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Álvaro San Miguel
Jueves, 7 de abril 2016, 07:13
La historia del radar solidario de Santa María de Cayón comenzó con un brazo roto. En el pueblo nadie parece recordar aquel atropello ocurrido en abril de 2012. Quizá porque todo quedó en un susto y una escayola garabateada. Pero el director del ... instituto Lope de Vega advierte de que no fue ninguna tontería. «Estábamos celebrando la semana cultural y, como no tenemos salón de actos, nos llevamos a los chavales a un centro cultural que está al otro lado de la carretera (CA-142). Aquellos días teníamos que cruzar con 300 o 400 alumnos. Y uno de los días, cuando iban a cruzar por el paso de cebra que tiene semáforo, un coche atropelló a un chico y le rompió el brazo. Por fortuna quedó en eso, pero las primeras horas nos preocupamos mucho porque fue un atropello bastante grave», dice Jesús García.
Unos días más tarde, en una reunión del consejo escolar, se decidió pedir al Ayuntamiento que tomase medidas para regular el tráfico de forma más segura y prevenir nuevos accidentes. «Y decidimos no volver a utilizar aquel salón de actos por lo peligroso que resultaba cruzar esa calle con tantos alumnos», explica el director del instituto.
El alcalde de Santa María de Cayón, Gastón Gómez, propuso instalar bandas magnéticas en la carretera que cruza el pueblo, pero el Gobierno de Cantabria le explicó que no se podían poner badenes en una carretera tan transitada como la que baja de Villacarriedo y Selaya. Así que la solución llegó de la mano de la empresa Vialine, que se presentó un día en el Consistorio para ofrecer sus servicios: «Por un lado nos encargamos de la gestión de la recaudación de las multas, como hacemos en Santander, El Astillero, Reinosa... Y por otro cedemos a los ayuntamientos dispositivos de seguridad vial como el que hemos instalado en Cayón», explica Diego Higuera, de Vialine.
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No se trata de un radar al uso. El dispositivo no mide la velocidad de los vehículos, sino que aprovecha uno de esos semáforos con cinemómetro que se ponen en rojo cuando se supera el límite de velocidad en este caso de 50 km/h. El dispositivo instalado el lunes está conectado al semáforo y se limita a multar a los que se lo saltan en rojo. No importa la velocidad a la que se circule, la sanción es la misma para todos los que se lo saltan, pasen a 60 o a 120 km/h: 200 euros y cuatro puntos del carné. La empresa recauda el dinero y se lo reparte al 50% con el Ayuntamiento, que a su vez remite las sanciones a la Jefatura Provincial de Tráfico, donde se restan los puntos al conductor sancionado.
En Vialine aseguran que no hay pérdida posible para el Ayuntamiento: «Nosotros lo compramos cuesta unos 70.000 euros, lo instalamos y cobramos en función de lo que se recaude». Así que si no hay denuncias no cobran, pero de momento no es el caso. El lunes, en su primer día de funcionamiento, pasaron bajo el semáforo 1.700 vehículos y el dispositivo multó a 37 por pasar en rojo. El martes fueron 2.580 vehículos y 39 denuncias. En total, 15.200 euros de recaudación. Para hacerse una idea de lo que significan esas cifras solo hay que usar la referencia del radar que más sanciones puso en Cantabria en 2015: el de Saltacaballo. Por allí pasan a diario unos 45.000 vehículos según el aforo oficial de Fomento y se caza a una media de 36 vehículos al día. Es decir, a uno de cada 1.250. El radar de Santa María de Cayón, en sus dos primeros días de funcionamiento, ha multado a uno de cada 56 vehículos. Ese ritmo de sanción por vehículos es 22 veces superior al de Saltacaballo.
«Es un porcentaje muy alto, pero en cuanto se corra la voz de que ese punto está controlado bajarán las multas y se llegará a un punto en que no haya sanciones», dice Diego Higuera, que no pudo precisar a qué velocidad exacta se pone el semáforo de Cayón en rojo. «No sé qué margen ha configurado el Gobierno, pero lo normal es que lo tenga alto. Si está a 50, lo normal es que salte a 60».
La nota solidaria
El alcalde de Santa María de Cayón vio venir el problema a tiempo y preparó una solución imaginativa antes de que le llovieran las críticas de sus vecinos y los de todo el valle del Pas, que tendrán que pasar a menudo por el radar de Cayón. «De 9.000 habitantes que somos, tenemos 180 familias que no llegan a fin de mes. Seguro que hay más, pero esas son las que se acercan al Ayuntamiento. El dinero recaudado irá destinado a esas familias, siempre con un informe previo del asistente social que diga que en esa familia no trabaja nadie y hay que echarles una mano. El dinero no lo va a repartir la concejala como quiera».
Gastón Gómez dice que de momento las únicas críticas son las que ha podido leer en las redes sociales. Y un paseo por las calles del municipio permite comprobarlo: «Es una obra buena. Por aquí pasan muy deprisa los coches y algunos pasan los semáforos en rojo. Después de que metan cuatro trallazos ya verás como aflojan», dice José Luis Colsa. «Me parece muy bien porque a veces los coches vienen a unas velocidades terribles y por aquí pasan muchos niños», asegura Rafael Pérez. «Me parece perfecto que lo destinen a familias que lo necesiten», aplaude Miguel Ángel Tazón.
José Ramón Uriel González, director del colegio Gerardo Diego e impulsor de la medida junto a los responsables del IES Lope de Vega, asegura que «la sensación de la mayoría es positiva». «Siempre puede haber alguien que piense que esta no es la solución, pero la recaudación es solidaria y parece claro que no se busca sacar dinero sino concienciar de una vez a la gente de que hay que ir más despacio. Los niños son espíritus libres y no siempre cruzan por donde deben», señala.
No hay que olvidar tampoco que los atropellos han generado cierto debate en los últimos tiempos. El año pasado murieron en Cantabria cinco personas arrolladas. Y en los primeros meses de 2016 ya hay un fallecido en esas circunstancias.
Han tenido que pasar cuatro años desde aquel brazo roto para que el Ayuntamiento de Santa María de Cayón encuentre una solución creativa que permita contentar a todos sus vecinos. ¿Cuánto tiempo tardarán otros municipios en subirse al carro del radar solidario?
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