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J.C. Flores-Gispert
Martes, 28 de septiembre 2010, 23:32
Alberto II de Mónaco se despidió de Cantabria después de disfrutar intensamente de una completa agenda que incluía la visita a las cuevas de El Castillo, La Pasiega y Las Chimeneas, en Puente Viesgo. Con esta visita, el príncipe ha recorrido los pasos que siguió su tatarabuelo en la cueva de El Castillo, donde Alberto I patrocinó las primeras excavaciones entre 1909 y 1914.
El príncipe calificó de "fantástico" el paisaje de Cantabria y reconoció que era la primera vez que visitaba la región. Antes de entrar en El Castillo, declarada junto al resto de cuevas de Puente Viesgo Patrimonio de la Humanidad, el príncipe contempló el paisaje desde el monte donde está el conjunto arqueológico. Nada más llegar a la entrada de la cavidad, el presidente Miguel Ángel Revilla le mostró una gran piedra que simula un hacha bifaz a escala con 125.000 años de antigüedad y que fue instalada allí hace 50 años. El principe leyó la inscripción que su propio tatarabuelo escribió en el libro de visitas de la cueva y que dice: "Una de las glorias de España será siempre el haber contribuido de una manera tan brillante a establecer la verdadera historia de la humanidad".
En la puerta de El Castillo le esperaban el alcalde de la localidad, Rafael Lombilla; el coordinador de las cuevas, Marcos García Díez; y el ex director de la cueva, José María Ceballos. Una vez en el interior y rodeado de fuertes medidas de seguridad, Alberto de Mónaco descubrió una placa conmemorativa con la que el Gobierno de Cantabria reconoce el patrocinio de la Familia Real de Mónaco en el descubrimiento de las cavidades de Puente Viesgo. La placa comunica la siguiente inscripción: "Con motivo de la visita de S.A.S. Príncipe Alberto II de Mónaco, Cantabria quiere recordarle y agradecerle a los soberanos monegascos el mecenazgo a las primeras excavaciones en el conjunto arqueológico de Monte Castillo, declarado Patrimonio de la Humanidad en 2008".
Para recorrer la cueva, donde la temperatura es de unos 10 grados, el príncipe decidió ponerse un anorak de color azul y gris. En el recorrido, el director del Instituto de Paleontología de París, Henry de Lumley, le ha explicado a Alberto de Mónaco las similitudes entre esta cueva y las del sur de Francia y el propio Principado.
Comida
Tras la visita y poco antes de la una y media, el príncipe y todo su séquito se dirigieron al Hotel Balneario de Puente Viesgo, donde les esperaban las mujeres de Miguel Ángel Revilla -Aurora Díaz- y del consejero López Marcano -Pilar Estrada-. En total, la mesa estaba preparada para 18 comensales.
Allí todo estaba preparado desde primera hora de la mañana. En la puerta del establecimiento, le recibieron la propietaria del Balnerario, María Ángeles Pérez, y el director, Carlos Otí, que entregaron al príncipe una placa en reconocimiento a la Casa Real de Mónaco por el patrocinio en 1910 de las excavaciones de El Castillo. Tras este recibimiento, el grupo pasó al comedor, donde tal y como manda el protocolo, los camareros sirvieron la mesa vestidos con uniforme y guantes.
Para cumplir a rajatabla con el horario establecido la comida finalizó a las tres de la tarde, momento en el cual el príncipe se dirigió a las cuevas de La Pasiega y Las Chimeneas. Al abandonar el Hotel Balneario, Alberto de Mónaco saludó a la veintena de personas presente en la terraza, que le correspondieron con unos corteses aplausos, pero no quiso hacerse fotos "porque no hay tiempo", explicó en un perfecto castellano.
Santander, primera parada
El príncipe llegó a Puente Viesgo tras visitar en Santander la exposición 'Las cavernas de la región cantábrica', una muestra con la que se conmemora el centenario de las excavaciones de la cueva de El Castillo y de la fundación del Instituto de Paleontología Humana. En el Mercado del Este le esperaba un centenar de personas, entre periodistas, agentes de seguridad y vecinos de la ciudad, que querían ver de cerca de Alberto de Mónaco. Hasta allí llegó en un vehículo monovolumen junto a Miguel Ángel Revilla y el consejero López Marcano, y antes de entrar, Alberto de Mónaco saludó al alcalde de Santander, íñigo de la Serna; al director general de Cultura, Justo Barreda; al director general de Deportes, Fernando Castro; y al concejal de Cultura de Santander, César Torrellas.
Para la ocasión, el príncipe vestía de manera informal con un pantalón de color verde oscuro, una camisa de cuadros marrones y beige, y zapatos de suela de goma. Durante el recorrido de la muestra, el príncipe estuvo acompañado por el presidente Miguel Ángel Revilla, el consejero de Cultura, López Marcano, y el alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, así como por el embajador de Mónaco en España, Patrick Van Klaveren; el director del Instituto de Paleontología Humana de París, Henry de Lumley, y su adjunta, Amélie Vialet. Una guía les fue explicando cómo vivían los hombres en la Prehistoria, y Alberto II se mostró muy atento y no dudó en pulsar los paneles interactivos.
A la salida de la exposición, el príncipe firmó en el libro de visitas dejando una larga dedicatoria escrita en francés y se hizo fotos con varios de los vecinos que se arremolinaron en las inmediaciones del Mercado del Este. De allí se fue a Puente Viesgo en el mismo monovolumen que le trajo desde Parayas.
Aterrizaje con retraso
El avión de la Casa Real monegasca aterrizó en Parayas pasadas las 10.20 horas, veinte minutos más tarde de lo marcado en la agenda, y como estaba previsto llegó sin su prometida, la nadadora australiana Charlene Wittstock. En la misma pista le esperaban el presidente, Miguel Ángel Revilla; el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Francisco Javier López Marcano; el delegado del Gobierno en funciones en la región, Miguel Mateo, y el alcalde de Camargo, Ángel Duque. Junto a ellos, y también a pie de avión, dieron la bienvenida al príncipe Patrick Van Klaveren, Henry de Lumley y Amélie Vialet. Todos llegaron a Parayas antes de las diez de la mañana, pero el avión de Alberto de Mónaco llegó con veinte minutos de retraso.
Regalos
Los regalos institucionales de Cantabria al soberano monegasco han sido un facsímil del libro 'Las cavernas de la región cantábrica', publicado por primera vez en 1911 precisamente gracias a las aportaciones de su tatarabuelo; otro facsimil de la edición sobre el Beato de Liébana; y un cuevanuco con productos gastronómicos cántabros, como anchoas, sobaos o quesos.
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