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Nacho Cavia
Lunes, 7 de enero 2013, 13:36
La Vijanera se vistió hoy con su mejor máscara para encandilar a los cientos de personas que se acercaron a Silió (Molledo) para celebrar una Fiesta de Interés Turístico Nacional enraizada en los ritos ancestrales de Cantabria. La Asociación Cultural de Amigos de La Vijanera quería ofrecer en esta edición una nueva imagen y el resultado fue espectacular, como ratificaron tanto quienes hoy se estrenaban en la mascarada de Silió como los más habituales, que se dejaron sorprender por más personajes, nuevos escenarios y una apuesta decidida por acercarse cada vez más y mejor al origen de la fiesta.
Por todo ello quizás fue hoy una de las más nutridas vijaneras que se recuerdan en cuanto a la comitiva. Y no defraudaron los visitantes, a pesar de coincidir con la festividad de Reyes. Cientos de personas desde primera hora recorriendo Silió, siguiendo después de cerca a la comitiva, aplaudiendo cada parada, riendo con las coplas satíricas, rendidos a una representación única que acaparó su atención hasta que la imponente iglesia románica de Silió impuso la ley divina para que los grandes protagonistas, los zarramacos, dieran muerte al Oso.
Entre los visitantes, estuvo el director general de Turismo, Francisco Agudo Martín, además de los secretarios generales del PSOE, Rosa Eva Díaz Tezanos, y del PRC, Miguel Ángel Revilla; el alcalde de Molledo, Dámaso Tezanos, y concejales de corporaciones de todo el entorno.
Pasadas las doce del mediodía comenzó el gran espectáculo en dos lugares distintos. Una pequeña comitiva se dejaba ver en las laderas que bajan de Santa Marina a Silió, mientras el gran grupo salía de las antiguas escuelas, sede de la asociación organizadora. Este último trasladó en una jaula al Oso hasta el cruce con la carretera a Santa Marina. No cabía un alma, nadie se quería perder uno de los momentos álgidos del día. Y nadie quedó defraudado. El Oso se escapó y se fue raudo al monte, donde, para el asombro de todos, los zarramacos subieron a darle caza. Los guerreros del Bien hicieron su trabajo y pusieron en manos del Húngaro al animal que representa en la fiesta todos los males de la tierra.
Las dos comitivas unidas callejearon hacia la plaza principal, para rendir honores a la ermita que acoge el centro de interpretación de La Vijanera, donde ayer había que hacer cola para entrar. Sorteando calles estrechas y gente apelotonada en cualquier rincón, el grupo se dirigió a la Raya, la frontera entre Silió y Santián, lugar elegido, como es tradición, para pedir Guerra o Paz. Y como es habitual, ganó la fiesta y reinó una paz que, al menos, durará hasta el año que viene.
En ningún momento cesó la danza y, con ella, el sonido de los campanos que portan los zarramacos. Sonido que marca el ritmo a cuarenta kilos de peso entre metal y cuerdas. Sarna con gusto no pica, pero agota, sin duda.
Los personajes
El largo recorrido hasta la Raya permitió disfrutar del centenar de integrantes de la comitiva, especialmente de los renovados trajes que recrean la Naturaleza, otra de las apuestas de este año, con mención especial al regreso del Árbol, uno de los más fotografiados y el preferido de los niños. Con ellos, el amo, los traperos, la pepona, la madama o el mancebo, la gigante giralda, los danzarines, la preñá, la gorilona o las gilonas, también recuperadas este año. Todos envueltos en trajes de marcado corte rural, hechos con elementos propios de las labores cotidianas y la naturaleza de la zona, sacados de retales de telas viejas y sacos. Pero uno de los elementos destacados de la ancestral fiesta, sin duda, son las máscaras, uno de los elementos comunes con otras fiestas europeas, aliadas en la tramitación, ante la UNESCO, de declaración de esas mascaradas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Volviendo a la edición de hoy, en su tercer año como Fiesta de Interés Turístico Nacional, la comitiva regresó sobre sus pasos dese la Raya hacia la plaza de Santiago y de ahí a la campa donde se había instalado el escenario que acogió el canto de las secretas coplas. En el mismo escenario tuvo lugar el Parto de la Preñá, premonitorio de un año de bienes. Si el parto es bueno y fructífero, así será el año. Si no, ya se sabe.
Y para finalizar, sorteando a los miles de espectadores que, hombro con hombro, fueron afluyendo a la campa, llegó la victoria del Bien sobre el Mal, la culminación de la fiesta con los zarramacos abatiendo al oso al pie de la iglesia parroquial, recibiendo su bendición, utilizando sus varas como lanzas de purificación, unidas, formando un círculo, sobre el Oso, para librar al hombre de malos presagios, que por otra parte, falta hace.
En ese momento acababa en anteriores ediciones la mascarada cántabra, pero en esta, año especial por muchos motivos, la fiesta continua por la tarde, hasta la puesta del sol. Se recuerdan coplas antiguas, se escenificaron sainetes propios de las fiestas populares . Con la noche se dejan las danzas y chanzas para otro año, volviendo a la cruda realidad tras el más bello y multitudinario sueño de los 32 años de vida de La Vijanera.
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