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Los funcionarios recogen el último piso del edificio. / N. Cavia
Técnicos municipales alertan sobre el mal estado del Ayuntamiento de Corrales
Cinco años más de uso

Técnicos municipales alertan sobre el mal estado del Ayuntamiento de Corrales

En las paredes del inmueble se esconce un enjambre de avispas que son el terror de trabajadores y visitantes

Nacho Cavia

Lunes, 22 de julio 2013, 22:42

El Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna es un edificio inestable, con un futuro que no va más allá de los próximos cinco años en las condiciones de uso actuales. Así lo han determinado los técnicos municipales, que han advertido, además, a los concejales sobre las deficiencias generales de una casona que se ha visto sobrecargada por albergar en los últimos años todas las dependencias públicas.

Mercedes Toribio, alcaldesa e inquilina principal del edificio, mostraba su preocupación principalmente por la imposibilidad de garantizar en un horizonte cercano la seguridad de los trabajadores y de cuantos vecinos pasan por el Ayuntamiento cada día.

El último capítulo de un paisaje desolador ha tenido lugar en la segunda planta, sede de los grupos municipales y del archivo público. Los técnicos alertaron de la necesidad de limitar el peso del piso completo por temor a que la estructura no aguantase. La decisión ha sido reducir la actividad en ese piso y bajar todos los archiveros a los pisos inferiores, ocupando todos los rincones que quedaban más o menos libres. En las condiciones actuales, los técnicos recomiendan hacer lo mismo en todas las dependencias en un plazo no superior a cinco años.

La alcaldesa reconoce cierta «vergüenza ajena» cuando tiene que recibir a alguien en un edificio difícilmente recuperable como Ayuntamiento. La única esperanza pasa por logar que se apruebe el proyecto de rehabilitación de las antiguas escuelas y trasladar, cuanto antes, todas las oficinas municipales a ese edificio. La alternativa, según los mismos técnicos, es ir pensando en otros locales para albergar esos servicios, con el coste que eso supondría para las arcas municipales.

No hay que buscar mucho para ver los desperfectos. Marcos rotos o con holguras en las que bien caben varios dedos, suelos que más parecen toboganes, escaleras en las que la inseguridad se mide por peldaños, paredes combadas sin remedio, aleros desencajados o tejados destrozados. Son algunos de los detalles del principal edificio de Los Corrales de Buelna, un Ayuntamiento que no brilla precisamente por su estado.

Todo ello sin contar con una colonia de palomas que está destrozando el tejado principal y ensuciando todo el entorno de la Casona. Y, lo que es mucho peor, un enjambre de abejas que se convierte en el terror de cuantos trabajan en las dependencias municipales y de los que visitan el edificio.

Los trabajadores lo reconocen, se pasan mucho tiempo evitando las picaduras de las abejas. Uno de ellos, Luis Fernández, no lo ha podido evitar y ha pasado unos días con la cara completamente hinchada por la picadura de una de esas abejas. Aunque más que a una colmena, el Ayuntamiento se asemeja a un queso gruyere, con agujeros en los suelos o paredes por los que entran, con no demasiadas buenas intenciones, los pequeños y peligrosos intrusos.

Era lo que faltaba para un Ayuntamiento con una imagen pésima. La alcaldesa, Mercedes Toribio, hizo de guía por el palacio de los destrozos. La primera parada, su despacho, no deja lugar a dudas. Por lo menos en 20 años no se ha pintado, no se ha podido amueblar conforme a sus necesidades, el suelo esta descascarillado y si se suelta una canica se comprueba el desnivel. La carpintería es la que tenía la casa antes de ser Ayuntamiento, y su estado es como el resto, deplorable. Las ventanas cierran mal y los balcones están clausurados por el peligro de que se vengan abajo.

La polilla hace el resto en los suelos y marcos. Las puertas de entrada a los despachos se alejan de la pared, con espacios donde entran bien dos dedos. Las cristaleras del tejado no se pueden limpiar y las tejas se caen, lo mismo que las maderas de los aleros rotos. Una labor a la que ayudan las muchas palomas inquilinas de la Casona.

Y todo ello en un edificio que fue casa solariega y nunca se pensó como espacio público. Las dependencias son pequeñas y los trabajadores viven entre carpetas y archivos apilados. Incluso lamentan que las sillas, con ruedas, se acomodan más a los desniveles del suelo que a las mesas sobre las que intentan trabajar. Y de las escaleras, ni hablar, porque las de servicio dan cierto miedo al personal. Mejor no tocar nada por si acaso, reconocen.

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