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I. CUESTA
Domingo, 24 de enero 2010, 10:18
Cuando llegas a San Sebastián de Garabandal nada hace pensar que en aquel pueblo han pasado tantas cosas. De hecho, parece uno de esos muchos pueblos de media montaña a los que los domingos se va de paseo y comida. Asuntos sin la menor trascendencia. Otra cosa es cuando decides dar un paseo. Al ratito ya sabes que, que la Virgen decidiera en 1962 aparecerse a María Dolores Mazón, Mari Cruz, Conchita y Jacinta González, no sólo las iba a dejar a ellas estupefactas, sino que cambiaría, aunque suene a frase muy sobada, el curso de su historia.
Aquello no sólo fue determinante para las niñas, sino para cientos de miles de personas que desde entonces, de una u otra forma, tienen en San Sebastián de Garabandal su referente espiritual. Eso, mientras esperan un aviso y un milagro que se está haciendo de rogar, porque entre una cosa y otra, han pasado ya 47 años.
Sólo unos metros antes de entrar en el pueblo, a mano izquierda, hay una escultura de una mujer que mira a los montes. Es el 'Monumento a la Madre del Emigrante'. Eso parece explicar que antes de que la Virgen decidiera buscar sosiego entre aquellas gentes, muchas otras se fueron a buscar sustento fuera del valle. Ahora, al menos en invierno, lo cierto es que Garabandal no tiene ni muchos vecinos ni ambiente. Ni siquiera religioso, porque sólo los segundos domingos de cada mes se congregan allí oficialmente los devotos de aquella virgen que decidió un verano pasar un tiempo entre aquellas niñas.
Han pasado más de cuarenta años desde que el fenómeno Garabandal se extendió como la pólvora entre algunos colectivos religiosos. Los autobuses ya no hacen cola para entrar en el pueblo un día sí y otro también, y posadas y apartamentos que se construyeron en los años setenta con la idea de ser, además de creyentes, hospitalarios, están prácticamente vacíos.
Las cosas han cambiado mucho, pero eso no quita para que con la ausencia de barullo estén encantados los que han optado por que Garabandal sea su refugio.
Testigos
María es médico. Una especialista en anatomía patológica que ha pasado más de la mitad de su vida en Holanda y que lleva catorce años viviendo en Garabandal. Cuenta que un buen día, en el año 1995, alguien le habló cuando viajaba en autobús a Alemania de las apariciones. La suya fue una especie de conversión flechazo, porque dice que comenzó a leer sobre Garabandal y que en 1996 compró una casa «que me costó un dineral» y se instaló allí para siempre. Ella es de las que cree. De las afortunadas que se saben en el buen camino y les importa un pimiento lo que les digan. Aún así, lamenta lo que pasa en el mundo -«nadie tiene fe en España»- y cree con todas sus fuerzas y un enorme respeto por quien no sabe ni de que va el asunto, que las profecías de las niñas, el anuncio de la Virgen, se cumplirá. «Primero habrá un aviso. Algo malo, terrible, va a pasar. Luego, después de esa señal, llegará el milagro».
También Lucía, que hace años volvió al pueblo de sus padres para instalarse y vive en una casa de piedra increíblemente bonita, está contenta con que la gente se mueva por devoción y fe. Ella es testigo de hasta qué punto mueven a algunos, porque en casa, que es una posada, tiene hace un año alquiladas unas habitaciones a un alemán que pasa la semana en Garabandal y los viernes se marcha a Alemania. «Primero a Santander, luego a Londres y desde allí a su país, porque han quitado el vuelo que había directo». Lucía habla del trajín que se trae su huésped con toda naturalidad. «Este es un pueblo muy tranquilo, muy sano y aquí se vive muy bien».
Hay quienes cuentan su experiencia pero no quieren decir cómo se llaman. También sus historias son poco comunes: Joven preparada con un gran trabajo y un mejor futuro profesional que un día se da de bruces con un libro 'Se fue con las prisas a la montaña' (Editorial Círculo. Eusebio García de la Pesquera) y decide atravesar media España para pasar unos días en Garabandal. Una vez allí, la fortuna de entender que en ningún otro lugar puede estar mejor, así que, a hacer las maletas, despedirse del trabajo, regalar «los cientos de cosas que acumulamos y no necesitamos para nada», y encontrar una paz que muchos morirán sin saber que existe y que a ella le estaba esperando precisamente allí, entre aquellas montañas.
Luego están los más mayores, los que fueron testigos de excepción de aquellos controvertidos acontecimientos. Matilde tiene 90 años. Cualquiera que la oiga hablar y la vea moverse sabe que si es cierto que la Virgen estuvo allí hace cuarenta y siete años, Matilde le cayó bien y le dedicó la mejor de las bendiciones. Da gusto verla y tiene historia para rato. «Yo vivía en la casa ante la que el ángel dio la comunión a Conchita el 18 de julio de 1962. Ella era la que tuvo después más relación con la Virgen», dice.
«Fueron unos tiempos distintos. En aquellos días, cada noche, las niñas pasaban por las casas del pueblo y hacían una cruz sobre las camas. También la gente les daba rosarios para que los bendijesen y ellas les devolvía a cada uno el suyo después de besarlos.
Subían a los pinos y bajaban de rodillas y de espaldas el camino y no tenían ni marcas en las piernas. Casi todo el tiempo estaban en éxtasis». Eso lo cuenta Matilde sin inmutarse.
Luego están los jóvenes del pueblo como César. Él ha oído hablar cientos de veces de lo que ocurrió . «Mi abuela y mi madre siempre dijeron que habían pasado cosas raras». Él dice que los peregrinos siguen visitando el pueblo, aunque reconoce que ya no tanto como antes. También César repite continuamente que su madre y sus tías, que eran de la edad de las niñas a las que la Virgen se les apareció, estuvieron un tiempo en permanente éxtasis.
Esos testimonios son los de vecinos y creyentes a los que no les importa hablar de tema, pero los hay que no quieren ni mencionar el asunto con extraños. En el pueblo hay un bar, 'La salud'. Allí ni palabra de la Virgen, las apariciones o algo del estilo. En realidad, ni del tiempo. Tampoco en la posada Amelia, que es de una hermana de una de las videntes, quieren contar cosas.
El último aviso
La última vez que se produjo una avalancha de peregrinos realmente seria en Garabandal fue en el mes de abril de 2002. Nadie sabía exactamente cómo, pero una serie de noticias difundidas a través de Internet por un grupo belga, hicieron prever a quienes creen firmemente en Garabandal que en la tarde-noche del jueves 11 de abril ocurriría un milagro.
Ese día, desde primera hora de la mañana decenas de creyentes se agolparon en el pueblo a la espera de que la Virgen que ya se le apareciera a María Dolores Mazón, Mari Cruz, Conchita y Jacinta González en el año 1962, volviera a dar señales de vida. Pero nada.
El caso es que decenas de americanos, belgas, holandeses, irlandeses, incluso filipinos, además de los de aquí de siempre, están locos con la historia creada alrededor de aquellas niñas. Vamos, que si hay algo indiscutible es el carácter internacional del fenómeno. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos, crean o no crean, porque lo saben mejor que nadie. Dicen, que una vez estuvo el rey Balduino.
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