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FERNANDO MIÑANA
Jueves, 18 de julio 2013, 20:36
'El Rito' era un empleado de Mercadona, de nombre José Montoro, que trabajaba en el supermercado de Montcada (Barcelona) y que se quedó con un detalle crucial: la marca de cerveza que más se vendía era una que nunca variaba su precio. El fruto de la agudeza de 'El Rito' llegó a Juan Roig (Poble Nou, Valencia; 1949), el dueño de esta potente cadena de supermercados, quien lo convirtió en pilar de su negocio. Aquel detalle dio pie a su célebre Siempre Precios Bajos (SPB), una de las verdades invariables que rigen el mastodóntico negocio de este empresario que parece sacado de un cuadro de El Greco, como describe Manuel Mira, el escritor alicantino que ha elaborado una biografía no autorizada: "Juan Roig. El emprendedor visionario" (La esfera de los libros).
Mira desgrana la figura del creador de una de las empresas más poderosas del país y expone que todo o casi todo lo que hace Roig está inventado. Porque, en realidad, el hallazgo de 'El Rito' convertido en SPB ya lo había acuñado antes Walmart, la cadena de distribución de alimentos más importante del mundo, como 'Every day low prices' (Cada día precios bajos).
Quizá el empresario cazó la idea en uno de los ejemplares de su vasta biblioteca sobre 'management', donde encontró también uno de sus libros favoritos, 'Pon tu corazón en ello', de Howard Schulz, el creador de Starbucks, la tienda de café que aparece cada diez esquinas. Y de donde sacó, cuando fue padrino de la promoción de su hija Juana en el Caxton College, un ejemplar, para cada una de las compañeras, de 'Nunca renuncies a tus sueños', de Augusto Cury, un estudioso sobre la inteligencia de Cristo.
Juan Roig, un tímido inexpugnable que se protege detrás de sus brazos cruzados, no tuvo la oportunidad de ir a colegios bilingües. Primero estudió en los Jesuitas de Valencia, donde quedó retratado como un alumno poco esforzado a quien los curas auguraban un futuro sin éxitos. «De seguir así, no será nada en la vida», sentenciaron. Su padre se lo llevó de allí, donde repitió 3º, a él y a su hermano Fernando, el más afín de los siete, para encerrarlo en La Concepción, un internado de los Franciscanos en el que tampoco brilló por sus calificaciones.
Muy pocos creían en él. Ni su padre, Francisco 'El Porquero' -Juan se autodenominaba hasta no hace mucho como 'el hijo del porquero'-, que vivía de los cerdos y levantó Cárnicas Roig, una musculosa empresa hasta que comenzó a languidecer a finales de los 70, que evolucionó hasta convertirse en Mercadona, y que Juan, tras una hábil y misteriosa jugada (compró las acciones a sus familiares a través de un préstamo, probablemente de Bancaja o del Banco de Valencia) terminó convirtiendo en un imperio tras aplicar el Modelo de Calidad Total.
El modelo establece una jerarquía con cinco elementos (de mayor a menor importancia, según Roig): el cliente, llamado el 'jefe'; el trabajador, que disfruta de estabilidad y buenas condiciones laborales; el proveedor y, especialmente, el 'interproveedor', que cuenta con contratos a largo plazo; la sociedad, y los accionistas, que buscarán la rentabilidad a largo plazo y que deben reinvertir gran parte de los beneficios -su sueldo oscila entre los 200.000 y los 800.000 euros-.
El cliente es sagrado, pero los empleados no se quedan lejos. Borja trabajaba como charcutero en un supermercado del extrarradio de Valencia cuando pidió la baja para someterse a un trasplante de riñón. La empresa, cuando regresó, le concedió estar de cajero en una jornada reducida de cuatro horas. El día que el patrono visitó el establecimiento, la madre de Borja acudió para darle las gracias a un emocionado Juan Roig. Ese día se supo que uno de los médicos de Mercadona (50 por toda España) estuvo pendiente del empleado durante toda su enfermedad. 'The Reputation Institute', en Nueva York, coloca a Mercadona en el noveno puesto de su lista de reputación corporativa y en el número uno en su sector.
Manuel Mira asegura que Roig no habría creado su imperio si en la facultad de Económicas de Valencia no se hubiera topado con Hortensia Herrero, su mujer desde 1973, la madre de sus cuatro hijas, propietaria ahora de un buen puñado de acciones de Mercadona, algo con lo que bromea su marido. «Con más del 20% de las acciones en su poder, nunca se me ocurriría abandonarla».
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