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GONZALO SELLERS
Miércoles, 22 de julio 2009, 10:45
Isidro Hoyos (Reinosilla, 1934) conoció a Mariano Arroyo, natural de Cabezón de la Sal, en 1970 en Madrid. Con él se marchó a La Habana en 2001, cuando alcanzó la edad de jubilación. Como casi todos los veranos, los dos ya preparaban su viaje de vacaciones a Cantabria cuando, el pasado día 13, la Policía cubana encontró el cadáver de Mariano en su casa. Había sido apuñalado y quemado. Sólo cuatro meses antes, otro sacerdote compañero de ambos, Eduardo de la Fuente, también fue víctima de un crimen en la misma ciudad. Tras los funerales oficiados en La Habana y Cabezón de la Sal, Isidro descansa ahora en Santander, la ciudad en la que pasó treinta años como párroco en la iglesia San Pio X de Santander, y donde trabajó en los muelles, en talleres y como abogado laboralista del sindicato CC OO.
-No es fácil encontrar sacerdotes que formen parte de sindicatos.
-Y sobre todo de CC OO (se ríe). No es común, pero en mi caso tiene una explicación muy sencilla, nunca doy saltos al vacío. En los años sesenta fui asesor religioso de un grupo que se llamaban Juventud Obrera Cristiana. Eso me vinculó mucho al mundo obrero, y cuando terminé esa función, en 1970, le dije al obispo que mi profesión, sin dejar de ser cura, tenía que desarrollarse en un sindicato. Lo hablamos y me lo permitió. No puso inconveniente.
-¿Se considera de izquierdas?
-Una vez que entras en ciertos sindicatos la gente ya te clasifica. Pero no le doy demasiada importancia. Sigo la política y voto en las elecciones, pero esa no es mi profesión, soy sacerdote.
-En el año 2000 se jubila y decide marcharse a Cuba.
-Sí, coincidió que ese verano estaba aquí Mariano, que ya llevaba muchos años en La Habana. Se lo dije, le pareció bien y me marché. Vivimos juntos cuatro años y luego me asignaron a la barriada de Alamar, en La Habana.
-¿Cómo es la vida en aquel barrio?
-Es un poblado que se creó a partir de la Revolución de Castro, pero un poblado con más de 100.000 habitantes. Más bien es una ciudad dormitorio.
-¿Y la suya es la única parroquia?
-Sí. Es una casita con un patio, un granito de arena entre la inmensa multitud. Los domingos es cuando tenemos las celebraciones, y asisten unas 300 personas. Es poco, pero antes no había nada.
-¿Está cambiando Cuba? ¿Se percibe una apertura?
-Es complicado. España y la ONU han levantado muchas sanciones, y con Obama parece que también se han restablecido las relaciones, pero dentro de la isla apenas se nota. Ahora Raúl Castro ha permitido a los cubanos acceder a los hoteles -antes no podían-, pero ¿de qué sirve? ¿Qué cubano va a ir a un hotel si no tiene dinero? También han bajado el precio de los móviles, pero estamos en lo mismo. Deberían empezar con lo más básico.
-Continúan con las cartillas de racionamiento para la comida.
-Gracias a Dios, sí. Así todo el mundo tiene algo que comer y no tienen que revolver en los basureros. Salvo la gente que trabaja en el sector del turismo, todos lo demás viven en un ambiente muy pobre. Tenemos que tener claro que, aunque el nivel cultural sea alto, Cuba es el Tercer Mundo.
-¿Existe mucha violencia en las calles?
-No tengo estadísticas, pero es una de las ciudades más seguras de Latinoamérica. El asesinato de Eduardo y Mariano ha sido noticia, sobre todo, porque ha ocurrido en Cuba. Nunca antes había pasado algo así, mientras que en otros países del entorno sí han matado curas en otras ocasiones.
-¿Es dificil ser sacerdote católico en La Habana?
-No, la gente te trata muy bien. Yo no estaba acostumbrado a la adoración que sienten allí por la figura del sacerdote. Los cubanos son muy reverentes con lo sagrado. Hay un respeto muy grande, como pasaba aquí en los pueblos en los años 40 y 50. También existe una separación Iglesia-Estado que para mí es correcta. Ahora hay una relacion de respeto, aunque no siempre fue así, hubo momentos en el que el Partido Comunista apretó mucho a la Iglesia. Ahora hay acuerdos y relaciones diplomáticas. Esto no gusta mucho en Miami, allí querrían una confrontación continua.
Los crímenes
-Y llegamos a este año. ¿En algún momento, antes de los crímenes, Mariano o Eduardo habían hablado con usted sobre algún temor, alguna amenaza?
