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GONZALO SELLERS
Sábado, 30 de enero 2010, 11:18
Marcas de territorios de bandas, simples firmas anónimas, insultos o reivindicaciones políticas. Es irrelevante el mensaje que oculten los graffitis o si se han utilizado sprays, rotuladores o pintura para hacerlos. Todos ellos, por muy distintos que parezcan, tienen un denominador común, una huella dactilar grafológica que permite identificar al autor.
Al igual que los trazos de la escritura permiten saber quién escribió, por ejemplo, una carta, las pintadas urbanas también esconden pistas que ayudan a vincular cada una con un nombre y una cara.
Este es el camino que sigue una unidad especial de la Policía Local de Santander desde hace tres meses, cuando se creó una base de datos para almacenar y catalogar cada graffiti. El objetivo de Ángel y Roberto, los dos agentes que forman este equipo, es acabar con una plaga de pintadas que el año pasado alcanzó, sólo en Santander, una extensión de 10.000 metros cuadrados, un 350% más que en 2008.
En el ordenador se introduce la situación exacta de cada dibujo, el tamaño, el texto y el material con el que está realizado. En sólo 90 días ya existen casi doscientas entradas. En menos de un año ya habrá las suficientes para elaborar un mapa con los puntos negros de la ciudad, es decir, las zonas preferidas por los graffiteros para actuar. «Esto permitirá hacer vigilancias más efectivas con agentes de paisano», explica Ángel.
En algunos casos es sencillo vincular distintos graffitis. En Santander, por ejemplo, hay uno de estos jóvenes que siempre firma como 'Loge-Afs'. Para los casos más enrevesados, la Policía Local cuenta con el apoyo del equipo científico de la Nacional. Además, el Ayuntamiento tiene prevista la contratación de un perito grafólogo.
Pero si de algo servirá la base de datos es para endurecer las penas. Según el Código Penal, estas pintadas pueden considerarse delito cuando los daños causados en la propiedad exceden de 400 euros o bien afectan al Patrimonio Histórico. Antes, sólo se podía acusar a cada detenido por el graffiti que realizaba en el momento. Y el daño nunca superaba esa cifra. Ahora, se les atribuirán a los arrestados otras de sus 'obras de arte' registradas en el ordenador, por lo que «se convertirá en una infracción penal y no les saldrá gratis», señala Ángel.
Las multas son sólo para los adultos y para los menores que no quieran acogerse al convenio firmado por el Consistorio y la Fiscalía, por el que la sanción económica se sustituye por la limpieza de pintadas en las paredes.
Esta inversión en equipos y personal para combatir los graffitis no parece un capricho. Cada bote de spray, muy fácil de conseguir en droguerías o centros comerciales, tiene un coste de 5 euros. Eliminar lo que mancha cada lata le cuesta al Ayuntamiento 175 euros.
Para la concejala de Medio Ambiente de Santander, Carmen Ruiz, el 'cáncer' de los graffitis puede frenarse aplicando la teoría de las 'ventanas rotas' del psicólogo George L. Kelling: «Lo que está mal tiende a estar peor. Lo que está bien, tiende a cuidarse». «Si entre todos mantenemos la ciudad limpia y arreglada, este vandalismo disminuirá», asegura.
Ruiz cree que las pintadas, «una moda que creí pasada de moda», suponen una «contaminación» para la ciudad, y por eso se puso en marcha un plan de choque bajo el lema 'Las pintadas ni en pintura' y se eliminaron esas cicatrices de colores de las paredes de más de ochenta calles de la capital.
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Javier Menéndez Llamazares
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