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EL CANDELABRO

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PPLL

Domingo, 29 de junio 2008, 03:23

Llevaba Antonia Dell'Atte mucho tiempo calladita. Demasiado para lo que es ella. Por eso a la hora de volver a hablar ante una cámara, de su boca ha brotado lo que se dice un torrente. Como que a un canal de televisión, ante semejante avalancha verbal, le ha cundido la entrevista para tres largos capítulos...

Habla Antonia desde Brindisi, ciudad situada justo en el tacón de esa bota que es el singular mapa de Italia. Dell'Atte nos cuenta que nació allí. Y eso, por sí mismo, ya lo explica todo. O sea, que su proverbial mala uva es puramente orográfica. A ella el haber nacido justo en ese enclave la ha predispuesto involuntariamente al taconazo y al puntapié, igual que a los hermanos Taviani les calentó la sesera (aunque con muy distintos resultados) el secarral de Cerdeña.

Lo más conmovedor de esta exuberante italiana es comprobar lo poco que le afecta el paso del tiempo. Físicamente se mantiene cuasi intacta. Pero es que además, ella -erre que erre- continúa en lo suyo, fiel a sus fobias de siempre. Sospecho que en todos estos años no ha hecho otra cosa que pastorear viejos rencores, como si se tratara de un rebaño de cabras.

Cuenta la fogosa Antonia por enésima vez (y con el marcadísimo acento italiano que varias décadas en España no han logrado suavizar) que «Annnna Obregonnnne» le destrozó la «vita» al romper su matrimonio con Lequio. Luego vuelve a relatar (por billonésima vez) que su matrimonio con Lequio era un infierno... Y es cuando (por trillonésima vez) el «espectatore» no entiende lo que se dice «niente». Si tan malo era su marido, si ella era víctima de malos tratos, más bien lo que le hizo la Obregón fue un favor llevándoselo. Pero es inútil entender a esta inagotable mujer a la que su patria tal vez debería contratar para arengar e impartir moral a la alicaída Squadra Azzurra.

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