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Enrique González Macho, propietario de los cines Renoir y un exhibidor de primera línea. / DM
«Cuando empecé el cine español era lo más exótico»
CINE

«Cuando empecé el cine español era lo más exótico»

El Festival de Cine Iberoamericano de Huelva premia en noviembre al santanderino por su apuesta decidida en la distribución de filmes independientes

MAXI DE LA PEÑA

Jueves, 23 de octubre 2008, 02:52

Se enfrentó a la todopoderosa Warner, firmó un acuerdo, entre otros con el entonces alcalde de Moscú, Boris Yeltsin, para exhibir cine español en el mejor cine de Moscú o consiguió tener en cartelera durante más de un año cintas españolas como 'Remando al viento', de Gonzalo Suárez. Enrique González Macho, productor, distribuidor y exhibidor nacido en Santander en 1948, es el propietario de la cadena de cines Renoir, pionera en ofrecer versiones originales. «Me da una gran pena no poder instalar unos cines en el centro de Santander; los precios de los locales son desorbitados», afirma. El Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, que se celebra del 15 al 22 de noviembre, exhibirá ocho de los títulos que conforman la filmografía del productor, distribuidor y exhibidor Enrique González Macho, con el que se pretende reconocer su trayectoria profesional. Desde la organización se ha recordado que este destacado profesional del medio cinematográfico, que durante su carrera ha venido realizando una apuesta decidida en la distribución de películas independientes. El día 17 de noviembre recibirá el premio 'Ciudad de Huelva'.

-Durante su carrera ha venido realizando una apuesta decidida en la distribución de películas independientes, de todas las procedencias.

-Descubrí una cinematografía en esos mundos que no venían a España. Traje cine ruso, chino, de lo poco que había de África, portugués, que era absolutamente desconocido aunque esté al lado. Pero me percaté que lo más exótico era el cine español, más que el israelita, que también lo exhibí en mis cines. Estoy hablando del año 1986. Y claro cuando apuestas por este modelo no te puedes equivocar, porque si la película es mala se comenta que 'vaya pestiño es el cine cubano', por ejemplo, en cambio de una película americana sólo se dice que es mala, a secas, porque goza de una impunidad. Entonces se corre el riesgo de que la gente no vuelva a ver una película cubana y por eso hay que tener buen ojo. Del 'boom' del cine argentino soy un poco responsable.

-En los comienzos nadie daba películas para las salas Renoir. Asumió una posición arriesgada.

-Muy arriesgada. Me he dado muchas bofetadas, pero también he de decir que he obtenido rotundos éxitos. Tuve una dedicación especial hacia el cine español, y sigo con el mismo criterio. La filmografía que he ido conservando durante estos veintidós años está repleta de Osos de Oro de Berlín, Leones de Oro de Venecia, Palmas de Oro de Cannes, Conchas de Oro de San Sebastián o Espigas de Oro de Valladolid.

-La inercia se rompió con dos filmes: 'Senderos de gloria', de Kubrick, y 'Sexo, mentiras y cintas de vídeo', de Soderberg.

-Con 'Sexo, mentiras...' tuve la suerte de exhibirla yo solo. Recuerdo que se formaban unas colas increíbles para ver esta película. También fue un fenómeno cinematográfico 'Remando al viento', de Gonzalo Suárez, que estuvo 58 semanas en cartelera. Había pasado un año desde la inauguración de mis cines en Cuatro Caminos, Princesa, Plaza de España y Retiro, y ya empezaba a tener una clientela fiel y venía un público que era asiduo de los cines de Gran Vía. Se transformó en un cine abierto.

-¿Encontró una explicación sociológica?

-No hay una respuesta porque sigue existiendo el mismo problema para comercializar un determinado cine que hace dos décadas. Funcionó el 'boca a oído', pero al principio lo pasé mal porque no entraba nadie. Al final conseguimos llenos como los de las películas americanas.

-Ha organizado coloquios, charlas, semanas monográficas...

-He organizado semanas de cine experimental, de cine indio, oriental. En colaboración con la Unión Europea alcancé un acuerdo para exhibir las películas de más éxito de sus países miembros, el 'Torrente' de turno.

-Usted tuvo un incidente con la Warner y se negó a exhibir 'La mala educación' de Almodóvar.

-Yo tenía contratada 'La mala educación' desde hacía siete meses y, sin avisarme, el día del estreno, Warner decidió exhibirla también en un cine situado enfrente del mío. Me pareció una acto de prepotencia inadmisible. Mandé a la mierda a la Warner.

-¿Tuvo represalias?

-No hubo represalias. Se quedaron sorprendidos con mi actitud y hubo una reunión inmediata. Acabamos aquel encuentro con un acuerdo de respeto mutuo, y me prometieron que no volvería a pasar y desde entonces nos llevamos bien.

-Ha sido un paladín de la lucha contra las imposiciones de la industria americana.

-Sí que he luchado. No tengo nada contra el cine americano y sería una estupidez porque me crié con él. Hay buen cine y mal cine americano, como en todas partes. Lo que defiendo es que haya una diversidad cultural. Es terrible que un niño sepa como funciona un tribunal americano y desconozca como lo hace el de su propio país. Como pasa en el supermercado, que se pueda elegir entre la Coca-Cola y el Trinaranjus, que por cierto es un refresco español.

-¿Por qué son tan difíciles las relaciones entre distribuidor y exhibidor?

-Es una cuestión lógica de reparto. El exhibidor considera que tiene poca participación y lo mismo ocurre con el distribuidor que se atañe a reglas comerciales. A veces se alcanzan malos arreglos y unas veces ganan unos y otras veces ganan los otros.

-Usted fue el primer exhibidor europeo en la extinta Unión Soviética.

-Esta es una historia apasionante. En 1990 todavía existía la URSS y participaba como socio en una empresa española. Firmamos el acuerdo más legal de la historia para quedarme con el mejor cine de Moscú. Conocí a Boris Yeltsin, que entonces era alcalde, firmaron los ministerios de Exteriores de ambos países, el convenio pasó por el Consejo de Ministros y acabó con la rúbrica de La Haya. Hasta 1994 exhibí cine español con un éxito increíble. Llegaron las convulsiones al nuevo estado ruso. La mafia me pidió el cine y yo les dije que se lo quedaran ellos.

-¿Cómo es su relación con Santander?

-Mi madre nació en Las Rozas de Valdearroyo y mi padre en Santander. Mis tres hermanos también nacieron en esta maravillosa ciudad. Por motivos laborales mi padre se tuvo que trasladar a Madrid y cuando la familia venía a veranear como se hacía entonces, de julio a septiembre, mi madre estaba embarazada de mí y apuró hasta las últimas fechas para darme a luz en Santander. Por diversas circunstancias no llegué a conocer la ciudad hasta que produje el rodaje de 'El corazón del bosque' de Manolo Gutiérrez Aragón. Estábamos en Llanes y no resistí la tentación: me quedé tres días en Santander. Desde hace cuatro o cinco años busco un pequeño piso con vistas al mar, pero está todo carísimo.

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