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N. CAVIA
Jueves, 9 de octubre 2008, 11:05
En estos días se ha cuestionado el trabajo de algunas monitoras (la mayoría son mujeres) del transporte escolar. La realidad podría dejar en entredicho un sistema que en algunos lugares obliga a esas trabajadoras a encargarse de los más de 50 niños que pueden caber en un autobús. Una sola persona controla, como media, unos 40 niños que oscilan entre los tres y los cinco años en muchas ocasiones. Aunque no quieren salir a la palestra, han contado cómo es una jornada habitual para una monitora. No rechazan el que puedan cometerse errores, ni siquiera dejan de reconocer que el 'material' que ellas manejan es ciertamente especial, pero también quieren que se conozca la situación en la que trabajan. Aseguran que no trabajan por dinero, al menos no solo por dinero, ya que su sueldo está en unos 300 euros al mes, a los que se añadirían pocos más por kilometraje. Lo hacen, en eso coinciden todas las monitoras consultadas en distintos lugares, porque les gustan los niños. A partir de ahí comienza un trabajo sin descanso. Arrancan con el autobús, recogiendo niños en distintas paradas, de distintas edades con distintas historias cada día. Cuentan que al subir al autobús, del que los monitores no se pueden bajar para no dejar de controlar a los alumnos que ya están dentro, esos niños o los padres les trasmiten circunstancias que quizás no recogen sus precarias listas. Por ejemplo: «el niño hoy come donde sus abuelos y no coge el autobús, o hoy no tiene clase particular, mañana tiene médico y por la tarde le recogerá su tío en la parada». Todo ello, en ocasiones, con listas de pasajeros que no se ajustan (es casi imposible) a los niños que cogen el autobús o lo que van a hacer en el siguiente viaje. La llegada al colegio Explican también que ya en el autobús la monitora les coloca: los pequeños, de tres años, delante; los mayores, de cuatro y cinco años mayoritariamente, detrás. Pero el problema mayor comienza cuando el autobús llega al colegio. Y ahí es donde pueden suceder casos como el que ocurrió la semana pasada, un niño se quedó olvidado en el transporte y estuvo en unas cocheras durante varias horas. En la parada del colegio la monitora es la primera en salir. Para evitar problemas, los mayores salen por la puerta de atrás. Los pequeños por la próxima al conductor. La monitora les espera a todos fuera, donde tiene que agruparles en dos filas: una para los niños de tres años, otra para el resto. Ella está abajo, intentando que no se rompan las filas de niños que, como tal, juegan; quieren irse al parque infantil del colegio, otros se pelean, otros corren de un lugar a otro... Aseguran que no pueden subir al autobús para comprobar si alguien se ha quedado dentro, porque si lo hacen las filas ya formadas se romperían. Aseguran que quizás sea peor el remedio que la enfermedad. Aún así, explican que echan una mirada rápida, no suficiente como se ha comprobado en algunos casos. A partir de ahí, toda la atención se centra en que la fila llegue más o menos entera hasta la entrada al colegio. Las monitoras detallan que en algunos centros hay responsables de patio que facilitan su labor y permiten que ellas revisen el autobús del que se bajan. Pero que eso sucede en pocos colegios. La sirena de entrada al colegio se convierte en música que relaja a las monitoras. Eso sí, hasta el próximo viaje y si nada ha pasado en el que acaba de terminar. En Los Corrales de Buelna son unos 130 alumnos los que cada día utilizan el transporte escolar y tres monitoras, dos para autobuses de más de 50 pasajeros, otra para un microbús. Cómo hacen las cosas los responsables de velar por la seguridad de los niños que utilizan transporte escolar se ha hecho en el municipio un tema fundamental. Eso, después de que hace sólo unos días, una familia de Los Corrales de Buelna denunciara que su hijo había sido olvidado en el autobús que le llevaba al colegio después de comer y había permanecido varias horas en unas cocheras sólo. Padres y profesores se percataron de su falta cuando vieron que el niño no volvió a subirse al autobús que tras la jornada escolar debía llevarlo a casa de vuelta.
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