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Luis Ruiz es sociólogo y autor del libro 'La contracultura: ¿que fue, qué queda?'
Jueves, 3 de septiembre 2009, 02:37
Con los dos primeros trofeos de la temporada en el bolsillo y tras ser incluídos seis jugadores en el equipo ideal de la UEFA, el Barça y su estilo están de moda. Y es que, desde el Dream Team de Cruyff, asistimos a una revolución en el fútbol español (silenciosa, estética y cultural) desde un oscurantismo y conservadurismo, disfrazados bajo el slogan de la Furia Española, hacia un nuevo modelo que rechaza la apología del resultado y ensalza el lado más espectacular y artístico del deporte rey. De rebote y fruto de este cambio, ha aumentado incluso, sensiblemente, la calidad de nuestra liga y de nuestra selección nacional.
Un claro exponente de dicho cambio -generacional y de mentalidad- supone el 'modelo Laporta' de gestión, quien llegó al club en su etapa más negra, reactivándolo, pese a lo cual fue radicalmente cuestionado y atacado por las 'fuerzas conservadoras del status quo', quienes casi forzaron su práctica destitución, hace apenas un año.
El modelo Laporta logró resistir las embestidas impuestas por las urgencias y el 'resultadismo' imperantes en el fútbol actual, y contraatacar a dichas fuerzas retrógradas con la consecución histórica del reciente triplete, asestando así un golpe definitivo al viejo paradigma, cuyo retrato-tipo se ejemplificaría en un círculo vicioso según el cual: una afición más o menos fanática exige 'ganar como sea', elevando al poder a un presidente y equipo directivo demagogos y especuladores ( y -a menudo- fumadores de buenos puros), quienes gobiernan en su propio beneficio, con la colaboración de grupos ultras y mafiosos, fichando a menudo a entrenadores sumisos, a los que despiden a la primera de cambio, utilizándolos como cabeza de turco en cuanto ven la suya peligrar (la última temporada del Madrid y del FC Barcelona ejemplifican las diferencias entre esos nuevos y viejos paradigmas de gestión a los que me refiero).
A partir de ahí, el Pep-Team ha demostrado que 'otro fútbol es posible' y que con una filosofía basada en la cantera, el compromiso con el club y el talento e imaginación al poder, se pueden lograr las cuotas más altas de éxitos deportivos.
Siempre inteligente y humilde, el propio Guardiola advierte que él se ha limitado a recoger el legado de Cruyff, quien le 'alisó el camino' merced a la revolución comentada, sin la cual el propio Guardiola y los jugadores de sus características (físicamente débiles, pero con una calidad y 'sentido del juego' excepcionales) nunca hubieran llegado a la élite, al ser desechados por 'misters amarrateguis' ( tipo de entrenador dominante en el anterior paradigma, demasiado clemente con los jugadores más toscos, agresivos y 'tuercebotas').
Ciertamente Guardiola ha bebido -y se ha beneficiado- del jogo bonito del Cruyffismo, pero con aportaciones de su cosecha, como: un gran equilibrio defensivo, un estudio concienzudo del rival, una preparación de las jugadas a balón parado. amén de unas dosis de 'catalanismo' y aceptación entre los distintos bandos del 'entorno barcelonista', que contribuyeron a limar las amplias asperezas y divisiones internas existentes en la afición.
Pero si somos justos y profundizamos un poco más en estos éxitos, deberemos bucear en ese 'árbol genealógico' del fútbol-arte que practica el Barça, hasta dar con un 'ancestro' que no es catalán ni holandés, sino cántabro: Laureano Ruiz, a quien se reconoce públicamente como el precursor de la actual filosofía de juego blaugrana (así lo hace la propia directiva actual, la televisión catalana TV3 y los muchos discípulos de Laureano que actualmente entrenan en las secciones inferiores de la alabada cantera del Barça).
De hecho, hace medio siglo -en palabras del propio Cruyff- Laureano Ruiz ya «nadaba a contracorriente» al realizar entrenamientos basados en rondos y demás ejercicios íntegramente con el balón, jugar con extremos practicando un fútbol basado en el ataque y el toque-toque, introducir el pressing del baloncesto en el fútbol, premiar la cantera y el talento frente a la 'cartera' y el 'patadón y tentetieso'. estableciendo, además, un sistema (movimientos en ataque y defensa) y un estilo de juego que practicaban todos sus equipos, al margen de cuáles fuesen los jugadores alineados y el equipo contrario.
Influyendo claramente, por todo ello, en su discípulo Johan Cruyff e indirectamente en el discípulo del discípulo Josep Guardiola (si Laureno plantó la semilla del 'estilo Barça' en los 70, Cruyff lo hizo florecer en todo su esplendor durante los 90 y ahora saboreamos sus deliciosos y vistosos frutos a través de Guardiola).
En realidad este artículo no pretendía hablar de fútbol, sino de algo más importante: de un hijo orgulloso de que su padre haya logrado aquello para lo que venimos a este mundo: sembrar 'semillas de luz' (bien sea en forma de amor, humor, generosidad, paz, espectáculo, diversión, belleza. ) que trasciendan el tiempo y el espacio, dejando huella para generaciones venideras.
Laureano, mi padre, sembró luz con su ejemplo, actitud y trayectoria dentro del oscuro e interesado mundo del fútbol. pero cada uno debemos buscar cuál es la tierra más fértil para plantar nuestra semilla: puede ser la vida política, familiar, las relaciones personales, laborales, el arte, la ciencia, el voluntariado... o cualquier otro ámbito desde el que se pueda contribuir a hacer este mundo un poquito mejor.
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