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El rey Alfonso XIII posa, en agosto de 1928, en el interior de la Cueva de Altamira. :: duque
Un hilo de luz en Altamira
Reapertura de la cueva

Un hilo de luz en Altamira

La primera reapertura de la cueva se produjoen febrero de 1982 ylos primeros visitantes fueron obligados a calzarse unas chanclas especiales de goma

Enrique Munarriz

Sábado, 18 de enero 2014, 09:27

Nadie conoce los detalles, pero los investigadores saben que hace 13.000 años ocurrió de manera fortuita la mejor medida de conservación de las pinturas rupestres de Altamira que cualquiera pudiera imaginar. El derrumbe de la piedra de la entrada a la cueva en aquel momento permitió que este patrimonio cultural del Paleolítico superior llegara hasta nuestros días en perfecto estado.

De hecho, desde los años 70 la cueva ha pasado por dos periodos de clausura para evitar su deterioro debido a la proliferación de microorganismos sobre las pinturas, uno de 1977 a 1982 y otro desde 2002, cuando el Ministerio de Cultura anunció por sorpresa un nuevo cierre de la gruta a causa de la presencia de bacterias en su interior, especialmente en la Sala de Polícromos.

El silencio que ha presidido todo lo referente al estado de conservación de la cueva y de las pinturas paleolíticas de Altamira, hoy se rompe, de una vez por todas, con la reapertura, siempre a través de un régimen de visitas controlado que permita garantizar el «equilibrio entre la conservación y su puesta en valor social» que busca el comité de expertos.

Los técnicos, que durante once años han estudiado la denominada capilla sixtina del arte paleolítico, declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 1985, avanzaron en la última reunión que «en la actualidad» el arte de las cuevas más famosas del mundo evoluciona naturalmente y no se halla en peligro. Según los datos que revelan las últimas investigaciones, la actual situación de las pinturas «es buena» pero sería «difícilmente pensable» retornar al régimen de visitas masivas de finales de los 70 y comienzos de los 80.

A este hilo de luz se agarra el Gobierno de Cantabria, ávido de ver de nuevo la cueva abierta y consciente de que Altamira es uno de los principales reclamos turísticos de la región. En los últimos meses, el titular de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria, Miguel Ángel Serna, ha insistido en la idea de que le gustaría ver la cueva abierta siempre que la conservación de las pinturas no esté en riesgo. El pasado junio ya deslizó la idea en una entrevista con este periódico que existía «una posibilidad real de que los estudios de investigación concluyan que Altamira puede ser visitada por el público de una manera limitada y con los máximos controles» .

Siempre con la máxima cautela, Serna adelantó que desde la Dirección General de Cultura estaban colaborando en la adquisición de equipamiento para garantizar el máximo control tanto en la entrada como en la salida de la cueva. La noticia, tras meses incluso años y con mayor énfasis desde 2007 reclamándose desde Cantabria información sobre el estado de la cueva y sobre la necesidad de recuperar la figura del Patronato, despertó el interés por que se reabra Altamira. Representantes de la sociedad cántabra se han pronunciado a favor de la reapertura de la cueva en las páginas de este periódico en los últimos cuatro años.

La reapetura del 82

Después de la decisión del Patronato, la situación que se vivió el 15 de febrero de 1982 tendrá su repetición en 2014. Ese día, la verja de hierro y la puerta metálica de color verde volvieron a chirriar para dejar paso a los cinco primeros visitantes que tuvieron la suerte de recuperar la contemplación de los bisontes más famosos del mundo.

Felipe Méndez, jefe de relaciones públicas del Museo de Altamira, fue el encargado de hacer girar la llave, como relató en su crónica en El Diario Montañés Emilia Levi al día siguiente, mientras que Manolo, el de las cuevas Manuel Gutiérrez Gómez, el decano de los empleados de Altamira, fue el responsable de dirigir la visita. Ésta comenzó a las 11.05 horas y duró exactamente veinte minutos. Los afortunados fueron tan sólo cinco personas: tres de ellas vinculadas a los medios de información, Jesús Delgado periodista, Ricardo Cagigal y José María Izquierdo de RTVE, y el coronel jefe del Regimiento Valencia, Rafael Martínez Leonís, y su esposa, María Luisa Martínez Macía.

En la puerta se quedaron Eugenio Villar, catedrático de la Universidad de Cantabria y director del equipo científico que había trabajado en los últimos años en el estudio de las condiciones medioambientales de la cueva, el alcalde de Santillana del Mar, Francisco Javier Rosino, representantes de medios de comunicación e incluso una pareja de la Guardia Civil. El director del Museo Altamira era entonces el prehistoriador cántabro Joaquín González Echegaray.

Los primeros visitantes de esta nueva etapa de Altamira fueron obligados a calzarse unas chanclas de goma especiales para evitar la entrada en la gruta de microorganismos que pudieran contaminar el ecosistema. Esta circunstancia incomodó a los visitantes, pero, sin embargo, el profesor Villar apuntó que «es totalmente necesario ya que la entrada a la cueva con un calzado contaminado puede ser un vehículo muy peligroso de transporte de microorganismos». El calzado, de un material parecido al hule, era esterilizado la noche anterior antes de volverse a usar.

Impresiones

A la salida de la visita, el coronel Martínez Leonís manifestó que «me han producido una impresión inmejorable, pero necesito tiempo para pensar en todo lo que he visto». Por su parte, el periodista Jesús Delgado, tras reconocer que su última visita a las cuevas fue diez años antes, afirmaba que «como no soy un hombre de ciencia, no puedo determinar si tienen la misma intensidad de color que antes. He podido comprobar la presencia de numerosos aparatitos colocados en paredes o en determinados rincones, testigos y espías de cualquier alteración que se produzca en la temperatura y la humedad de la cueva. También he tenido la sensación de que el guía ha recibido consignas específicas para responder lo más escuetamente posible a las preguntas que se le formulen».

Por su parte, el alcalde Rosino, uno de los más firmes defensores de que Altamira no estuviera cerrada, se mostraba «verdaderamente satisfecho y solo espero que esta apertura se consolide y pueda alcanzarse en pocos meses la cifra de al menos cien visitantes diarios». Rosino ya había protagonizado un aparatoso incidente años antes cuando reclamó, encadenado a la verja de Altamira, la apertura de la gruta; los intereses mercantilistas de una villa medieval que vive del turismo estaban en los años setenta más vinculados que nunca al flujo de más de 150.000 visitantes que recorrían las galerías cada año.

Objeto del deseo

Desde su descubrimiento para la ciencia en 1879 por Marcelino Sanz de Sautuola y su hija María, la cueva de Altamira ha sido un referente para los prehistoriadores y un punto de partida para conocer los orígenes del arte. Sautuola murió sin ver reconocido por los científicos de la época el valor de las pinturas y no fue hasta que el francés Cartailhac rectificó públicamente con el artículo La grotte dAltamira, Espagne. Mea culpa dun sceptique en 1902, cuando se convirtió Altamira en un lugar de peregrinación para visitantes de diferentes clases lugares del mundo.

Si los Reyes de España inauguraron el nuevo museo en 2001, antes contemplaron los bisontes y la cierva del techo de Altamira el príncipe Felipe, Alfonso XII, Alfonso XIII, Victoria Eugenia, presidentes como Chirac o Carter , el príncipe heredero de Japón, premios Nobel o prestigiosos artistas.

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