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M. Dolores Bravo
Miércoles, 29 de octubre 2008, 01:33
Una de las tradiciones que el cine americano ha exportado a todo el mundo es Halloween. Su origen se remonta al año 300 a.C. En la noche del 31 de octubre los celtas rendían culto al dios de la muerte y las tinieblas, con sacrificios animales y humanos. Los druidas, disfrazados, obligaban a entregar ofrendas para la ocasión bajo amenazas de procurar males físicos o materiales; se iluminaban con un nabo hueco con la cara de un espíritu demoníaco grabado y una vela en su interior, que dio origen a la actual calabaza y a la recogida de golosinas casa por casa. Halloween no es una fiesta inocente pues deriva del culto a Satanás, siendo uno de los días principales para los satanistas y adivinadores, y la noche del año nuevo para los brujos. Doreen Irving, bruja de renombre y concubina del más alto ministro de Satán de su tiempo, posteriormente convertida al cristianismo, alertó a los padres sobre esta fiesta en la que las orgías, las drogas, las misas negras y los sacrificios de niños forman un todo para pecar contra Dios y honrar al demonio. ¿También este año disfrazaremos tan contentos a nuestros hijos de brujas o demonios y les compramos su calabaza?
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