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Rafael Sánchez
Lunes, 15 de marzo 2010, 15:45
Las últimas, recogidas por el PRC colindrés, vuelven a insistir en señalar que su pequeño cauce se encuentra lleno de basuras y desperdicios de todo tipo, lo que conlleva la proliferación de ratas, insectos y malos olores. Recuerdan los regionalistas que son varios cientos las viviendas situadas en sus inmediaciones ya que el arroyo trascurre paralelo a las urbanizaciones 'Las Palmeras', 'Las Nuevas' y 'Residencial Granados'.
Según la mismas fuentes, su estado también acarrea problemas de seguridad para las personas, ya que en sus inmediaciones ha aumentado espectacularmente la población, y, por lo tanto, el riesgo de caídas, al no estar protegido su ribera con vallas que impidan el acceso y que se suma a los citados y habituales problemas de salubridad derivados del vertido de aguas fecales, insoportables olores y la proliferación de roedores e insectos, sobre todo mosquitos.
Para el PRC de Colindres, la solución pasa por la canalización y el saneamiento del arroyo así como por la urbanización de su entorno. Ello -aseguran- le permitiría que recupere su buena "salud de antaño", cuando el flujo de las mareas limpiaba en cauce de forma natural y distintas especies de aves lo utilizan para vivir y reproducirse.
Cada vez peor
Según denunció El DIARIO MONTAÑÉS en 2006, el principal problema que esgrimen tanto el Ayuntamiento de Colindres como el de Laredo para actuar de forma definitiva en la frontera física que delimita sus territorios, siempre se encuentra con la misma barrera burocrática: la de las competencias que, en este caso, dependiendo de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC) "no les permite hacer nada que no esté autorizado por este organismo". Este alegato, siendo cierto, no es aceptado por la mayor parte de los afectados, quienes ya en aquella fecha aseguraron "estar hartos de la pasividad que vienen manteniendo ambos ayuntamientos".
Ambos organismos se defendieron señalando tanto a los ecologistas como a la CHC "que nos impiden poner soluciones». La situación de los vecinos es tan grave que, a veces, no pueden abrir sus ventanas como consecuencia de los malos olores. Algunos de ellos, con hijos que padecen determinadas alergias, hace años que tuvieron que optar por cerrar el piso y marcharse a vivir a otro lugar ante la insostenible situación. Además de la suciedad "natural" que se produce en el lugar, la situación se agrava como consecuencias de los vertidos indiscriminados de aguas fecales de algunas casas y comunidades de vecinos y de otros de tipo industrial de empresas cercanas, «ante la pasividad de las autoridades competentes".
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