-No, nunca.
-¿Cree que existe vinculación entre los dos asesinatos?
-Allí no se da ninguna información. No sabemos qué ha pasado realmente. Pero el viernes, en el funeral en La Habana, el arzobispo, Jaime Ortega, dijo de forma muy taxativa y clara que no había ninguna relacion entre las dos muertes. Desechó la teoría del odio a los católicos o a los españoles.
-¿Piensa que estaba hablando el Partido en boca del cardenal?
-Creo que si dijo eso es porque tenía información de primera mano. La Policía ya había detenido a los asesinos de Eduardo y de Mariano, y los dos habían confesado. El cardenal no se lo inventó.
-¿Y se lo cree?
-Pues lo tengo que creer. No tengo ninguna razón para dudar de las palabras del cardenal. Si él da esa información será porque está fundada en la investigación policial.
-Pero es mucha casualidad que maten a dos sacerdotes españoles en la misma ciudad y con tan poco tiempo de diferencia.
-Pues sí, es extrañísimo, pero no puedo construir una teoría de la nada. Si el cardenal ha desechado la vinculación entre los dos crímenes es porque se lo han dicho desde la propia investigación. A Eduardo le dejaron en un coche en la carretera y luego lo quemaron, y a Mariano lo mataron en su casa, donde también lo quemaron, seguramente para cubrir huellas. Los dos asesinos están detenidos y no tienen nada que ver uno con el otro.
-¿Y, entonces, porqué mataron a Mariano?
-Para robarle, supongo. Mariano tenía una caja fuerte grande, pero no guardaba mucho de valor, sólo una corona de la Virgen que tenía más valor sentimental que monetario. Era muy vieja.
-¿No guardaba dinero en casa?
-Si lo había no sería mucho. Mariano acababa de hacer obras en la parroquia porque estaba en muy malas condiciones. Y si tenía dinero de donaciones no lo guardaba en casa, sino en el Obispado. Desde luego, si el ladrón le hubiera dado a elegir entre la bolsa o la vida, seguro que Mariano le hubiera dado el dinero sin problemas.
-De Eduardo se ha llegado a decir que tenía una relación sentimental con un hombre.
-Me he enterado por los periódicos. Me sorprendió mucho cuando lo vi publicado. Yo no puedo decir si es verdad o no, pero no porque quiera ocultarlo, sino porque no tengo ni idea. Los tres trabajabamos codo con codo en La Habana, y jamás Eduardo nos mencionó nada ni nosotros vimos nada que nos hiciera sospechar algo sobre esto. La verdad es que me quedé muy sorprendido al leerlo.
-¿Tras la muerte de Eduardo usted y Mariano tuvieron alguna sospecha o miedo?
-No, miedo no. Lo primero que sospechamos fue que habría cogido alguien de autostop y éste lo habría matado para robarle. Pero no podemos decirlo con seguridad porque no sabemos nada, no hay información.
-Cuando murió Mariano, sí sospecharía algo...
-En ese momento me asusté, pero no por miedo personal, sino por no saber qué estaba pasando. Pero insisto, no puedo hacer una teoría en el aire. Habrá que esperar a la desclasificación de papeles.
-Los dos detenidos ya han confesado los crímenes...
-Sí, y el que mató a Mariano desveló que sus últimas palabras fueron: «Te perdono».
-¿Sería eso propio de Mariano?
-Sí, sí. Era un hombre profundamente religioso. Era muy coherente, muy austero.
-Y usted, ¿los ha perdonado?
-Hay una frase del Evangelio que dice: «Perdónales, porque no saben lo que hacen». Es tal disparate quitarle la vida a alguien que realmente creo que no sabían lo que hacían.
-Entonces, más que odio, siente lástima por ellos.
-Sin duda ninguna. Matar a alguien es una perversión tremenda, por eso estoy profundamente en contra de la pena de muerte.
-¿Le impresionó la multitud que acudió al funeral en La Habana?
-Me imaginaba algo así. Mariano era muy conocido allí. Creo que después de las manifestaciones de Castro ésta ha sido la mayor que ha vivido La Habana.
-¿Piensa volver a Cuba?
-El 28 de agosto.
-¿No tiene miedo?
-No. Tampoco creo que esto vaya a ser una cadena que no termina nunca. Tengo un compromiso con aquella gente y lo voy a cumplir. Me parece una cobardía no volver. No digo que yo sea necesario, pero me veo obligado a hacerlo.
-Su familia querrá impedirselo.
-Quizá, pero ya me conocen, saben que cumplo lo que digo. Me gusta ser coherente, y si no vuelvo a La Habana me quedaría mala conciencia.
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