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Cantabria

Ocho apellidos cántabros

El éxito de la película sobre tópicos andaluces y vascos plantea un interrogante en Cantabria | ¿Existe un humor "nuestro"? ¿Nos reímos de nosotros mismos? Las respuestas indican una conclusión: los cántabros no nos partimos de risa

Álvaro Machín

Jueves, 1 de mayo 2014, 15:18

«Pánico en Cantabria». La frase aparece junto a una foto de Matías Prats. Y debajo: «Sale el sol un minuto y los cántabros creen que es el fin del mundo». Una "gracia" nuestra. ¿Existe un humor cántabro? ¿Nos reímos de nuestros asuntos? Y, sobre todo, ¿sabemos reírnos de nosotros mismos? «Aquí lo que hace gracia es ver cómo se cae el de al lado. Ahora, como te caigas tú y veas que alguien se ríe, le miras mal». Lo dice un humorista de la tierra. Una consulta del Taller de Sociología en la Universidad concluye que nos definimos como «fríos, cerrados, individualistas, serios, secos y reservados». Y los alumnos de fuera no dicen algo muy distinto. Aquí, según los que más entienden de risa, no "alcanza" para un "Vaya semanita". Un "Ocho apellidos cántabros" no tiene pinta de taquillazo. Porque, tras preguntar a unos y otros, la sensación es que no nos partimos de risa al mirarnos el ombligo.

«El humor es una cosa muy seria, tiene más vertientes de las que puede parecer en un primer momento», reflexiona Juan Carlos Zubieta Irún, del Taller de Sociología de la Universidad de Cantabria. «El carácter, la forma de entender la vida y de relacionarnos, es fruto de la cultura, de la estructura económica y social y del entorno natural». Y también el humor, el sentido del humor. Y todo eso resulta clave a la hora de encontrar "nuestros temas" para la risa. «El tiempo a lo mejor nos mete más en casa que a los de otras zonas», reflexiona el actor y humorista Félix Álvarez en un debate junto a su compañero Gelo Fuentes y al mago César Bueno. Tres cántabros que practican la risa. «También es verdad que somos una región que ha estado como muy... La Montaña. Ese aislamiento en general», apunta Fuentes, que reconoce haber tratado de «ironizar» sobre nuestras cosas sin grandes resultados. Meteorología, aislamiento... Factores a tener en cuenta. También el número. Somos menos población, nos juntamos menos, sacamos menos temas para reírnos. Conclusiones compartidas.

«Los estudios sobre los estereotipos -apunta Zubieta- indican que los españoles tenemos una serie de imágenes bastante coherentes y permanentes sobre cómo son los andaluces, los vascos, los catalanes y los gallegos. También una imagen bastante clara sobre los madrileños y sobre los castellanos, y se reconoce la imagen sobre los aragoneses. Pero no existe una imagen tan definida de la población de otras regiones: ¿cómo son los cántabros?, ¿cómo son los murcianos? Si se hacen estas preguntas a una muestra de españoles de otras regiones les costará mucho más señalar un rasgo». Eso resta temas propios sobre los que hacer gracia. No nos diferenciamos tanto dentro del grupo.

Hay tradición de chistes en el ámbito rural y, desde allí, precisamente, se cataloga a los de la capital -los santanderinos- con ese punto «distante», «receloso» y hasta "pelín falso". Pero es recíproco. «Aquí se utiliza mucho la ironía, y es frecuente que los de la ciudad se rían, con un tono de superioridad, de la población que vive en pueblos», dice uno de los estudiantes encuestados.

Piques, ese es uno de los temas. Santander-Torrelavega, Santoña-Laredo... Chistes sobre el tiempo, el santanderino de toda la vida... No parece haber mucho más. «Es que primero habría que definir qué son nuestras cosas. Tendemos a localizar demasiado. Nuestras cosas serían los bolos, las traineras, los sobaos... Porque luego, lo demás, es lo que existe en otros sitios con distintos paisajes y trajes regionales», dice Álvarez. «Esta región -indica Bueno- es muy bonita, muy bella, muy fértil... Pero en muchas cosas es un despropósito general en actitudes y en actividades».

«De los demás»

Vasca y andaluz. Son los protagonistas del fenómeno en las salas de cine. La encuesta de los sociólogos se basa en preguntas a noventa jóvenes (un 11% de fuera). Jugando a la "peli", cántabro y andaluza. ¿Qué dice él? «Hombre, el humor no es precisamente el rasgo que más nos caracteriza». Ella, sevillana, es más dura en su análisis: «No tenéis ningún sentido del humor. Sois secos, sosos, no seguís las gracias, no tenéis chispa. El carácter del cántabro es como el clima de esta tierra: gris, frío y cambiante. Aquí hay poca gente graciosa. Los andaluces hacen chascarrillos de todo: de sus exageraciones, de sus penas... Los cántabros sois demasiado serios, se nota en el comercio. Aquí el saludo es seco, allí tratan de hacerse el simpático con cualquiera». Tal vez demasiado duro.

