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REDACCIÓN
Domingo, 2 de noviembre 2008, 02:57
En qué punto los ríos cántabros tienen más posibilidad de desbordarse, cuál sería su caudal y profundidad en supuestos de lluvias intensas Estos son algunos de los datos que recoge la nueva cartografía de zonas inundables, realizada por el Instituto de Hidráulica Ambiental (IHC) de la Universidad de Cantabria para la Consejería de Presidencia y Justicia del Gobierno autonómico. Constituye la base de los futuros mapas de riesgos que el departamento dirigido por el consejero Vicente Mediavilla prevé tener listos para principios de 2009 y así poder redactar, seguidamente, el Plan Especial de Inundaciones de Cantabria (Inuncant).
Este primer estudio se centra en el análisis de la evolución de los ríos cántabros y los lugares más propensos a sufrir inundaciones. Posteriormente, para completar el mapa de riesgos, se 'cruzarán' esos resultados con la vulnerabilidad del territorio por el que discurren los ríos, en función de la existencia en sus riberas de núcleos urbanos o viviendas aisladas, emplazamientos industriales y otras infraestructuras. Más sencillamente: el desbordamiento de un río puede ser una simple anécdota o convertirse en catástrofe cuando hay construcciones cercanas.
Finalmente, en el Inuncant se establecerá la forma de actuación ante una eventual emergencia por inundaciones, estableciendo los dispositivos que se movilizarían, el protocolo de actuación de cada uno de ellos y la cadena de mandos, que en este caso encabezaría el consejero de Presidencia y Justicia como máximo responsable autonómico en materia de Protección Civil.
Hasta 500 años
De momento, sin entrar a estudiar esas variables, la Consejería de Presidencia ya dispone de toda la información sobre cómo responderían los ríos y afluentes cántabros a precipitaciones «especialmente extraordinarias», analizando las lluvias máximas que podrían producirse en períodos de 50, 100 y hasta 500 años y su efecto sobre ellos.
Esta información es indispensable, según Vicente Mediavilla, de cara a la labor preventiva de los efectivos de los servicios de Protección Civil. Así, además del aumento constante de medios personales y materiales al servicio de la seguridad de los ciudadanos, «una obsesión de este Gobierno», el consejero considera igual de importante contar con toda la información que permita una mejor gestión de todos ellos.
Se trata, en definitiva, de responder esta pregunta: ¿En caso de fuertes precipitaciones, cuáles son los lugares de mayor riesgo? Sólo conociendo esa respuesta se puede ofrecer una respuesta preventiva, que «evite los daños de una inundación y no sólo palie sus desperfectos».
Ahora, esta nueva cartografía permitirá a los servicios de emergencias y Protección Civil de la Comunidad Autónoma conocer con la máxima precisión los puntos de mayor peligro en todas las cuencas cántabras y las alturas de agua de nuestros ríos. De este modo, de cara a futuras actuaciones, se podrán seleccionar los medios más seguros y eficaces para actuar en cada circunstancia y dirigir los equipamientos a aquellos enclaves en los que, ante fuertes lluvias, se prevean situaciones de riesgo.
Directiva europea
Es una directiva europea (2007/60/CE) la que obliga a realizar una evaluación de riesgos, preparar mapas con las zonas geográficas con mayor peligro de inundaciones y diseñar los planes de gestión de crisis.
Sin embargo, Cantabria se adelantará más de cinco años en el plazo que fija la normativa europea para disponer de esta información, que señala como horizonte temporal diciembre de 2012 para la evaluación de riesgos y el año de 2015 para la elaboración de los mapas.
Esta premura, afirma Vicente Mediavilla, es una «muestra inequívoca» de que al Ejecutivo autonómico «le preocupa, y mucho» las actuaciones de naturaleza preventiva, que constituyen el inicio de cualquier política seria que se quiera impulsar en materia de Protección Civil.
El estudio, elaborado concretamente por el Grupo de Emisarios Subamarinos e Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria, tomó como base la cartografía a escala 1:5.000 del Gobierno autonómico. Sobre ella, se modelizaron todas las cuencas hidrográficas, incorporando los puntos singulares (puentes, presas, muros ) para, posteriormente, realizar un estudio hidrológico e hidráulico de la totalidad de las cuencas que existen en Cantabria, introduciéndolas en los modelos anteriores, a través de complejos programas de cálculo (HEC-HMS Y HEC-RAS).
Llanuras inundables
Los resultados obtenidos se analizaron en función de las circunstancias geomorfológicas que definen a la Comunidad Autónoma, es decir, en función de las características del terreno por el que discurren los ríos, como las denominadas 'llanuras de inundación', las áreas adyacentes a los ríos que están sujetas a inundaciones recurrentes.
Por último, se tuvieron especialmente en cuenta datos históricos de inundaciones anteriores. En este punto, se contó con la plena colaboración de los habitantes de los municipios más afectados y de los datos registrados por el Servicio de Emergencias 112 SOS Cantabria.
Con toda esta información, se procedió a la elaboración de la cartografía que arroja dos datos sustanciales. En primer lugar, los límites a los que llega el agua en situaciones extraordinarias, para avenidas (caudales máximos) que se producen cada 50, 100 e, incluso, 500 años. A modo de ejemplo, los caudales máximos que se producen una vez cada cinco siglos años se corresponden con hipotéticas precipitaciones que alcanzasen los 100-120 litros por metro cuadrado en un mínimo de tres horas.
En segundo término, a partir de ahora se sabe a qué altura llegará el caudal de cada río en el caso de esas avenidas extraordinarias. Los resultados están representados sobre las fotografías aéreas a escala, 'ortofotografías', y sobre la cartografía del Ejecutivo autonómico.
Así, del estudio elaborado por la Universidad de Cantabria se desprende que la distancia entre las dos orillas de los ríos cántabros en casos de extraordinarias crecidas variaría de forma sustancial en función de la pendiente del río, del terreno que atraviesen y de su caudal.
Como caso extremo, se estima que en algunos lugares se podrían alcanzar anchuras del orden de 300 metros, con profundidades que podrían ir desde menos de un metro hasta los siete, en la zona central del río.
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