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MARCELA VALENTE
Sábado, 30 de enero 2010, 13:38
En un esforzado intento por caer en gracia, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, alabó las presuntas bondades de la carne de cerdo para mejorar la actividad sexual y aludió a las gratificaciones que le dio ese alimento el último fin de semana que pasó junto a su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, en su paraíso privado de El Calafate.
La nueva versión de la mandataria, más simpática y menos envarada, es una construcción sugerida por sus asesores, que desde hace tiempo le ruegan infructuosamente que abandone su estilo de directora de escuela, didáctica y muy teórica, pero también siempre enojada con el enemigo de turno: el campo, la oposición, los acreedores de la deuda externa, el FMI o el Gobierno de Estados Unidos, entre otros.
Ante unas encuestas que revelan que apenas el 20% de los argentinos tiene una imagen positiva de su dirigente, Cristina aceptó mostrarse más relajada, pero los propios asesores temen ahora que se les escape al extremo del ridículo y que el remedio sea peor que la enfermedad. La primera oportunidad de aparecer más divertida le llegó esta semana en un acto con productores porcinos, una tribuna cien por ciento masculina. Los empresarios están deseosos de convencer a los argentinos, principales consumidores de carne vacuna en el mundo, sobre las buenas cualidades del cerdo.
La presidenta reconoció que la carne de puerco «tiene mala prensa» en su país, donde la gente cree que hace mal y engorda, cosa que ella refutó. Pedante, aseguró que no tiene más grasa que la vacuna sino menos, y que por eso la consume. La idea de que este tipo de carne mejoraría la actividad sexual -desmentida por científicos y nutricionistas- partió de los productores, pero Fernández de Kirchner no lo dejó pasar. «No es un dato menor. Yo estimo que es mucho más gratificante comerse un cerdito que tomar Viagra», declaró con picardía.
Las risitas tímidas del público devinieron en carcajadas nerviosas y aplausos de los hombres que la escuchaban. Confiada en ese aval, la presidenta fue por más. «Les comento que yo soy fanática de la carne de cerdo. y no lo digo para quedar bien ni para hacerme propaganda de nada», gritó casi nerviosa y entre risas ella también. «Kirchner me va a matar cuando vuelva.», confesó atrevida.
Pero la hora de las revelaciones no había terminado todavía. Faltaba lo mejor. «El anterior fin de semana, cuando estuvimos en El Calafate, nos comimos un cerdito a la parrilla riquísimo al aire libre, y no sólo me comí la carne sino también el cuerito crocante, y anduvo todo bien el fin de semana, así que puede ser que tengan razón».
En segundos, el discurso había subido a YouTube y, a juzgar por las reacciones de los internautas, la nueva espontaneidad presidencial causó más vergüenza y fantasías procaces que simpatía. No obstante, Cristina parece poco dispuesta a abandonar sus esfuerzos. En un acto posterior, dijo que el pollo es una carne muy magra, que adelgaza. «Si uno está delgado y además hace actividad física, entonces siente que tal vez pueda volar, como los pollos», remató.
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Javier Menéndez Llamazares
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