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MARGARITA FERRANDIS
Domingo, 21 de junio 2009, 11:26
Ignacio Sagaley, por muchos conocido como 'Chero', acaba de cumplir 84 años. Vecino de Toñanes, localidad en la que se quedó huérfano a muy temprana edad, ha pasado gran parte de su vida viajando, descubriendo nuevos confines y culturas que, con los años, han ido engrosando su mundología.
Su vida cambió el día que decidió matricularse en la escuela de Hostelería de Barcelona. Nunca podría haber imaginado el oficio de camarero lo lejos que podría llevarle. De los consejos que le dio su abuela hay uno que siempre le ha rondado por la cabeza y lo ha llevado a la práctica: «A quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija», y las cartas de recomendación que conseguía de personajes clave que se cruzaron en su vida, y su perseverancia, le abrieron las puertas para tener acceso a personalidades tan importantes como el ex presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, o el Rey Don Juan Carlos o gente relacionado con el mundo de las artes, como el actor Errol Flynn o el famosos trompetista Louis Armstrong.
-¿Cuál fue el momento en el que cambio su vida?
-Yo me fui a trabajar a Barcelona hacia el año 40 y empecé en un fábrica de cristal, pero tuve la suerte de que me surgió la oportunidad de ir a trabajar de camarero de barco para la Comandancia de Barcelona. Y entonces embarqué en un carguero que realizaba rutas por Europa. Por aquel entonces, en España la penicilina se pagaba a precio de oro, y yo la traía de contrabando desde Inglaterra. Y gracias a esto conseguí reunir una considerable cantidad de dinero, unas 50.000 pesetas, que entonces era mucho.
-¿Cómo invirtió todo ese dinero?
-Con ese dinero me compré un pasaje de ida y vuelta a la República Dominicana, donde me dijeron que había trabajo. Embarqué en La Coruña, donde ya sólo me quedaban 250 pesetas, con las que compré un buen libro sobre la Reconquista. El Obispo de Santander, don José Eguino, me hizo una carta de recomendación, que se la entregué al Arzobispo de Santo Domingo con el libro, y él me dio una tarjeta para ir a ver al director del Hotel Embajador, que era el más elegante y moderno de Santo Domingo. Allí me quedé trabajando durante cinco años y fui ascendiendo.
-Y, durante su estancia en Santo Domingo, ¿a quién tuvo la oportunidad de conocer?
-A dos presidentes de Estado Unidos, a Richard Nixon y a Eisenhower, también al dictador Chiang Kai-shek, líder del Partido Nacionalista Chino y presidente de la República China. También al dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez y a líder cubano Fulgencio Batista, que se refugió en Santo Domingo cuando Fidel Castro triunfaba con el movimiento revolucionario. También Isabelita Perón acompañada por su marido. Vamos, que por allí pasaron todos los dictadores. Y del mundo de las artes a Errol Flynn, a la actriz Myrna Loy, que fue elegida reina de Hoolywood, a Esther Williams, también a Lola Flores, la bailarina Carmen Amaya, y una guapísima Carmen Sevilla, que le pedí una foto firmada que nunca me llegó. Casualmente conocí a escritores como el recientemente fallecido Mario Benedetti, y para mi fue un honor poder conocer al Rey Don Juan Carlos en el Juan Sebastián el Cano, cuando todavía no ejercía como monarca.
-Entre tanta personalidad, tendrá miles de anécdotas.
-Como anécdota me acuerdo que Leonidas Trujillo, dictador de la República Dominicana, celebró la boda de una de sus hijas en el hotel. Tenía una hermana que se llamaba Nieves, que era más mala que el hambre. La boda era un bufé y sólo se podían servir las bebidas. Había un matrimonio español muy adinerado, y la señora que me pidió una bandeja de bollería francesa, y yo se la serví. Y la hermana de Trujillo me pidió otra y yo se lo negué. A un compañero le conté lo que me había pasado y me dijo «Te calló gas», porque la hermana de Trujillo tenía fama de ser malísima, y ese día pensé que me echaban del país. Imagínate, toda la sala llena de guardias y militares. Pasé miedo.
-Y después de cinco años, ¿cuál fue su siguiente destino?
-Me fui a Miami, y allí embarque en el Bahamas Star, un crucero de lujo, y navegué por todas las islas del Caribe y por el Pacífico. Con las propinas se sacaba mucho dinero. Y así estuve durante diez años. Una vez estaba hospedado el trompetista Louis Armstrong, y solicitó al servicio de habitaciones la comida. Cuando llegué al camarote vi que estaba la puerta abierta, aún así llamé para entrar, pero nadie contestó, pero una vez dentro vi que la mujer de Armstrong estaba tomando el sol en y el tío se puso hecho una furia, una vez más pensaba que era el fin, pero tampoco pasó nada.
-Con 45 años se retira y se dedica a viajar, ¿qué suerte, no?
-Sí. Yo ya había ahorrado una cantidad considerable de dinero y no me hacía falta más. Me fui a vivir a las Islas Canarias una temporada, pero al final he vuelto a mis orígenes, a Toñanes. Durante todo este tiempo he estado viajando por todo el mundo, China, Japón, India, Nepal, Egipto, Canadá, toda Europa... La verdad que he tenido suerte porque las puertas se me han abierto siempre. Yo he sido muy responsable en el trabajo. Me fui a América a ganar dinero, no de vacaciones, y los días que me daban libres estudiaba o iba a trabajar a las embajadas de camarero. Los americanos son muy sencillos. Todos eran normales. Es como Obama, son sencillos, los latinos nos damos más aires. En definitiva, he sido muy perseverante y por eso he conseguido lo que me he propuesto en la vida.
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