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GUILLERMO BALBONA
Martes, 3 de marzo 2009, 10:25
En 'Treinta y seis años sin tristeza', una historia que ha sido «minuciosamente escrita para ser luego minuciosamente tachada», el artista Raúl Hevia exhibe una treintena de fotografías que constituyen su aportación al III Festival Foconorte. La galería Nuble de Santander acoge hasta abril este trabajo que enlaza con su serie 'Ópera póstuma', expuesta en el Espacio C y presentada por Nuble en Artesantander 2008. Raúl Hevia (Oviedo, 1965) vive y trabaja en Santander. Es también crítico y comisario independiente. Como investigador ha centrado sus trabajos en el arte del siglo XX. Hasta ahora ha llevado a cabo numerosas exposiciones individuales y colectivas. Desde 2004, forma junto con el artista Antonio Díaz Grande el colectivo 'Los Dobles' (www.losdobles.com).
-¿Qué se muestra y se oculta en 'treinta y seis años sin tristeza'?
-Me gustaría responder que lo mismo. Aunque no estoy seguro de ajustarme a la verdad del todo; lo que se enseña es lo que se oculta o, mejor dicho, se enseña que se oculta. Se ve que no se ve. Se trata, en todo caso, de un trabajo de 'desnudamiento', de despojamiento, de resumen: borrar, esconder, tachar, recortar, llegar a lo esencial.
-Exponer, ¿es un rito obligado, o simplemente es el mejor medio?
-Es un medio estandarizado que exige un ejercicio de síntesis y contención muy serio. No es el mejor ni el peor sistema, pero es fundamental para tomar cierta distancia del trabajo: hasta que no está ahí, colgado y cara al público, no podemos decir que esté terminado del todo, y ese punto y aparte, tan decisivo, lo da la exposición. Además, cada espacio exige un recorrido distinto, una lectura propia en la sucesión de las imágenes. Diría, una trama.
-¿Qué opinion le merece Foconorte?
Me parece que, poco a poco, empieza a tener un carácter propio; cumple ya tres años, ha ido ganando en solidez, edición tras edición, y si quiere madurar y crecer en el futuro debe cambiar algunas cosas, pulir contenidos, hacerse adulto. Supongo que ello pasa por tener una programación internacional, traspasar las fronteras de lo local y generar debate y teoría. Esto último es lo que marca la diferencia. Conozco y valoro el esfuerzo que hay detrás de Foconorte, y considero que ejercer la autocrítica es la mejor manera de prosperar. Sólo es mi opinión.
-Su creación es escritura,y viceversa.
-Cada palabra es una imagen que debe ser vista y leída a un tiempo. Hay un tiempo de la lectura y un tiempo de la mirada, que trato de superponer. Las palabras son imágenes y las imágenes se hacen aquí a través de las palabras. La fotografía de alguna manera remite siempre al tiempo, un lenguaje hecho de tiempos, de intervalos, de pausas. debe existir en cada foto una reflexión particular sobre el tiempo. Una toma de posición que debe estar relacionada con una manera de entender el mundo y, con toda humildad, con la mirada.
-De palabras arrugadas a palabras tachadas. Lo suyo, ¿se asemeja a un diario secreto, que busca ser desvelado...?
-Pero no se trata de un diario, ni siquiera de un trabajo autobiográfico; o es autobiográfico en la medida en que siempre ponemos en todo un poco de nosotros mismos. Se trata, ¿cómo decirlo?, de un relato de ficción, que sí, por supuesto, requiere ser desvelado por un espectador que debe, al mismo tiempo, ver y leer. Si empezamos a hacernos preguntas ante una imagen, entonces vamos por el buen camino.
-En estos tiempos, ¿cuál cree que debe de ser la función del arte y, en concreto, qué significado otorga al lenguaje de la imagen?
-Es una pregunta que me podría ocupar horas. No creo que el arte tenga una función específica, salvo quizás la de hacernos un poco más sabios. iba a decir mejores, pero desisto de introducir un componente moral en la respuesta asociado a ningún arte. Tal vez más libres. Me gusta esa idea de que la finalidad del arte es enseñar, pero basta con que nos haga detenernos, un instante, con la boca abierta. Un momento de iluminación. Me gusta esta idea de la fotografía como tránsito: desde la luz y hacia la luz. Respecto al lenguaje de la imagen es el lenguaje del mundo contemporáneo, nos rodea y es a través del que nos desarrollamos. Hacemos y somos imagen.
- Dice Fontcuberta que la fotografía ya no es memoria, sino acto. ¿Qué opina?
Siempre ha sido ambas cosas. Supongo que él se refiere a la fotografía como actividad humana, y es que ahora el número de imágenes que producimos se ha multiplicado exponencialmente, y nos da vértigo. No tenemos tiempo de ver todas las fotos que hacemos, que ya ni pasan al papel, sólo hacemos y hacemos. Fotografiamos sin parar, consumimos continuamente imágenes, miles al día. Deberíamos reflexionar sobre la imagen como enfermedad. Hemos sustituido el álbum de familia por el blog y la tarjeta del móvil, y también la manera de compartirlo y de mirarlo. Eso cambia nuestra manera de hacer memoria y de almacenarla.
-¿Que le sugiere la unión nueva tecnología-fotografía?
-Los nuevos modos de producción traen nuevos modos de creación. La nueva tecnología equivale a nueva ideología. Todo ello es enriquecedor y viene cargado de posibilidades. Perturba, provoca y retuerce los convencionalismos del lenguaje, lo cual hace que me resulte sumamente atractivo, fascinante.
-A veces da la sensación de que la técnica, el envase, el formato ha engullido a la expresión y a la emoción
-Esa es una opinión generalizada, año tras año, del público de las grandes ferias y bienales: el abuso de un virtuosismo formal y un exceso de tamaños que no se equivale siempre al contenido. Desde que la fotografía ha entrado en los museos, los grandes formatos han tomado el protagonismo. Es un problema muy serio. El control técnico de la calidad formal hoy es más fácil y accesible, y eso unido al desconocimiento (probado, se lo aseguro) por parte de muchos agentes del mundo del arte (comisarios, galeristas, críticos, etc.) de la historia y los lenguajes de la fotografía, hace que veamos cosas enormes expuestas sin ningún interés y sin ningún sentido de la medida.
-¿Qué valoración hace del desarrollo fotográfico en Cantabria en los últimos años?
-Es muy positivo y productivo, se han hecho muchas cosas, se han enseñado e incluso se han vendido fotografías. Hay artistas con un trabajo muy sólido y serio. Hay incluso coleccionistas. Se respira optimismo y calidad. Echo de menos que no se disponga de escuelas municipales o regionales, no sólo de fotografía: que Cantabria no disponga de escuelas de artes plásticas es tercermundista (se ha abierto una en Reocín, pero sólo imparte joyería), ya no pido una Facultad, pero sin una enseñanza básica en torno a la imagen, siempre seremos analfabetos visuales. Estar así en el siglo XXI es algo que no me cabe en la cabeza.Asimismo, hay que mencionar dos contradicciones curiosas que conviven en Cantabria: por un lado la vergüenza de mantener ese CN Foto, en Torrelavega, sin función ni sentido aparente; y por el otro, el ejemplo del gran trabajo que se lleva a cabo en el CDIS de Santander. Hay que pensar que todo irá hacia mejor.
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