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La Guarcia Civil buscó pistas por los alrededores. / Sane
La Guardia Civil detiene en Santander al compañero de la lebaniega asesinada
Cerca de la iglesia de San francisco

La Guardia Civil detiene en Santander al compañero de la lebaniega asesinada

Juan Carlos P. V., vecino de Caloca, llevaba en la capital cántabra desde el jueves, día siguiente al que fue visto por última vez con su pareja

Mariña Álvarez

Domingo, 22 de septiembre 2013, 17:37

Agentes de la Guardia Civil detuvieron ayer en Santander al compañero sentimental de María Cruz Gutiérrez Fernández, la vecina de Barrio (Vega de Liébana), de 44 años de edad, que fue encontrada muerta a puñaladas el viernes por la mañana cerca de Caloca, en una pista forestal en la parte palentina de los Puertos de Pineda, en el que podría ser el segundo asesinato por violencia machista en la región en lo que va de año.

Unos cuarenta efectivos del instituto armado, tanto de Cantabria como de Palencia, rastrearon durante día y medio por tierra y por aire los puertos, caminos, montes y pueblos de los alrededores de Pesaguero municipio limítrofe desde que fuera encontrado el cuerpo sin vida de la mujer para localizar a su pareja, Juan Carlos P. V., y el coche de ella, un todoterreno verde oscuro, en el que ambos habían sido vistos por última vez el pasado miércoles, cuando salieron a cenar a Polaciones. Pero su rastro no estaba en la montaña. Un vecino de Potes declaró en el cuartel que había visto a Juan Carlos el jueves en Santander, por lo que la Guardia Civil solicitó apoyo a la Policía Nacional para montar un dispositivo en la capital cántabra. Y fue localizado ayer sobre la una de la tarde en pleno centro, frente a la Iglesia de San Francisco, lugar en el que habitualmente se realizan controles policiales. De ahí, fue conducido hasta el cuartel de Campogiro a la espera de pasar este lunes a disposición del juzgado de Cervera de Pisuerga (Palencia), que instruye las diligencias y ha decretado secreto de sumario.

Juan Carlos P. V., de 47 años, reside con su madre en Caloca (Pesaguero), donde esta familia regenta el bar del pueblo, que ayer se convirtió en el centro operativo del despliegue policial dirigido desde Palencia para dar con él.

Hacía seis ó siete años que María Cruz y Juan Carlos mantenían una relación sentimental. Ella vivía en Barrio con sus padres, ya mayores, y los dos hijos que tuvo con su exmarido, y él en Caloca con su madre. El pasado miércoles, día 18, se fueron a cenar los dos solos al Restaurante Polaciones. Juan Carlos dejó su utilitario azul aparcado en la carretera general y ambos se subieron en el Mitsubishi Montero de ella. Nada en su actitud señalaba que ocurriera algo anómalo entre ellos. Fueron vistos desde la Venta de Pepín, un restaurante de la carretera del Puerto de Piedrasluengas, circulando hacia Polaciones y en el mismo restaurante comentaron que la cena «transcurrió normal». Se marcharon pronto, «sobre las diez y media de la noche», dijeron en el restaurante. Tenían planeado ir a dormir esa noche a Caloca, según comentó la familia de Juan Carlos, pero ya no se supo más de ellos.

El jueves, preocupados por la falta de la pareja, una hermana de Juan Carlos llamó a la Venta de Pepín, «estaba muy nerviosa, me decía que no cogía el teléfono, que si los habíamos visto...», comentó uno de los hermanos que regenta el establecimiento, para quien Juan Carlos «es un buen chaval, todo el mundo habla bien de él. Lo que hacía era malo sólo para él, no para los demás», en referencia a un presunto consumo de sustancias del que, al parecer, sus vecinos eran conocedores.

Y fue ya el viernes, después de que la familia de María Cruz denunciara su desaparición en el cuartel, cuando se conoció el trágico final de la historia. Dos bilbaínos, que suelen pasar los fines de semana en la pedanía de Casavegas (en territorio de Palencia, pero sólo a ocho kilómetros de Caloca por camino forestal), se encontraron por la mañana el cuerpo sin vida de la mujer en medio de un escobar. Hasta ese lugar sólo se puede acceder a pie o en todoterreno. Se trata de una estrecha pista que circunda Casavegas y conduce a los puertos de montaña. Al parecer, el cadáver estaba algo retirado del camino, con signos de haber sido arrastrado hacia la maleza, pero en un lugar visible. Lo encontraron en sentido de bajada, a mano izquierda, «como si hubieran venido de Polaciones y cogieran esta pista para ir a Caloca», explicó un residente en la zona. «Estaba sobre un charco de sangre, vestida, tenía al lado su teléfono móvil y una cadena de oro al cuello...», describió una vecina de Casavegas, que dijo estar «consternada y aterrorizada» por este suceso, que rompió la soledad y el silencio de este pequeño pueblo en el que apenas hay cuatro casas habitadas.

Los guardias civiles de Potes, Policía Judicial de San Vicente, agentes de León, los Greim de aquí y los de allá, los del Seprona en moto, el helicóptero... y el médico del pueblo, el juez, la funeraria... El intenso dispositivo no dejó un rincón de esta zona sin explorar. «En Pineda no está», comentó ayer por la mañana uno de los Greim. Se buscaba el todoterreno. Esa era la clave. Juan Carlos, el último que estuvo con María Cruz, sospechoso de haberle dado muerte, no estaba. Pero el coche tampoco, difícil de ocultarlo por muy tupido que esté el monte. La incógnita se despejó al rato frente a la iglesia de San Francisco de Santander.

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