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REDACCIÓN
Miércoles, 3 de septiembre 2008, 12:03
Funcionarios del Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Policía Nacional detuvieron el día 27 a Marcelino Fernández Arnáiz, 'el pederasta de El Astillero', como presunto autor de un delito de agresión sexual a una niña cometido la misma semana en que abandonó la prisión de Dueñas (Palencia) tras haber cumplido una condena de cinco años por la misma causa. Porque no hay otra. Lleva 28 años saliendo y entrando de la cárcel por agredir sexualmente a niñas.
Según ha podido averiguar este periódico, Fernández Arnáiz salió de la cárcel de Dueñas (Palencia) la semana del 18 al 23 de agosto. Ese día, el 23, abordó a unos niños a los que vio solos en la calle Alta, les ofreció algunas 'chucherías' y se llevó a uno de los pequeños -una niña de seis años de edad- al portal de un edificio del lugar. Allí, el 'pederasta de El Astillero' la desnudó y la realizó tocamientos hasta que la llegada de un vecino le hizo huir.
Advertidos de la agresión, efectivos de la Policía Nacional se personaron en el lugar para recoger pistas que les llevaran al autor, aunque la mejor no la hallaron allí sino en las fichas policiales, donde los agentes del SAF bucearon hasta constatar que el mayor pederasta al que se han enfrentado en décadas había salido de la prisión palentina de Dueñas esa misma semana.
Localizado en su domicilio de El Astillero, el pederasta fue detenido y puesto a disposición del juez el día 27.
28 años después
Marcelino Fernández Arnáiz, que ahora tiene 54 años de edad, había estado encarcelado los últimos cinco por agredir sexualmente a una niña de seis años en Torrelavega. Aquello sucedió en el mes de octubre del año 2002. Dos meses después de que saliera del Centro Psiquiátrico Penitenciario de Foncalent (Alicante), donde cumplió otra condena por un hecho similar.
Según los informes psiquiátricos emitidos por varios expertos, Marcelino Fernández Arnáiz tiene «una edad mental de 13 años». Y un historial delictivo que arranca en 1980 y forma una larga cadena que, 28 años después, parece no tener fin.
Sus víctimas, todas niñas de entre dos y diez años de edad, superan ampliamente la docena. Intentos de violación, tocamientos, abusos y proposiciones deshonestas colman su hoja penal. Por eso lleva veinte años saliendo y entrando de las cárceles. Una situación angustiosa para los padres y madres de las menores, a quienes ni la legislación penal ni la justicia que la aplica dan respuestas convincentes.
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