¿Y la capacidad para reírnos de nosotros mismos? ¿La tenemos? «Toda generalización acarrea injusticias, pero no», explica Álvarez. «Nos cuesta reírnos de nuestras cosas porque, precisamente, lo que es nuestro es nuestro». Y las respuestas del resto de expertos en risas no difieren mucho. «Todavía el cántabro no está preparado para reírse de sí mismo», apunta Fuentes. Para Bueno, «no tenemos demasiada capacidad». «Nos gusta -añade- más el reírnos en grupo y de los otros». O sea, de los demás, sí. De nosotros, menos. Y algo parecido dicen los que responden en la encuesta universitaria. «Nos tomamos las cosas demasiado a pecho y si nos hacen una broma enseguida lo tomamos a mal», apunta un alumno. La conclusión de Zubieta tras analizar los resultados es que «la mayoría de los consultados admite que a los cántabros nos cuesta mucho eso de reírnos de nosotros mismos. Se reconoce que sí nos reímos de los otros, pero, por el contrario, nos cuesta tomarnos a broma nuestra propia vida y lo que nos sucede». Álvarez, ya centrados en la posibilidad de una versión cántabra de "Vaya Semanita", aporta otra opinión significativa: «Si tuvieses que caricaturizar a un diputado del PP, del PRC o del PSOE, creo que no les iba a gustar mucho».

La esperanza reside en el tiempo y en la dosis de apertura. El sociólogo habla de la globalización cultural y la movilidad espacial de la población como fenómenos que se dejan notar a la hora de parecernos más los unos a los otros. Hay esperanza con el tiempo. «Pero las subculturas regionales siguen existiendo». El propio "Felisuco", el más reacio a establecer diferencias por territorios, reconoce que los monólogos de su etapa en "5 hombres.com" se probaban «en Bilbao» porque sí que existía la certeza de que «si hacías reír al público del norte, lo conseguirías en todo el país».

Sobre las señas de identidad de la "risa de los cántabros", Eloy Gómez Pellón, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Cantabria, considera que no hay un terreno definitorio, ni claro ni sencillo. Existe una larga tradición interna que radica en encontrar la diferencia en los pasiegos. No obstante, «como el chiste precisa de ambientes sociales adecuados para que se propague, y dado que la vida urbana es la idónea para ello, los tipos rurales no han dejado nunca de tener un éxito apreciable como objetivos del humor», precisa Gómez Pellón.

Chascarrillo de red

En internet y en las propias redes sociales, la tribuna global para expandir hasta el más nimio de los chascarrillos, es frecuente encontrar juegos de palabras y alusiones a tópicos y estereotipos. Es el caso de la ya manida fórmula que juega con la identidad: «No eres cántabro... si no has discutido alguna vez si de Santander a Reinosa "se sube" o "se baja"; o si no entiendes qué es ponerse las espais y subir a cuchus a un raquero por un sitio pindio».

Los contenidos relacionados con un fino y sutil humor cántabro se suceden en diversas ventanas de internet, que dan la vuelta a la actualidad y se mofan de las noticias. El mundo de la ilustración, esa tradición de la caricatura y la viñeta, ha sido históricamente más explícito y prolífico a la hora de dar cuerpo a una identidad del humor cántabro: es el caso durante la II República de las viñetas de "Areuger", Gerardo Fernández de la Reguera, en la revista Blanco y Negro y en el semanario satírico Gracia y Justicia; las tiras de Ramón Calderón en La Codorniz; o los costumbristas de Paco Cubría (1900- 1968). En lo que se refiere a monografías se han sucedido publicaciones como "Juan de la Cosa y el descubrimiento de América", de "Mudito", Rubén Martín Ojeda, editada por la Asociación Disad.

La prensa, por supuesto, aferrada a la actualidad, siempre ha albergado una mirada humorística, caricaturesca o irónica de la realidad. En el presente, las viñetas de Íñigo Ansola en EL DIARIO son un ejemplo de vitalidad y agudeza a la hora de reinterpretar con humor la vida cotidiana de Cantabria. En el pasado, desde la Hoja del Lunes a otras cabeceras, cabe citar a Juan Luis Díaz, Ángel San José, Francisco Díaz y Luis Alfonso Aramburu, "Andy", Andrés Torre, o Jesús Hoyos.

Ansola, autor de trazos personales sobre las guerras cántabras, asegura responder desde su ventana pública diaria a la pregunta "de qué se ríen los cántabros". Sin embargo, está convencido de que «el mal de Cantabria, la enorme piedra que nos lastra, es la cursilería. Somos unos cursis. Si no hay un humor cántabro tenemos que inventarlo para no sucumbir».

En el contexto del folclore, de las coplas a la murgas específicas de carnaval, se difunde un patrimonio inmaterial y oral que en ocasiones ironiza, satiriza costumbres, estereotipos y factores del "ser montañés". Una tradición a veces muy viva y reveladora en la música tradicional. Es el caso de Miguel Cadavieco, popular rabelista, conocido por su desparpajo en el escenario y su sentido del humor, que alterna los romances y las tradiciones con la improvisación, lo que permite echar mano de la copla jocosa.

Pellón, antropólogo de la UC, recuerda que, en realidad, «no hay chiste si no hay estereotipo, puesto que para que se suscite la hilaridad, tiene que haber un código conocido por todos y que, además, sea susceptible de ser descodificado por los oyentes a medida que se va contando». Esto explica que los chistes españoles sean absurdos en otros países europeos, y al revés, «si bien la globalización explica la difusión, más que de determinados chistes, de ciertas anécdotas susceptibles de ser entendidas en todas partes».

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