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JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ (EFE)
Martes, 8 de diciembre 2009, 11:29
Angelines, de Potes, nunca grabó un disco; tampoco Ángel, de Uznayo, ni Aurelia, de Tresviso. Sin embargo, sus voces, tal como sonaban en 1952 cantando las canciones de sus mayores, se conservan desde hace cinco años en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y ahora están disponibles para todos en la Red.
Las voces de Araceli Garrido, Carmen Gómez, Angelines Soberón y Ramón Soberón, de Potes; Juana Morante, Catalina Morante y Ángel Roiz, de Uznayo; o Aurelia de Caso, de Tresviso, y otros parroquianos anónimos de Liébana y Polaciones, han pasado a la posteridad gracias a un cazador infatigable de canciones, un tipo de Texas llamado Alan Lomax (1915-2002).
Y todo porque la BBC tuvo la feliz idea de enviar a Mallorca a documentar un certamen de folclore al americano que grabó por primera vez al padre del blues de Chicago, Muddy Waters; o que presentó al gran público a leyendas como Pete Seeger o Woody Guthrie.
Poco atraído por lo que esperaba encontrar en la España de Franco, Lomax acabó quedándose seis meses y recorrió medio país, magnetófono en ristre. Las grabaciones de ese trabajo y de los demás viajes de Alan Lomax por el mundo se han preservado en la fundación que él mismo constituyó para difundir la cultura de los pueblos (Asociación para la Equidad Cultural, ACE), hasta 2004, cuando fueron adquiridas por la Biblioteca del Congreso de EEUU.
Ahora, la ACE ha volcado en Internet una copia digital de todo el archivo de los viajes de Alan Lomax (lomaxgeo.org), toda una oportunidad saber cómo sonaba la música popular de España cuando todavía conservaba, casi pura, toda su riqueza y diversidad.
Sobre todo para aquellos interesados en las grabaciones de Cantabria , que todavía no se han publicado en disco, a diferencia de las de Aragón, Baleares, el País Vasco, Navarra o Galicia.
«Por aquella época la memoria estaba muy viva, no la habían contaminado los medios de comunicación. En muchos pueblos de España no había luz ni radio. Ellos mismos se procuraban el entretenimiento», resalta Fernando Gomarín, ex director del Aula de Etnografía de la Universidad de Cantabria (UC), que ha documentado el viaje de Lomax por Liébana y Polaciones para la responsable de la serie 'España' de su colección musical, Judith Cohen.
Alan Lomax llegó a Cantabria en noviembre de 1952, en un breve paréntesis en sus recorridos por Asturias. Sus referencias sobre la música montañesa procedían de lo que había escuchado pocos días antes en las fiestas del Pilar, en Zaragoza, donde vio a un grupo de Cabezón de la Sal bailar la Danza de las lanzas (o de Ibio).
Con la mediación del catedrático asturiano Juan Uría y el historiador cántabro Fernando Barreda, el famoso 'cazacanciones' contactó con dos lebaniegos que le guiarían en su exploración musical de Liébana y Polaciones: el fotógrafo Eusebio Bustamante y la responsable de un grupo de folclore de Potes, Angelines Soberón, que cantó para él junto a sus compañeros.
Sin embargo, para Gomarín, lo más interesante del trabajo de Lomax en Cantabria se encuentra en sus breves excursiones a Tresviso y a Uznayo, dos pueblos en los que su magnetófono graba a la gente común, no a un grupo folclórico estable, como el de Potes.
De la misma opinión es el músico Roberto Diego, fundador de los grupos de folk 'Luétiga'» y 'Gatu Malu', que apunta otro hallazgo en el archivo de Lomax: las canciones -sobre todo las de pandereteras- están interpretadas por jóvenes y tienen una viveza de la que carecen grabaciones posteriores, hechas a mujeres mucho mayores.
«Ha captado folclore en estado puro y, además, en la juventud. Eso tiene muchísimo valor», resalta Diego, que recorre desde hace dos décadas Cantabria recogiendo testimonios sonoros, pero nunca había escuchado dos de las piezas que Lomax grabó en Tresviso.
Allí, Lomax registró auténticas joyas, como una nana o un canto para mazar natas, que le interpretó al ritmo del 'vejigu' Aurelia de Caso. Esa grabación, como el resto de las que hizo en el paradigma de pueblo aislado de Cantabria , aparece en su colección mezclada junto con las sesiones de Arenas de Cabrales (Asturias).
Y en Uznayo, arrancó a Juana Morante, Catalina Morante y Ángel Roiz versiones de las marzas, nanas, piezas a lo ligero... hasta grabó conversaciones de pastores con los giros propios de la zona. Pero incomprensiblemente se centró en un repertorio de voz y pandero y dejó escapar un tesoro que estaba ante sus ojos: la bandurria, como llaman al rabel en Polaciones.
«En aquellas fechas, allí hasta el más negado tenía una bandurria. La construía y la tocaba. Es rarísimo que nadie le dijera: ¿Quiere que le toque algo? Quizás no se atrevieron», especula Gomarín que hace unos años llevó a la hija de Lomax a escuchar lo que su padre se perdió, de manos del último rabelero de Belmonte, José Fernández.
Pero probablemente se deba a que a Lomax, un americano al que muchas veces acompañaba contra su voluntad la Guardia Civil, le recibieron casi siempre con hospitalidad, pero también con las cautelas hacia todo lo extraño que tenía aquella España recién salida de la guerra civil.
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