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CANTABRIA EN LA MESA II

García Ojeda

«Sólo he tomado un café en mi vida. Fue en un área de servicio. No te voy a contar lo que me provocó...»Sabe pisar el acelerador, pero con la comida le cuesta echar el freno. Con carne a la parrilla en el menú, tramo con éxito seguro para el piloto de Los Corrales de Buelna. La carne argentina del Rincón del Gaucho es toda una victoria.

ALVARO MACHÍN

Sábado, 6 de junio 2009, 02:04

«Ya tenemos parrillero», dicen desde la cocina con el acento de Carlitos Gardel cuando Enrique García Ojeda se coloca el delantal y se sitúa ante el solomillo y un pedazo de provolone para las fotos. Junto a la estampa, un letrero vistoso en el que puede leerse 'Carne de las Pampas Argentinas'. Hoy le toca conseguir el 'scratch' en el Rincón del Gaucho, de Santa Cruz de Bezana. No vale poner la marcha atrás. Pisa a fondo. El queso, acompañado de bacon y tomate, para abrir boca como aperitivo. Chorizo criollo y exhibición de la parrilla con una bandeja de asado, solomillo, entrecote y lomo alto. Es la recomendación de Carolina, la propietaria. Y el cierre, con un indispensable panqueque de dulce de leche. Por el medio, vino albiceleste de la región de Mendoza y agradable conversación. A Quique le encanta la parrilla. «Hago bastantes barbacoas», dice cuando le preguntan por sus habilidades entre fogones. «En el día a día -prosigue- no tengo mucho tiempo, pero los fines de semana sí que cocino. En casa, prefiero cocinar yo a que me cocinen. Cuando me aburro, copio alguna receta de Arguiñano». Y en alguna ocasión especial se atreve con un arroz con bogavante como plato estrella de su repertorio. «Tengo mi propio truco para el caldo...». Le gusta cocinar y comer. Tradicional pero variado en los gustos. El secreto para acertar con el corraliego, «calidad y simplicidad en la preparación». «No me llaman la atención las comidas muy específicas, muy sofisticadas... La japonesa, la carne de serpiente... Puedo probarlo, pero no me llama la atención». Puestos a elegir, mejor carne que pescado («pero un pescado de nuestra costa...»). Y de lentejas nada: «Desde pequeño las odio. Mi abuela me hacía comerlas cuando era niño y desde que tengo uso de razón, no las he vuelto a comer». El Vino, si acaso, probarlo y antes un Ribera que cualquier otro. Es de 0,0 durante 364 días. Todos menos Año Nuevo. Un día es un día. No obstante, el Trapiche de 2007 que hay sobre la mesa le sorprende gratamente al mojarse los labios. «Un sabor muy suave...». Por supuesto, postre. No se lo salta. Y ya está, porque sólo ha tomado un café en su vida. «Fue en un área de servicio -relata-. Un dependiente tuvo la culpa de que no lo volviera a probar. No te voy a contar lo que me provocó... Lo mío es el Cola Cao». En carrera. Viajar por todo el mundo para convertirse en todo un campeón da para mucho. «En Rusia comimos carne de aveztruz. Recuerdo también la comida de Turquía... He tenido la mala suerte de no haber comido nunca bien en Inglaterra y, por contra, siempre de maravilla en la República Checa...», relata. La mesa importa mucho en su agenda y forma, a su manera, parte del mundo de la competición. Aunque se cuida y dedica tiempo a la preparación física, en lo referente a la comida le cuesta no hacer excepciones. Cada rallye trae recuerdos de curvas, asistencias, motores... Pero también de restaurantes, cenas, hoteles y sobremesas inolvidables. Rafa Torre, periodista de Punto Radio y Canal 8 DM y, en su día, miembro del equipo de Ojeda, desgrana nombres de establecimientos, pueblos y pruebas mientras corta con maestría la carne argentina. Ambos hablan de un viaje a Las Azores con absoluta devoción. Asociación de ideas. De hecho, en Vigo (su último destino para 'volar' sobre la carretera) ya había encargado unas navajas en un restaurante junto a la playa de Samil que ha visitado en otras ocasiones. El concepto de equipo también se afianza en torno a una mesa. «Cuando gano una carrera me gusta compartir con toda la gente y con los compañeros una buena cena y una buena sobremesa. Es una forma de compartir un trabajo bien hecho», explica el piloto incidiendo en el factor más humano de la competición. En esas reuniones, no es extraño que Quique tome la voz 'cantante' y pida por los demás. «Me gusta compartir lo que me gusta -aclara mientras sonríe-. Recomiendo enérgicamente a mis amigos. Sobre todo si yo he comido antes en ese lugar o he probado las especialidades. Odio cuando alguien pide un escalope o algo de eso... Mira que echarle pan a la carne...». Felicidad. Rallyes, velocidad y buena mesa. Toda una filosofía para Quique. «Para ser feliz hay que comer bien. El comer bien forma parte de ser feliz en el día a día...», afirma rotundo y con la convicción que otorga la certeza. Y todo esto mientras la bandeja de la carne va quedando en nada. Bien cortada, repartida a partes iguales entre cuatro comensales y bajo la mirada insinuante y porteña de una paraje de bailarines de tango que mantienen sus bocas separadas por un minúsculo hilo de aire. 'Mi Buenos Aires querido...'. Es la fotografía recogida en un mural gigante que destaca en un comedor de madera y luminoso que permite seguir comiendo y hablando sin interrupciones. Casi al final, García Ojeda le pide al camarero que atiende la mesa (también con ese acento inconfundible del país de Maradona que no borra el tiempo ni la distancia) una Coca Cola tras el sorbito de vino y alguno más de agua. Punto final. «Todo ha estado bien. Muy bien. Perfecto. Ha sido un placer compartir este rato y el día que vuelva con mis amigos, les elegiré...», responde el piloto recordando una de las preguntas anteriores y como epílogo de una agradable sesión. Despedidas, bajada de escaleras y comentarios diversos. Tiene prisa y debe conducir muchos kilómetros para llegar esa misma tarde a una de las cuatro esquinas de la península. Corriendo lo justo. Eso queda para las competiciones sin multas ni puntos a la vista. Antes del último apretón de manos, una foto que dejará constancia de su presencia en el Rincón del Gaucho, y la promesa de subir a bordo de su veloz Subaru al resto de comensales para conocer su verdadero mundo. Velocidad y un manejo implacable de la máquina. Cuando un ganador del 'Cantabria Infinita' -entre otras muchas citas por medio planeta- hace una promesa de ese tipo, conviene recordarla por escrito y, si hace falta, volver a invitarle a comer.

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