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Francisco Fernández Mañanes es portavoz del Grupo Parlamentario Socialista.
Sábado, 15 de noviembre 2008, 02:25
Han pasado unos meses desde que el PSOE, en su último Congreso Federal, cerrara un capítulo de la historia del socialismo español escrito con la tinta del rencor y la amargura. Me refiero a la reparación de la dignidad ultrajada a 36 militantes socialistas (Negrín, Lamoneda, González Peña, Matilde de la Torre, Max Aub...) que en el año 1946 fueron expulsados del partido.
Quiero expresar mi felicitación a José Luis Rodríguez Zapatero por haber propiciado esta resolución con la que se rehabilita a estos 36 militantes socialistas que junto a otros muchos miles y miles de hombres y mujeres, en los momentos más angustiosos y trágicos de la historia reciente de España nos mostraron, en palabras de Gracián, la tarea más difícil «esa que consiste en ser héroes cada día».
Lo que modestamente pretendo es rescatar de esta historia a un personaje admirable de nuestra tierra. Me refiero, como habrán adivinado a Matilde de la Torre Gutiérrez, esa «ciudadana de cuerpo entero» que jugó un papel muy relevante en el panorama político, social y cultural de su época.
Matilde, a quien Indalecio Prieto llamaba cariñosamente Tilduca, nació un 14 de marzo de1884 en Cabezón de la Sal en el seno de una familia culta y acomodada. Su abuelo materno editaba a mediados del siglo XIX el periódico 'La abeja montañesa'. Su tío, Enrique Gutiérrez Cueto, fundó el 1º de mayo de 1886 'El Atlántico' un diario referente de la época. Por otro lado, la pintora María Gutiérrez Blanchard era prima suya y Concha Espina estaba casada con un primo de su madre.
Con este ambiente familiar, no es de extrañar que el desbordante talento de Matilde de la Torre pronto encontrara acomodo en las letras. Fueron cientos los artículos en la prensa además de cinco libros publicados. Pero su espíritu inquieto la llevó, también, al mundo de la música granjeándose una acreditada fama como folklorista que se fraguó gracias a su ingente labor de recopilación y adaptación de cantos y danzas de Cantabria. Unos cantos y danzas que, a partir de 1926, el Orfeón Voces Cántabras, fundado por ella misma, incorporó a su repertorio. Y aún tuvo energía para sumar a esta fecunda actividad artística, su conocida labor de difusión cultural y educativa dirigida, principalmente, a las clases populares.
Probablemente, de ese compromiso social nace su compromiso político que la coloca en primera línea en la campaña de las elecciones del 14 de abril de 1931 en apoyo de la conjunción republicano-socialista. Pocos meses después se afiliará al PSOE de la mano, nada menos, que de Don Fernando de los Ríos. A partir de aquí, Matilde consigue el acta de diputada por Asturias en las elecciones de 1933 y en las de 1936, llegando a ser Directora de Comercio y Política Arancelaria en el Gobierno de Largo Caballero.
Como tantos otros al concluir la Guerra Civil su destino final fue el exilio, primero en Francia y a partir de 1940 en México. Y también, como tantos otros exiliados, vivió esos años abrigando la esperanza del retorno a una España libre y democrática una vez terminada la 2ª Guerra Mundial. Desgraciadamente, la libertad y la democracia tardarían 30 años más en volver a nuestra piel de toro y ella ya no lo pudo ver, pues en marzo de 1946 murió en Ciudad de México.
Los primeros años del exilio se caracterizaron por los enfrentamientos y la división en el seno de los socialistas, entre negrinistas y prietistas. El dogmatismo y el sectarismo imperante en aquel contexto llegaron hasta el punto de expulsar del partido a los 36 militantes ahora rehabilitados. Entre esos militantes, ya lo sabemos, se encontraba Matilde de la Torre que había mostrado su adhesión a la política de Negrín como Presidente de la República. Precisamente esto fue lo que provocó que la amistad con Prieto se tornara en enemistad y que el periódico 'El Socialista' publicara un mes después de su muerte su expulsión del partido.
No está en mi ánimo juzgar la historia sino más bien rendir tributo a la memoria de quien luchó y sufrió por defender unos ideales de paz, justicia, progreso, libertad y democracia que hoy compartimos una inmensa mayoría. Una mujer que, perteneciendo a una familia acomodada, se entregó con talento y pasión a la noble tarea de promover el progreso y la justicia social para los más desfavorecidos en tiempos nada fáciles. Una mujer de gran altura intelectual que sirvió a España hasta el último de sus días.
Acabamos de recuperar su carné pero cierto es que nunca hemos dejado de compartir los valores de nuestra admirada Matilde que siempre ha estado entre nosotros, los suyos.
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