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Lunes, 30 de noviembre 2009, 08:23
Pueden ver la tele, escuchar la radio y leer la prensa. Tienen Internet y hasta página web. Y no, no van descalzas. Sin embargo, mantienen firme su compromiso con la vida de austeridad y pobreza, de recogimiento y clausura, de oración y penitencia, fraguada en los comienzos de la era cristiana en el sagrado Monte Carmelo, punto de partida de la Orden de las Carmelitas Descalzas.
Son las cinco en punto de la tarde de un día cualquiera del Siglo XXI. En la puerta del Convento San José (en Ruiloba) espera un hombre. Parece uno de los vecinos habituales de las ceremonias religiosas que se ofician en la iglesia todos los días. Y se diría, por lo que dice, que conoce bien el ambiente que reina intramuros: «Lo de estas mujeres es auténtica vocación... Esas paredes son muy gruesas».
Dentro aguardan la hermana María Dolores, de 71 años de edad y madre superiora de la congregación, y la hermana Juana María, de 46. Van a desempeñar un papel al que ninguna de las dos está acostumbrada. Ser guías de un lugar que apenas acepta visitas.
Sonríen, invitan a pasar y aclaran. El hecho de que se hagan llamar Carmelitas Descalzas no es porque no lleven zapatos, sino porque en 1562, tras un tiempo de relajación en las normas eclesiásticas, «Santa Teresa de Jesús impulsó la reforma de la orden del Carmelo para devolverla a sus principios: la austeridad, la pobreza y la clausura. El término 'descalzas' es un símbolo de la austeridad y pobreza que practicamos».
Una vez hecha esta matización, las dos hermanas inician un sosegado recorrido por el edificio, que fue construido en el año 1877 por orden de José Ruiz Pomar, un sacerdote natural de Ruiloba que invirtió parte de su cuantiosa fortuna en levantar este sólido edificio. En sus primeros años llegó a cobijar a 21 monjas. Hoy lo habitan 13. La más mayor tiene 90 años y la más joven sólo 42.
Crisis de vocación
María Dolores y Juana María coinciden a la hora de señalar que en los tiempos que corren es difícil encontrar a personas con esta vocación. «Las chicas jóvenes no están para estos menesteres», dicen con pena. Luego explican que hubo una época, «allá por los años 60», en que llegaron a ser 28 religiosas en el convento. «No podíamos admitir todas las vocaciones que recibíamos». Tras la guerra hubo una gran expansión y se fundaron unos cuantos monasterios, de los cuales se mantienen los de Maliaño, Torrelavega y Ruiloba. En total, son 31 carmelitas en Cantabria.
¿Y cómo puede una mujer decidir que quiere ser monja de clausura? ¿Cómo llega esa vocación de la que hablan? La Madre Superiora sonríe y dice con el rostro iluminado: «Son cosas de Dios». Después, más seria, precisa: «Es una llamada que sientes en un momento determinado para cumplir una misión dentro de la Iglesia».
La hermana Juana María recuerda perfectamente el día y el lugar en que la sintió. Tenía 19 años. La hermana María Dolores fue sintiendo el deseo de la llamada de Dios después de haber ejercido de maestra durante algunos años. A los 26. Ellas lo entienden «como el que tiene vocación para ser médico, abogado, escritor o músico». Se encuentran plenamente realizadas con la labor que desempeñan en esta sociedad y reconocen «que quien no tiene auténtica vocación no dura ni ocho días aquí adentro», aunque el hecho de que sean monjas de clausura no significa que no estén en contacto con el mundo exterior. Entienden la clausura no como un fin por sí mismo sino como un medio para poder ejercer la vida contemplativa.
Así, tienen «familias con las que hablamos», ven la televisión, aunque «muy de vez en cuando» porque no les gusta, escuchan la radio «en ocasiones» y, en el almuerzo, leen un diario noticioso católico «para poder saber lo que pasa en el mundo». Además, la Orden religiosa tiene Internet y una página web. Y, como cualquier otra persona, salen si deben hacerlo: «Para hacer papeleos, para ir al médico...».
Por eso, tenían conocimiento del secuestro del atunero 'Alakrana' y saben que Barack Obama es el nuevo Presidente de Estados Unidos, aunque no han oído hablar de Michael Jackson, Cristiano Ronaldo o Antonio Banderas.
De 6.30 a 23.00 horas
Respecto a su vida cotidiana, las carmelitas se despiertan con el alba y se acuestan a las once de la noche. Durante ese tiempo dedican cerca de cinco horas a la oración y otras cinco a trabajos variados tales como limpiar, planchar, decorar porcelana, cocinar y cuidar de la huerta. Disponen de dos horas de recreos y todos los días invierten cierto tiempo en la formación teológica. Menos el recreo, todas las actividades las desempeñan en un ambiente de silencio y contemplación. También se encargan de mantener la hospedería, un edifico anexo al convento que es utilizada como casa de retiro para grupos; tiene capacidad para 23 personas. Según la hermana Juana María, para ser de monja de clausura «no hace falta tener un carácter determinado». Dentro del convento «unas son más alegres, otras más reservadas, las hay tímidas, curiosas, extrovertidas...».
Y según la hermana María Dolores, consagrarse de manera definitiva requiere un tiempo de discernimiento y formación de seis años, «un periodo de tiempo suficiente para que la aspirante verifique que lo que siente es verdadero». Transcurridos tres años, «se comprometen a guardar los votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia», matiza. «Y pasados seis años reciben el velo negro», lo que significa «que pasa a ser Esposa de Cristo para siempre». A esto lo denominan «Profesión Solemne».
Un camino que no es sencillo. Según reconocen ambas carmelitas, «los principios son duros» porque «es el momento en el que hay que renunciar a muchas cosas». Con una decisión así, queda a un lado una vida completamente distinta en todos los aspectos. «En todos». Aunque, quizá, el trago más amargo se lo bebe la añoranza familiar. Si bien están en contacto con ellos, echan de menos a los suyos , que, a veces, no aceptan su decisión, lo que supone una carga añadida.
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