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GONZALO SELLERS
Domingo, 9 de noviembre 2008, 11:12
Con 16 años empezó a trabajar en un hotel. Por eso, a pesar de su juventud -41 años-, Eduardo González ya es jefe de recepción en el Gran Meliá Fénix de Madrid y presidente de la asociación española de su gremio. Este fin de semana se encuentra en Cantabria para asistir al congreso nacional de la agrupación.
-En una profesión como la suya las anécdotas se acumularán...
-Sí, tengo muchas. Recuerdo el día que David Beckham fichó por el Real Madrid. Había tantos periodistas en la puerta principal que me pidió ayuda. Lo saqué a él y a su familia por la cocina. Los cocineros se quedaron alucinados. Hace poco también estuvo en el hotel Bill Clinton, un hombre más cercano y amable de lo que me imaginaba.
-También habrá situaciones comprometidas.
-Sí, claro. Una vez llegó una chica diciendo que tenía reservada una habitación desde 1960 y que le diésemos rápido la llave porque le seguía la Interpol. Llamamos a la Policía, pero durante dos horas no hubo manera de convencerla para que se fuera. Al final descubrieron que se había escapado de un psiquiátrico.
-Seguro que tiene deformación profesional cuando se marcha de vacaciones.
-Es tremendo, no consigo desconectar nunca. Voy a los hoteles y no pierdo detalle. Cojo ideas, pienso cómo lo hubiera hecho yo... En Vietnam me sorprendió la excelente calidad del servicio. Desde el primer día todos los empleados me llamaban por mi apellido, a pesar de la dificultad de pronunciarlo para ellos. De Amsterdam tengo un mal recuerdo. Estuve en un hotel en el que me trataron como un número más. Fue muy frío.
-¿Cuáles deben ser entonces las virtudes de un buen recepcionista?
-Tener facilidad para sonreír. Ante una carencia profesional o de falta de información, el cliente nos va a perdonar si somos amables y tenemos predisposición a ayudarle. No podemos ser prepotentes. También es muy importante saber dónde encontrar la información que el cliente nos demanda.
-¿Ha cambiado mucho la profesión desde que empezó a trabajar en ella?
-Sí, las nuevas tecnologías permiten a los clientes diseñarse ellos mismos los viajes y no depender tanto de nosotros. Los recepcionistas de antes eran el Internet de ahora. La gente exigía mucho más hace años, ahora es más autosuficiente y ha viajado más, por lo que conoce mejor los servicios de un hotel.
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