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NACHO CAVIA
Lunes, 29 de junio 2009, 11:19
Es su pasión. Para el cántabro Eduardo Benajes no hay nada más gratificante que hacer caminos, recrearlos y si puede ser difundirlos para que otros pisen de nuevo por donde el pasó. Acaba de culminar una aventura que le ha llevado, andando, desde muy cerca de Cracovia (Polonia) a Santo Toribio de Liébana, la primera vez que se recrea la medieval Vía Regia o Ruta de la Sal en esos términos. El camino más importante en la Edad Media entre la Europa del este y la del oeste, entre Cracovia y Santiago de Compostela. Se ha metido entre pecho y espalda más de 3.000 kilómetros atravesando Polonia, Alemania y Francia durante más de dos meses y medio. Pero ha merecido la pena. Hasta tal punto que ya está maquinando lo que puede ser su mayor odisea, un 'paseo' hasta Jerusalén.
En sus 63 años de vida, este santanderino residente en Los Corrales de Buelna ya se ha hecho andando las rutas más importantes de la cristiandad: ha caminado hasta Santiago de Compostela y hasta Roma, la aventura que hasta ahora más le ha gustado. Por eso sueña con Jerusalén. Serían siete meses, algo más quizás, y para ello necesita una buena compañía, mejor salud y toda la paciencia y ánimo. Pero sobre todo, lo que necesita, y eso es imprescindible, como él asegura, es el consentimiento de su mujer, Jovita, la gran 'sufridora' de sus aventuras acompañado o en solitario.
De su última aventura, la parte más sencilla fue precisamente la última, la etapa que transcurrió por Cantabria. Agradable por distintas cuestiones: por sus conversaciones con el párroco de Güemes, también tentado de ese sueño que termina en Jerusalén, y por reunirse con su familia, que le esperaba ya en Santander. Y como no hay mejor cocina que la de casa, esa última etapa contó con el aditamento de la tortilla y filetes empanados que le llevaba su mujer, Jovita. La mejor etapa en Cantabria, la peor, justo la anterior, la que transcurrió desde Irún a la frontera cántabra, un tramo del Camino de Santiago que califica como «durísimo». También suspende a los albergues españoles, que abren solo en verano y son los únicos que ha encontrado en todo el camino que cobran. El sobresaliente para el paisaje, para los bosques cerrados, pero bien señalizados, en Alemania, y también para el calor con el que le han ido acogiendo a lo largo de todo el camino, al 'español', como ya le conocen en esos mundos de Dios.
Difundir la Vía Regia
Uno de los motivos que llevó a Eduardo Benajes a recrear la Ruta de la Sal o Vía Regia fue la falta de información que se tiene sobre esa importante vía de comunicación en la Edad Media. De hecho, el destacaba ya antes de partir lo raro que hoy en día es entrar en Internet y no encontrar datos sobre algo así. La misma preocupación que tuvo Juan Pablo II, que se encargó de señalar esa ruta a lo largo de su país natal, Polonia. Benajes se propone cambiar esa desinformación y ya está preparando un libro sobre la 'ruta ortodoxa', el camino más fiel al original, con datos, albergues, lugares destacados y fotografías. Claro que con un ojo en el ordenador y otro en Jovita. En cómo decirle que su fidelidad la comparte con la pasión del caminante. En cómo explicar que sueña con Jerusalén. Cómo no culminar tantas aventuras con la más grande. De momento es un sueño, pero conociéndole, no cejará hasta que, si es posible, sea una realidad. Eso sí, siempre que Jovita de su permiso, por supuesto.
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