes, ha sabido sortear, porque, a través de sus versos, nos ofrece no una imagen parcial y tergiversada de sí mismo, sino depurada y verdadera. Estamos hablando de una poesía testimonial y, como tal, el poeta no se sitúa bajo el parasol de la tercera persona, sino que condensa toda la fuerza expresiva en la disección de un 'yo' moral, reflexivo y poco autocomplaciente.
Dividido en cuatro partes, 'Sobre andamios de humo' comienza recopilando poemas del libro 'James Dean, amor que me prohíbes', del que se ha suprimido el subtítulo, las dedicatorias iniciales y algunas epígrafes orientativos -no es baladí señalar que este libro, dividido en dos partes, engloba en la segunda parte los poemas publicados en 'La noche y sus consejos'. Ahora, en otra vuelta de tuerca, Alejandro Céspedes, elabora una nueva y meticulosa renovación, con variaciones textuales, modificaciones en los títulos y supresión de gran parte de los poemas que conformaban ambos libros y una rigurosa ordenación que finaliza con un Epílogo, que no es otra cosa que un ejercicio de conciencia, de nueva factura, a modo de resumen y, quizá, también como procedimiento para saldar cuentas y cerrar las puertas al pasado.
'Todo está consumado/ a excepción del silencio', confiesa en dicho poema. 'Y con esto termino de hablar de amor', poemario donde ha reescrito, 'Muchacho que surgiste', 'Tú, mi secreta isla' y 'La noche y sus consejos', contiene todo él lo que podemos considerar, sin riesgo alguno de equivocarnos, poemas inéditos escritos en un demorado arco temporal, desde 1979 hasta el año 2007, lo que supone un laborioso esfuerzo de reescritura en busca de homogeneidad en el discurso ideológico y narrativo.Un lector que acceda por primera vez a la obra de Alejandro Céspedes percibirá al instante la unidad de tono que, como una corriente subterránea, fertiliza la semilla que germina en estos poemas. No hay acrobacias o malabarismos en busca de un decir abismado o grandilocuente.
Mirada despierta
Céspedes se enfrenta a eso que Claudio Magris, en afortunada expresión, ha llamado 'la promiscuidad de lo real', porque ha logrado, gracias a una mirada despierta, indagadora, ver ahora lo que unos ojos menos atentos le impidieron ver en el pasado, de ahí que esa reconstrucción poética de la que hemos hablado esté completamente justificada para verbalizar la realidad, aunque, siguiendo a Alberto Santamaría, 'el poema no descansa; destruye la presunta naturalidad del lenguaje para forjar una nueva y mareante realidad desde el lenguaje'.
La reflexión se convierte en un desgarro íntimo agigantado por una idea del amor, del deseo como territorio de desolación y caos por su propia esencia efímera. 'No saben que yo siempre/ pagué por el amor más que su precio/ y que empeñé mi infancia/ e hipoteque también mi adolescencia,/ que gasté mi presente,/ y a veces mi salud, en cuerpos que fingían sentirlo o ignorarlo'. Son estos poemas fragmentos de una confesión que se sustenta en la inmediatez de lo percibido, relacionados con momentos y lugares concretos, en los que, a pesar de esa proximidad, se trasciende, a través de un lenguaje cotidiano y recomponiendo las piezas de ese puzzle que llamamos memoria, la anécdota, lo personal para convertirse en un atributo colectivo en el que estamos, como lectores, también nosotros involucrados, porque no podemos olvidar que -y aquí me remito al magisterio de Bonneffoy- 'todo poema esconde en su fondo un relato, una ficción'.
Céspedes posee eso don imprescindible para un poeta, una voz intensa y personal, que encuentra dentro de sí el asunto de sus meditaciones, porque siguiendo a San Agustín, piensa que 'el más firme conocimiento del saber se encuentra en la propia alma'.
Descolgado injustamente de los recuentos oficiales, generalmente sesgados y variopintos, por cuestiones ajenas al propio ejercicio poético, impulsados por un ecumenismo esencialmente corporativo, estamos seguros que en una nueva valoración generacional, ya pertinente y necesaria, porque el implacable juez que es el tiempo, se ha encargado de hacer su propia selección, contará con nombres como el de Alejandro Céspedes, poeta lo suficientemente sensato para considerar al lector, gracias a la ficción verosímil, ese cómplice necesario de su aventura vital, que sienta como suyos el dolor o la alegría, la paz o el desasosiego. Su exploración de la realidad es, de alguna manera, también la nuestra.
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