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MERCEDE GALLEGO
Martes, 26 de mayo 2009, 02:35
En el fin de semana en que EE UU rinde homenaje a sus muertos de guerra, Nueva York había decidido celebrar la vida. No la que sale de los tubos de escape en forma de un gas mortal llamado CO2, ni la que se nos escapa al volante todos los días intentando sortear el tráfico, sino la que inundó espontánemeante las calles de Times Square tan pronto como la Policía instaló ocho barriles rayados de color naranja, a modo de barrera para los automóviles. Estarán ahí al menos hasta diciembre, que es el período de prueba elegido por el Ayuntamiento para poner en marcha el programa de las Luces Verdes, ésas que permiten cruzar a los peatones sin preocuparse de los coches.
Hasta entonces, los dos tramos de Broadway que cruzan Times Square y Herald Square serán peatonales para uso de los viandantes y disgusto de los taxistas. No había término medio entre las opiniones de estos dos grupos. Resultaba difícil encontrar un taxista satisfecho con la pérdida de calzada, o un padre que no disfrutara al dejar a su pequeñuelo corretear por las calles prohibidas. Aún así, la marea humana que lo engulle todo en Nueva York resultaba ayer, día festivo, ciertamente intimidante.
Para la guerra que acaba de desatar, el alcalde Michael Bloomberg necesita ganarse a la tercera coordenada de este triángulo: los comerciantes. Si para cuando acabe el período de prueba éstos han decidido ponerse de su lado porque aumenten las ventas, a los taxistas no les quedará mas remedio que entrar por vereda. Pero si para entonces la falta de taxis a mano y los problemas de descarga se suman a la crisis económica, serán demasiados enemigos a batir.
Por eso la ciudad está dispuesta a hacer todo lo que sea posible por poner la marea a su favor. Malabaristas, magos y mimos entrarán en la nómina del Ayuntamiento este verano para atraer a la multitud a la confluencia de Times Square, entre las calles 42 y 45, y la del centro comercial Macy's entre, las calles 33 y 35. Promete también darle un «toque europeo», con más bancos y terrazas que inviten a hacer vida en la calle bajo los carteles luminosos y las luces de neón. Ni unos ni otros alcanzan, eso sí, a ver del todo de qué manera ayudará eso a mejorar el tráfico en un 66%, como promete el Ayuntamiento. Con el cierre de Broadway en esas intersecciones siete líneas de autobuses tendrán que ser desviadas a la Séptima Avenida, que ya soportará la mayor parte del incremento del tráfico. Los responsables municipales arguyen que esas intersecciones ya estaban vetadas con giros prohibidos y recuerdan que Broadway, toda transversal de este a oeste, es la única avenida que rompe la cuadrícula perfecta de los grandes ejes de Manhattan que facilitan el tráfico. Y un guiño para sus arcas: tomen el metro.
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