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Un técnico explica algunas de las características de funcionamiento / L. Palomeque
Puertas abiertas en Vuelta Ostrera
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Puertas abiertas en Vuelta Ostrera

La depuradora muestra los secretos de su funcionamiento

Nieves Bolado

Miércoles, 19 de marzo 2014, 10:32

Entrar en su interior supone mezclarse con sofisticada maquinaria, ingeniería y miles de metros de tuberías puestos al servicio del medio ambiente. Parece casi un milagro ver cómo entran aguas sucias, malolientes, mezcladas con todo tipo de detritus, lodos, aceites, celulosas... lo imaginable que se pueda tirar a la red de aguas, y ver salir un líquido depurado, no potable, pero sí apto para el regadío o la industria por su grado de limpieza. Es Vuelta Ostrera. Sí, la depuradora. La instalación amenazada por la piqueta desde que se colocó el primer ladrillo y hoy amnistiada para, al menos, los próximos siete años, hasta que amortice su vida útil para satisfacción del Gobierno y desesperación de los grupos ecologistas. Ayer abrió sus puertas para mostrar sus entrañas, sus secretos, cómo se produce el milagro medioambiental.

Vuelta Ostrera es sinónimo de hermetismo. Es la primera impresión que ofrece. Hormigón, hormigón y más hormigón en la estructura que encierra todos sus laberintos. Y olor. Porque sí, porque huele mal, muy mal en la zona de fangos, la más sucia. Y eso a pesar de que se ha instalado un complejo sistema de desodorización.Pero el olor alerta de ello. Estamos en una depuradora.

El proceso de tratamiento de las aguas residuales es sencillo y esperado. El agua de lluvia y el de las urbes reciben desde su llegada diferentes tratamientos: tres decantaciones para producir los primeros lodos, eliminar nutrientes y acabar con los patógenos. De todo ello se obtiene una especie de barro que se trasladará a Reocín, donde se comercializa como abono por una empresa externa.

¿Y el agua? Pues a falta de emisario submarino, termina en la ría de San Martín. Eso sí, con un porcentaje muy alto de pureza.

Puerilmente vulnerable

Esperanza Sánchez, bióloga y jefe del laboratorio donde se evalúa todo el proceso, es la encargada de chequear la carga contaminante que lleva el agua cuando llega a Vuelta Ostrera y su grado de limpieza cuando se vierte a la ría. «Tenemos controles externos. Nos obligan a realizar 24 al año y nos dan la posibilidad de un incumplimiento. Nosotros hacemos tres a la semana y nunca hemos incumplido», explica a unos alumnos llegados desde el instituto de Viérnoles.

Pero, ¿es vulnerable este entramado teórica y técnicamente casi perfecto? La respuesta sorprende: «Sí. A los bastoncillos de los oídos y a las toallitas desmaquillantes, además de compresas, gasas o preservativos». Lo explica María Sainz Casariego, ingeniero químico y jefe de la planta. Resulta que estos productos, «así como cualquier otra material que no sea biodegradable y que se arroja a los inodoros», obturan las rejillas creando una especie de madejas de fibras, que se ha convertido en un grave problema para el saneamiento. Estos desechos son la causa principal de las averías que se producen en las estaciones de aguas residuales. Atascan las bombas de entrada produciendo fuertes vibraciones en el bombeo que pueden dar lugar a graves desperfectos. Caros de reparar. Así que ya se sabe. Para luchar contra la contaminación medioambiental nada de desechar por el inodoro productos que no sean capaces de disolverse. Fin de la visita a Vuelta Ostrera.

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