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TEATRO

Las trochas del amor

PPLL

Martes, 2 de diciembre 2008, 01:07

El amor no traza la línea imposible de la eternidad, sino que entrelinea la trocha transitable de la finitud. Esa trocha por la que la vida y el amor se encuentran, ora confundiendo sus pasos, ora tropezando en la misma piedra, ora cayendo en distintos charcos; esa trocha que propicia encuentros y desencuentros, hallazgos y pérdidas; esa trocha jalonada de exigencias y renuncias, tantas veces tan mal repartidas; esa trocha animada de lealtades y traiciones, que se alternan; esa trocha señalizada de silencios y reproches, que con frecuencia son lo mismo; esa trocha en la que crecen zarzas con las espinas del miedo y matojos de desconfianza; esa trocha empedrada de promesas e incumplimientos; esa trocha, en fin, que marca los límites de la finitud, que el amor en su andadura a trompicones pretende difuminar, para, más fuerte que la muerte, seguir avanzando más allá de la vida.

Del amor -de la vida-, de su trayectoria por las trochas del cuerpo y del alma de un hombre y una mujer habla 'Secando charcos', función que la Sala Escena Miriñaque ofreció el pasado domingo, 30 de noviembre. Producida por la compañía vasca 'Agerre Teatro', fue escrita, de entrada, por la también actriz Maite Agirre, si bien fue Garbi Losada, la directora, quien dio al texto la forma definitiva para una puesta en escena, en la que la complejidad de unos personajes- dos que son cuatro-, se resuelve con la sencillez de unos recursos escénicos que, luciendo por sí mismos, ponen brillo en un texto que habla del amor, y del deseo que es su principio y su fin, deseo que se puede no cumplir o cumplirse a medias o cumplirse mal, pero que si acaba, la vida lo es menos. El deseo que se ennoblece cuando se le nombra amor, como si por sí mismo no ostentara sobrada nobleza.

Son esos recursos un decorado escueto, compuesto por unos módulos ondulantes que, en complicidad con la luz, responsabilidad de Xavier Lozano, son el cielo de los sueños, del amor en estado puro y el deseo por cumplir, y también son el suelo de la realidad, del amor insatisfecho, del deseo tan persistente como incumplido. Entre ese cielo y ese suelo se extiende la trocha que transitan dos parejas, que son una: Ramona y Ramón, interpretadas por Maite Agirre y Ander Lipus, en su madurez, y por Inés Martínez de Iturrate y Joseba Usabiaga, en su juventud. Es la música, compuesta e interpretada en escena por Inés Martínez de Iturrate, que también asume el diseño escenográfico, el vehículo que lleva al amor y sus cuitas por unas trochas, cuyos límites, implacables, se dejan olvidar. Con estos elementos, Garbi Losada estructura una función pródiga en belleza poética, en la que el texto, que gira y se apoya en el par de frases que figuran en el programa de mano: con la que abre - «En algún lugar entre el miedo y el sexo está la pasión»- y con la que se cierra y, a la vez, la vertebra -«¿Qué haremos cuando se acabe el amor? Seguir amándonos», presencializa el pasado de la pareja, no yuxtaponiéndolo a su presente, sino incluyéndolo en él mediante encabalgamientos textuales y escénicos, así como con miradas cruzadas entre los personajes, tanto venidas de lejos con toda su carga de ilusión, como llevadas a lo lejos con toda su carga de desengaño. La dirección de actores es impecable, y estos actúan en consecuencia.

En 'Secando charcos', Maite Agirre y Garbi Losada abren en canal el amor, y encuentran, no sólo que la pasión «está en algún lugar entre el miedo y el sexo», sino también la ternura, que está en algún lugar entre el sexo y la ilusión, y caen en la cuenta de que, parafraseando a Kant, la pasión sin ternura es ciega y la ternura sin pasión está vacía. Es una disección incruenta: no son de sangre los charcos que con pasión y ternura se secan en las trochas del amor.

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