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Álvaro Machín
Martes, 30 de julio 2013, 15:19
La esperanza, en este lugar, es de color rosa y uno puede pasar de largo sobre la rutina o darle pisotones al aislamiento. No hay en el mundo una parada de bus con tanto mensaje. Algo descolorido, sí, pero reconocible. Generosidad, desconfianza, soledad, desconocido, verdad, reflexión... Lo pone en el suelo, que trata de "gritar" a todo el que pasa por un lugar, precisamente, de paso. En total, 22 baldosas diferentes con 22 palabras bajo la marquesina del andén exterior de la Estación de Autobuses de Santander. No llevan mucho, pero aún quedan cientos de santanderinos en la lista de espera de la sorpresa. Porque el que pasa se sorprende. Camina, baja la cabeza y sale de su mundo un instante para ver qué pone. Todos lo hacen. Ellos y los de fuera. Porque las estaciones son embajadas del mundo.
Son obra de Marga García Polanco y Alexandra Núñez y formaron parte de las actividades del Festival "Desvelarte" en su edición del pasado año para dejar su «huella» por la ciudad. "Cercanías" es el título de su trabajo y la palabra escrita en la primera baldosa. En color rosa. Pero estos pequeños mensajes ya escaparon del concepto puramente creativo para incluirse en el urbano. Son paisaje, y paisaje curioso. Las creadoras, cuando presentaron su idea -septiembre del año pasado-, dieron en el clavo. Los meses les dieron la razón. Explicaron que bajo la marquesina permanecen a diario decenas de personas. Apenas se conocen y apenas intercambian palabra alguna. Sólo esperan. Es un «no lugar» que, de alguna forma contrasta con su denominación de «cercanías». «Un sitio donde predomina la incomunicación tan propia de esta era en la que predomina el individualismo».
Esta semana, un anciano le decía a su señora «que no te oigo nada, Manoli». Estaban justo al lado del "aislamiento". Más allá, dos críos -chico y chica- pegaban cabeza con cabeza para ver la pantalla del móvil. Bajo sus pies ponía "desconocido". Pero la mayoría de los que van y vienen por este rincón plenamente urbano lo hacen solos. Serpenteando entre el verde de los "encuentros", que está ya llegando a las escaleras del edificio principal, o el casi negro de "reflexión", que abre un camino de las baldosas en el que no todas son amarillas. Porque lo de los colores es otro tema. Del original, con un punto brillante, va quedando poco. Hay azules ya difícilmente reconocibles y hasta algunos, como la "espera", que ya no se diferencia del resto salvo en el mensaje. Junto a "pensamientos" hay una de esas losas que "escupen", que lanzan agua a los bajos de la pernera del pantalón si uno la pisa por el lado malo (uno de los acontecimientos diarios más molestos). Encima de "personal" hay una colilla molesta y la "esperanza", de color, anda muy tocada. La que más luce, en ese sentido, es "útil" con un rosa aún visible desde la otra acera.
Los autobuses
Faltan por nombrar "útil", "transparencia", "individualismo", "observar", "movimientos", "escuchar", "relaciones" y "amabilidad". Así se completa la lista. Con un detalle. Porque cada palabra va acompañada del código de una de las líneas de autobús que parten de este sitio. El "S4", el "L18"... «Cada palabra tiene relación con alguno de esos trayectos y, por ello, en las baldosas, junto a la palabra elegida, aparece la línea de autobús correspondiente», explicaron las autoras, que acompañaron a varios viajeros en sus rutas. Ahora, un año después, seguro que hubieran puesto en el suelo algo así como "WhatsApp".
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