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J. C. ROJO
Jueves, 21 de agosto 2008, 04:05
Aún es pronto para evaluar la manera en la que la escritura de diarios se verá afectada por los formatos aparecidos con las nuevas tecnologías. «Recuerdo el tiempo en que comenzó el auge de este tipo de publicaciones, y el modo en que muchos lo contemplaban con la nariz arrugada y por encima del hombro. Existía un sentimiento de desprecio hacia lo que se contemplaba como un puro ejercicio de narcisismo», argumentaba ayer el diarista y novelista José Carlos Llop, que durante esta semana ha participado junto a la escritora Laura Freixas en el curso 'Escribir a solas. El diario íntimo en el siglo XXI', desarrollado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y dirigido por la profesora de Filología Española y directora de la Unidad de Estudios Biográficos de la Universidad de Barcelona, Anna Caballé.
«Lo sorprendente es ver cómo muchas de estas personas han comenzado a escribir blogs que suponen la máxima expresión de esa necesidad sociópata de hacerse notar, de estar presente», añadió el diarista. Una actitud muy cercana al autismo, que conduce a esa pulsión adolescente de «llenar de notas y fotografías esos espacios con el único fin de que sus amigos puedan contemplarlo en la red».
La incertidumbre nubla el futuro de los formatos aunque, según Caballé, «es muy probable que se repitan situaciones parejas, como la que ha permitido la convivencia del cine y el teatro, o la literatura digital con la tradicional».
El cultivo de esta vertiente literaria, el diario, fue tímido en el mercado español como consecuencia del «catolicismo tramontano que profundizó durante mucho tiempo en la intimidad para trazar las reglas a seguir en el ámbito personal», explicó Freixas, al tiempo que recordaba que quizá esa fuera la razón por la que los países protestantes tienen mayor tradición.
El catastrofismo centra la visión de Llop, que profetiza una decadencia del género como «una pieza de arqueología», a la sombra de los nuevos formatos, con lo que se perderá la esencia. «La inmediatez del blog se asemeja mucho a la que impulsa el lenguaje atropellado de los mensajes de móvil, muy proclives a los equívocos, y con una pérdida de profundidad importante», añadió.
Quizá se trate de un lenguaje diferente, «en el que mediante un emoticono se puede significar el estado de ánimo de una persona, un tema para el que un diario invertiría alrededor de tres páginas», argumentaba Freixas.
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