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R. HONTAÑÓN
Lunes, 13 de abril 2009, 02:12
El Año Albéniz tuvo en el Palacio de Festivales de Cantabria un arranque de mucho peso con el recital del pianista canadiense Avan Yu, que el verano pasado se alzó con el segundo premio y Medalla de Plata en el XVl Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma OShea.
Entonces causó magnífica impresión entre el público, ratificada ahora. En efecto se trata de un pianista completísimo, dotado de abundantes medios técnicos y expresivos y capaz de abordar un programa exigente y comprometido. El iniciarle nada menos que con la Sonata en La bemol mayor Op.110, penúltima de las escritas por Beethoven, es una fuerte apuesta. Pues bien, la resolvió con solido concepto, algo sorprendente en un intérprete joven, bellísimos matices, así como hondura muy sentida en el doliente y emocionante Adagio man non troppo.
Luego tradujo con absoluta corrección los Estudios Op.10 de Chopin con los acentos expresivos bien controlados, y estuvo brillante en la tercera Balada de Liszt, que dio paso a tres de las piezas de la Suite Española de Isaác Albéniz, tocadas con estilo, gracia y color, sin caer en ningún momento en el pintoresquismo, algo por otra parte tan ajeno al músico de Camprodón del que este año tanta música se va a escuchar y que conviene muy bien al pianismo de Avan Yu que concluyó su recital con los más que bien dichos Tres Movimientos de Petruska de Igor Stravinskyen los que hubo fuerza y vigor y en los que mostró sus notables dotes percursivas.
Iberia Piano
Las citas musicales recibieron al Iberia Piano Trío. Es, por supuesto, una agrupación camerística de muy considerable nivel tanto en sus individualidades como en su conjunto en el que hay afinación, empaste y, lo más importante, buen criterio. Con estas armas es lógico que el programa abordado en Santander llegara a buen puerto. Y esto porque por su excelente traducción del Trío nº 1 op, 8 de Brahms, obra sí de juventud, pero en la que late el romanticismo schumaniano en toda su plenitud; aun cuando quizás hubo algún titubeo en el arranque del bellísimo Adagio, en el que hay un clima misterioso, casi religioso. Estupendos con el segundo Trío de Turina, en el que hubo claridad de ideas y riqueza expresiva, en la que el positivo nacionalismo musical está presente, como reside en dos de las Cuatro Estaciones de Piazzola, que brillantemente coronaron la velada.
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